La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde. HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

bibliotecarepolido
from bibliotecarepolido More from this publisher
18.04.2018 Views

elegancia de las maneras; pero lo supera enseguida, como el doctor Koreff, el amigo de Hoffmann. Tiene una hermosa frente, los ojos vivos y penetrantes, la boca sardónica; en fin, tiene enteramente la fisonomía de su talento. En la conversación pone ese giro enigmático, esa singularidad que le hace no firmar nunca ese nombre ya ilustre de Beyle, llamarse un día Cotonnet, otro Frédéric. Me han dicho que es sobrino del célebre trabajador Daru, uno de los brazos de Napoleón. Naturalmente, monsieur Beyle fue empleado por el emperador. 1815 le arrancó necesariamente a su carrera, pasó de Berlín a Milán, y a este fuerte contraste de la vida del norte y la del sur, que le impresionó, debemos este escritor. Monsieur Beyle es uno de los hombres superiores de nuestro tiempo. Es difícil explicar cómo este observador de primer orden, este profundo diplomático que, ya con sus escritos, bien con su palabra, ha dado tantas pruebas de la elevación de sus ideas y de la extensión de sus conocimientos prácticos, no es más que cónsul en Civitavecchia. Ninguno más adecuado para servir a Francia en Roma. Monsieur Merimée conoció pronto a monsieur Beyle y tiene algo de él; pero es más elegante y más fácil. Las obras de monsieur Beyle son numerosas y sobresalen por la sutileza de la observación, por la abundancia de las ideas. Casi todas esas obras se refieren a Italia. Es el primero que ha dado noticias exactas sobre el terrible proceso de los Cenci; pero no ha explicado suficientemente las causas de la ejecución, que fue independiente del proceso e impuesta por facciones, exigida por la codicia. Su libro Del Amor es superior al de monsieur de Sénancour, sigue las grandes doctrinas de Cavanis y de la Escuela de París; pero peca por esa falta de método que, como acabo de decir, desdora a La Cartuja de Parma. En este pequeño tratado lanzó la palabra cristalización para explicar el nacimiento de ese sentimiento, palabra que se ha utilizado, sin dejar de burlarse de ella, y que quedará, por su profunda exactitud. Monsieur Beyle escribe desde 1817. Empezó con cierto sentimiento de liberalismo; pero yo dudo que ese gran calculador se haya dejado ganar por las simpatías del gobierno de las dos cámaras. La Cartuja de Parma tiene un sentido profundo, que no es por cierto contrario a la monarquía. Se burla de lo que ama [10] , es francés. Monsieur de Chateaubriand decía, al frente de la decimoprimera edición de Atala, que su libro no se parecía en nada a las ediciones anteriores: tanto había corregido. El conde de Maistre confiesa que escribió diecisiete veces Le Lépreaux de la Vallée d'Aoste. Yo deseo que monsieur Beyle tenga ocasión de retocar, de pulir La Cartuja de Parma y de imprimirle el carácter de perfección, el sello de irreprochable belleza que monsieur de Chateaubriand y monsieur de Maistre han dado a sus libros amados. [1] Obsérvese que varios de estos autores citados por Balzac como maestros en su tiempo no los conoce casi nadie hoy; exactamente lo contrario de lo que ocurre con Stendhal. (N. de la T.) [2] Se trata de varias páginas en las que Balzac recoge la descripción del príncipe, sus personajes, sus intrigas, la actuación de Mosca y la Sanseverina. (N de la T) [3] Se refiere a la Sanseverina. (N. de la T.) [4] Se refiere al largo y decisivo encuentro (capítulo 21) de la Sanseverina con Ferrante Palla. (N. de la T.) [5] Esto, tan evidente, me ratifica en mi parecer de que el insuficiente desarrollo de la última parte de la novela se debe al draconiano corte impuesto por el editor. (N. de la T.) [6] Estos «defectos» o «incorrecciones» desaparecen casi siempre (o cambian por otros) en la traducción (por lo menos en la mía). Por otra parte, ¿sabía Balzac que Stendhal había dictado esta larga

novela en seis semanas? (N. de la T ) [7] Véase en mi prólogo lo que Stendhal piensa (y escribe a Balzac) sobre las frases «redondeadas» y los floripondios del estilo. (N. de la T ) [8] Curiosa coincidencia con Ortega cuando éste dice en Amor en Stendhal refiriéndose a éste y a Baroja: «Parecen filósofos. Tant pis! Pero no lo son. Tant mieux!». (N. de la T ) [9] Feuillettinistes. Es de suponer que esta palabra (que no se encuentra en el diccionario francés Larousse) no tiene el sentido de la española «folletinista», sino de autor de artículos periodísticos largos; en este caso de «críticos». (N. de la T.) [10] Balzac se equivoca aquí radicalmente. No conocía bien al hombre Beyle (él mismo dice que le había visto dos veces) ni al autor Stendhal: no había leído una gran parte de su obra ni naturalmente, sus escritos autobiográficos, que se imprimieron, todos, póstumamente. Sólo así se explica que Balzac piense y escriba que Stendhal no era contrario a la monarquía; y que la amaba. La verdad es que no sólo odiaba hasta la náusea a la monarquía borbónica de la restauración: despreciaba también a la monarquía «liberal» de Luis Felipe (gracias a la cual sus amigos pudieron proporcionarle la triste sinecura consular que le permitió vivir, tan mal a gusto, los doce últimos años de su vida). (N. de la T.)

elegancia <strong>de</strong> las maneras; pero lo supera enseguida, como el doctor Koreff, el amigo <strong>de</strong> Hoffmann. Tiene<br />

una hermosa frente, los ojos vivos y penetrantes, la boca sardónica; en fin, tiene enteramente la fisonomía<br />

<strong>de</strong> su talento. En la conversación pone ese giro enigmático, esa singularidad que le hace no firmar nunca<br />

ese nombre ya ilustre <strong>de</strong> Beyle, llamarse un día Cotonnet, otro Frédéric. Me han dicho que es sobrino <strong>de</strong>l<br />

célebre trabajador Daru, uno <strong>de</strong> los brazos <strong>de</strong> Napoleón. Naturalmente, monsieur Beyle fue empleado por<br />

el emperador.<br />

1815 le arrancó necesariamente a su carrera, pasó <strong>de</strong> Berlín a Milán, y a este fuerte contraste <strong>de</strong> la<br />

vida <strong>de</strong>l norte y la <strong>de</strong>l sur, que le impresionó, <strong>de</strong>bemos este escritor. Monsieur Beyle es uno <strong>de</strong> los<br />

hombres superiores <strong>de</strong> nuestro tiempo. Es difícil explicar cómo este observador <strong>de</strong> primer or<strong>de</strong>n, este<br />

profundo diplomático que, ya con sus escritos, bien con su palabra, ha dado tantas pruebas <strong>de</strong> la<br />

elevación <strong>de</strong> sus i<strong>de</strong>as y <strong>de</strong> la extensión <strong>de</strong> sus conocimientos prácticos, no es más que cónsul en<br />

Civitavecchia. Ninguno más a<strong>de</strong>cuado para servir a Francia en Roma. Monsieur Merimée conoció pronto<br />

a monsieur Beyle y tiene algo <strong>de</strong> él; pero es más elegante y más fácil. <strong>La</strong>s obras <strong>de</strong> monsieur Beyle son<br />

numerosas y sobresalen por la sutileza <strong>de</strong> la observación, por la abundancia <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as. Casi todas esas<br />

obras se refieren a Italia. Es el primero que ha dado noticias exactas sobre el terrible proceso <strong>de</strong> los<br />

Cenci; pero no ha explicado suficientemente las causas <strong>de</strong> la ejecución, que fue in<strong>de</strong>pendiente <strong>de</strong>l<br />

proceso e impuesta por facciones, exigida por la codicia. Su libro Del Amor es superior al <strong>de</strong> monsieur<br />

<strong>de</strong> Sénancour, sigue las gran<strong>de</strong>s doctrinas <strong>de</strong> Cavanis y <strong>de</strong> la Escuela <strong>de</strong> París; pero peca por esa falta <strong>de</strong><br />

método que, como acabo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>sdora a <strong>La</strong> Cartuja <strong>de</strong> <strong>Parma</strong>. En este pequeño tratado lanzó la<br />

palabra cristalización para explicar el nacimiento <strong>de</strong> ese sentimiento, palabra que se ha utilizado, sin<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> burlarse <strong>de</strong> ella, y que quedará, por su profunda exactitud. Monsieur Beyle escribe <strong>de</strong>s<strong>de</strong> 1817.<br />

Empezó con cierto sentimiento <strong>de</strong> liberalismo; pero yo dudo que ese gran calculador se haya <strong>de</strong>jado<br />

ganar por las simpatías <strong>de</strong>l gobierno <strong>de</strong> las dos cámaras. <strong>La</strong> Cartuja <strong>de</strong> <strong>Parma</strong> tiene un sentido profundo,<br />

que no es por cierto contrario a la monarquía. Se burla <strong>de</strong> lo que ama [10] , es francés.<br />

Monsieur <strong>de</strong> Chateaubriand <strong>de</strong>cía, al frente <strong>de</strong> la <strong>de</strong>cimoprimera edición <strong>de</strong> Atala, que su libro no se<br />

parecía en nada a las ediciones anteriores: tanto había corregido. El con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Maistre confiesa que<br />

escribió diecisiete veces Le Lépreaux <strong>de</strong> la Vallée d'Aoste. Yo <strong>de</strong>seo que monsieur Beyle tenga ocasión<br />

<strong>de</strong> retocar, <strong>de</strong> pulir <strong>La</strong> Cartuja <strong>de</strong> <strong>Parma</strong> y <strong>de</strong> imprimirle el carácter <strong>de</strong> perfección, el sello <strong>de</strong><br />

irreprochable belleza que monsieur <strong>de</strong> Chateaubriand y monsieur <strong>de</strong> Maistre han dado a sus libros<br />

amados.<br />

[1] Obsérvese que varios <strong>de</strong> estos autores citados por Balzac como maestros en su tiempo no los<br />

conoce casi nadie hoy; exactamente lo contrario <strong>de</strong> lo que ocurre con <strong>Stendhal</strong>. (N. <strong>de</strong> la T.)<br />

[2] Se trata <strong>de</strong> varias páginas en las que Balzac recoge la <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong>l príncipe, sus personajes, sus<br />

intrigas, la actuación <strong>de</strong> Mosca y la Sanseverina. (N <strong>de</strong> la T)<br />

[3] Se refiere a la Sanseverina. (N. <strong>de</strong> la T.)<br />

[4] Se refiere al largo y <strong>de</strong>cisivo encuentro (capítulo 21) <strong>de</strong> la Sanseverina con Ferrante Palla. (N. <strong>de</strong><br />

la T.)<br />

[5] Esto, tan evi<strong>de</strong>nte, me ratifica en mi parecer <strong>de</strong> que el insuficiente <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> la última parte <strong>de</strong><br />

la novela se <strong>de</strong>be al draconiano corte impuesto por el editor. (N. <strong>de</strong> la T.)<br />

[6] Estos «<strong>de</strong>fectos» o «incorrecciones» <strong>de</strong>saparecen casi siempre (o cambian por otros) en la<br />

traducción (por lo menos en la mía). Por otra parte, ¿sabía Balzac que <strong>Stendhal</strong> había dictado esta larga

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!