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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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<strong>de</strong>tallar las esculturas finas y <strong>de</strong>licadas que enriquecen este sólido edificio, <strong>de</strong>tenerse ante las estatuillas,<br />

los cuadros, los paisajes, los bajorrelieves que la <strong>de</strong>coran. He aquí lo que me ha ocurrido. En la primera<br />

lectura, que me asombró por completo, encontré <strong>de</strong>fectos. Al releer la obra, los pasajes que me habían<br />

parecido <strong>de</strong>masiado largos ya no me lo parecían, veía la necesidad <strong>de</strong>l <strong>de</strong>talle que antes me había<br />

parecido <strong>de</strong>masiado pesado o difuso. Para <strong>de</strong>scribirla bien, he recorrido la obra. Entonces, ganado por la<br />

tarea, he contemplado más tiempo <strong>de</strong> lo que quería este hermoso libro, y todo me ha parecido muy<br />

armonioso, ligado con naturalidad y con arte, pero concordante.<br />

He aquí, sin embargo, los errores que encuentro, más que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el punto <strong>de</strong> vista <strong>de</strong>l arte, teniendo en<br />

cuenta los sacrificios que todo autor <strong>de</strong>be saber hacer al mayor número.<br />

En la primera lectura encontré confusión; ésta será la impresión <strong>de</strong> la mayoría, y por consiguiente este<br />

libro carece, sin duda, <strong>de</strong> método. Monsieur Beyle ha dispuesto bien los acontecimientos, tal como han<br />

ocurrido y como <strong>de</strong>bían ocurrir; pero en la compaginación <strong>de</strong> los hechos ha caído en la falta que cometen<br />

algunos autores, tomando un tema que es verda<strong>de</strong>ro en la naturaleza y que no lo es en el arte. Al ver un<br />

paisaje, un gran pintor se librará muy bien <strong>de</strong> copiar servilmente; más que la letra nos <strong>de</strong>be el espíritu.<br />

Moñsieur Beyle, en su manera <strong>de</strong> contar, sencilla, simple y sin apresto, corre el riesgo <strong>de</strong> parecer<br />

confuso. El mérito que requiere ser estudiado corre el riesgo <strong>de</strong> pasar inadvertido. Por eso a mí me<br />

gustaría, por interés <strong>de</strong>l libro, que el autor empezara por su magnífico boceto <strong>de</strong> la batalla <strong>de</strong> Waterloo,<br />

que redujera todo lo que antece<strong>de</strong> a algún relato hecho por Fabricio o sobre Fabricio mientras yace en el<br />

pueblo <strong>de</strong> Flan<strong>de</strong>s don<strong>de</strong> está herido. Seguramente la obra ganaría en ligereza. Los Del Dongo, padre e<br />

hijo, los <strong>de</strong>talles sobre Milán, todo eso no es el libro: el drama está en <strong>Parma</strong>, los principales personajes<br />

son el príncipe y su hijo, Mosca, Rassi, la duquesa, Palla Ferrante, Ludovico, Clelia, su padre, la<br />

Raversi, Giletti, Marietta. Consejeros inteligentes o amigos dotados <strong>de</strong> simple buen sentido habrían<br />

podido hacer <strong>de</strong>sarrollar algunas partes que al autor no le han parecido tan interesantes como son,<br />

habrían pedido la supresión <strong>de</strong> varios <strong>de</strong>talles inútiles pese a su agu<strong>de</strong>za. Por ejemplo, la obra no<br />

per<strong>de</strong>ría nada con que el abate Blanès <strong>de</strong>sapareciera enteramente.<br />

Yo iré más lejos y no transigiré ante esta hermosa obra sobre los verda<strong>de</strong>ros principios <strong>de</strong>l arte. <strong>La</strong><br />

ley dominante es la unidad en la composición; ya se coloque esta unidad en la i<strong>de</strong>a madre o bien en el<br />

plan, sin ella no hay nada más que confusión. Quiere <strong>de</strong>cirse que, a pesar <strong>de</strong>l título, la obra queda<br />

terminada cuando el con<strong>de</strong> y la con<strong>de</strong>sa Mosca vuelven a <strong>Parma</strong> y Fabricio es arzobispo. <strong>La</strong> gran<br />

comedia <strong>de</strong> la corte ha terminado.<br />

Tan bien terminada está y tan bien la ha sentido el autor que es en este lugar don<strong>de</strong> coloca su<br />

moraleja, como hacían antes nuestros antecesores al final <strong>de</strong> sus fabulaciones.<br />

«Se pue<strong>de</strong> sacar esta moraleja —dice—: el hombre que se acerca a la corte compromete su felicidad,<br />

si es feliz, y, en cualquier caso, hace <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>r su porvenir <strong>de</strong> las intrigas <strong>de</strong> una criada.<br />

»Por otra parte, en América, en la república, hay que aburrirse todo el día haciendo la corte<br />

seriamente a los ten<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> la calle y volverse tan tonto como ellos; y allí nada <strong>de</strong> ópera.»<br />

Si, bajo la púrpura romana y la cabeza bajo la mitra, Fabricio ama a Clelia convertida en marquesa<br />

<strong>de</strong> Crescenzi y el autor nos lo cuenta, quiere hacer <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> este joven el tema <strong>de</strong> su libro. Pero si<br />

quiere contar toda la vida <strong>de</strong> Fabricio, el autor, hombre tan sagaz, <strong>de</strong>be titular su libro FABRICIO, o el<br />

italiano en el siglo XIX. Para lanzarse a tal empresa, era necesario que no sobrepasaran a Fabricio<br />

figuras tan típicas, tan poéticas como lo son los príncipes, la Sanseverina, Mosca, Palla Ferrante.<br />

Fabricio <strong>de</strong>bería representar al joven italiano <strong>de</strong> este tiempo. Erigiendo a este mozo en la figura principal

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