La cartuja de Parma - Stendhal
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
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<strong>de</strong>scribir los salones <strong>de</strong> usted. Ha pasado veinticinco minutos con su esposa, que lloraba <strong>de</strong> alegría; con<br />
toda su inteligencia, no ha podido encontrar ni una sola palabra para sostener la conversación en el tono<br />
ligero que su Alteza se dignaba darle.<br />
El príncipe no era hombre malo, por más que dijesen los liberales <strong>de</strong> Italia. Verdad que había hecho<br />
encarcelar a no pocos <strong>de</strong> ellos, pero era por miedo, y repetía a veces como para consolarse <strong>de</strong> ciertos<br />
recuerdos:<br />
«Más vale matar al diablo que no que el diablo nos mate». Al día siguiente <strong>de</strong> la velada <strong>de</strong> que acabo<br />
<strong>de</strong> hablar, estaba muy contento, porque había realizado dos buenas acciones: ir al jueves y hablar a su<br />
mujer. A la hora <strong>de</strong> comer, le dirigió la palabra; en fin, aquel jueves <strong>de</strong> la duquesa Sanseverina produjo<br />
una revolución doméstica que resonó en toda <strong>Parma</strong>; la Raversi se quedó consternada, y la duquesa gozó<br />
una doble alegría: había podido ser útil a su amante y le había hallado más enamorado que nunca.<br />
—¡Todo por una i<strong>de</strong>a muy impru<strong>de</strong>nte que se me ocurrió! —<strong>de</strong>cía al con<strong>de</strong>—. Sin duda viviría más<br />
libre en Roma o en Nápoles, pero ¿encontraría allí un juego tan apasionante? Seguramente no, mi querido<br />
con<strong>de</strong>; y usted me hace feliz.<br />
[1] Un <strong>de</strong>talle autobiográfico más: la pensión que le quedó a <strong>Stendhal</strong> cuando, como él mismo cuenta,<br />
«cayó con Napoleón en 1814». Véase Vida <strong>de</strong> Henry Brulard. Recuerdos <strong>de</strong> egotismo, ed. cit.<br />
[2] Alusión a la fábula <strong>de</strong> <strong>La</strong> Fontaine Le gland et la citrounille. (Aclaración tomada <strong>de</strong> las ediciones<br />
<strong>de</strong> Del Litto y <strong>de</strong> Abravanel.)<br />
[3] Este nombre, que <strong>Stendhal</strong> repite más <strong>de</strong> una vez en <strong>La</strong> Cartuja, es el <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los personajes más<br />
o menos bufos <strong>de</strong> la Comedia <strong>de</strong>l arte italiana, que más a<strong>de</strong>lante tendrá cierta actuación importante en<br />
esta novela.<br />
[4] No es sólo aquí don<strong>de</strong> <strong>Stendhal</strong> se libera <strong>de</strong> su condición <strong>de</strong> liberal para ver o poner cualida<strong>de</strong>s<br />
loables o notables en un personaje «ultra» y <strong>de</strong>leznables en un personaje liberal. Creo que es en<br />
Recuerdos <strong>de</strong> egotismo don<strong>de</strong> dice: «Liberal yo mismo encontraba a los liberales soberanamente<br />
tontos».<br />
[5] Abravanel, coincidiendo con Del Litto, da por seguro que <strong>Stendhal</strong> noveliza en este extraordinario<br />
personaje a un Ferrante Pallavicino <strong>de</strong>l siglo XVIII que figura en Voyage en Italie, <strong>de</strong> <strong>La</strong>lan<strong>de</strong>. Por mi<br />
parte, me permito encontrarle cierto parecido con el Crisóstomo <strong>de</strong> nuestro Don Quijote, aunque sólo sea<br />
el <strong>de</strong> surgir <strong>de</strong> la espesura forestal al encuentro apasionado <strong>de</strong> su amada (que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, no se parece<br />
nada a la Sanseverina). Véase en el correspondiente apéndice cómo analiza y exalta Balzac a este gran<br />
personaje.<br />
[6] Del Litto aclara que se trata <strong>de</strong> «unos cuadros <strong>de</strong> gasa o <strong>de</strong> papel engrasado o barnizado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong><br />
los cuales se ponían luces».<br />
[7] <strong>Stendhal</strong> manifiesta frecuentemente, en varias <strong>de</strong> sus obras y <strong>de</strong> su correspon<strong>de</strong>ncia, su repulsión<br />
por «aquella triste vida <strong>de</strong> América» (ya entonces los franceses, como otros europeos, aceptaban que los<br />
Estados Unidos se arrogaran para ellos solos el nombre —igualmente in<strong>de</strong>bido <strong>de</strong> todo el continente).<br />
También insiste su aristocratismo temperamental, en cierta contradicción con su «liberalismo», en su<br />
escasa simpatía por la <strong>de</strong>mocracia <strong>de</strong>l «sufragio universal» <strong>de</strong>l pueblo. Pero hay que aclarar, en su<br />
<strong>de</strong>scargo, que cuando arremete contra este «sistema», <strong>Stendhal</strong> no tiene <strong>de</strong>l «pueblo» el concepto que es