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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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nacimiento, el lago <strong>de</strong> Como y el castillo paterno, a pesar <strong>de</strong> los peligros <strong>de</strong> su posición frente a Austria,<br />

muy severa por entonces. Estamos en 1821, época en la que no se bromeaba en cuestión <strong>de</strong> pasaporte. El<br />

prelado reconocido como Fabricio <strong>de</strong>l Dongo pue<strong>de</strong> ir a Spielberg. En esta parte <strong>de</strong>l libro el autor acaba<br />

la pintura <strong>de</strong> una hermosa cabeza, la <strong>de</strong> un abate Blanès, simple cura, que adora a Fabricio y que cultiva<br />

la astrología judicial. Este trato está hecho tan seriamente, resplan<strong>de</strong>ce en él una fe tan gran<strong>de</strong> en las<br />

ciencias ocultas que las bromas <strong>de</strong> que pue<strong>de</strong>n ser objeto estas ciencias sobre las que volveremos y que<br />

no se fundan, como se ha creído, en bases falsas, expiran en los labios <strong>de</strong> los incrédulos. Yo no sé cuál es<br />

la opinión <strong>de</strong>l autor, pero da razón al abate Blanès. El abate Blanès es en Italia un personaje verda<strong>de</strong>ro.<br />

Se ve en él lo verda<strong>de</strong>ro, como se ve si una cabeza <strong>de</strong> Tiziano es el retrato <strong>de</strong> un veneciano o una<br />

fantasía.<br />

… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … …<br />

Ocupémonos <strong>de</strong> Fabricio preso para centrar mi análisis <strong>de</strong> este capítulo, que es uno <strong>de</strong> los diamantes<br />

<strong>de</strong> esta corona.<br />

Ni el episodio <strong>de</strong> los ladrones en El Fraile, <strong>de</strong> Lewis, su Anaconda, que es su mejor obra, ni el<br />

interés <strong>de</strong> los últimos volúmenes <strong>de</strong> Anne Radcliffe, ni el <strong>de</strong> las peripecias <strong>de</strong> las novelas agrestes <strong>de</strong><br />

Cooper, ni nada <strong>de</strong> lo más extraordinario que conozco en los relatos <strong>de</strong> viaje y <strong>de</strong> presos se pue<strong>de</strong><br />

comparar con la reclusión <strong>de</strong> Fabricio en la fortaleza <strong>de</strong> <strong>Parma</strong>, a trescientos pies y pico <strong>de</strong> la primera<br />

explanada. Este espantoso encierro en una Vaucluse: en él Fabricio realiza el amor con Clelia, en él es<br />

feliz, en él <strong>de</strong>spliega el ingenio <strong>de</strong> los presos, y prefiere su prisión a lo más seductor que el mundo<br />

ofrece. <strong>La</strong> bahía <strong>de</strong> Nápoles sólo es bella con los ojos <strong>de</strong> la Elvira <strong>de</strong> <strong>La</strong>martine; pero en los ojos <strong>de</strong><br />

Clelia, en los trinos <strong>de</strong> su voz, hay universos. El autor pinta, como él sabe pintar, con pequeños hechos<br />

que tienen la elocuencia <strong>de</strong> la acción shakespeariana, los progresos <strong>de</strong>l amor en estas dos bellas<br />

criaturas, en medio <strong>de</strong> los peligros <strong>de</strong> una muerte inminente por envenenamiento. Esta parte <strong>de</strong>l libro la<br />

leerán, cortada la respiración, ávidos los ojos, todos los que tienen imaginación o solamente corazón. En<br />

ella todo es perfecto, rápido, real, sin inverosimilitud. Aquí, la pasión en toda su gloria, sus angustias,<br />

sus esperanzas, sus altibajos, sus abatimientos, sus inspiraciones, las única que igualan a las <strong>de</strong>l genio.<br />

Aquí nada se olvida. Aquí leeréis una enciclopedia <strong>de</strong> todos los recursos <strong>de</strong>l preso, sus maravillosos<br />

lenguajes en los que se vale <strong>de</strong> la naturaleza, los medios con que da vida al canto y sentido al ruido.<br />

Leído en prisión, este libro pue<strong>de</strong> causar la muerte a un preso o hacerle abrirse una salida <strong>de</strong> una cárcel.<br />

… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … …<br />

¡Le ayudará! [3] ¡Qué bella pintura la <strong>de</strong> esta italiana sumida en la <strong>de</strong>sesperación y que no pue<strong>de</strong><br />

escapar <strong>de</strong> esta corte odiada! Entonces —se dice—<br />

¡a<strong>de</strong>lante, infeliz mujer! (se llora leyendo estas gran<strong>de</strong>s palabras <strong>de</strong> las mujeres), ¡cumple tu <strong>de</strong>ber,<br />

finge que olvidas a Fabricio! ¡Olvidarle! Esta palabra la salva, hasta esta palabra no ha podido llorar. En<br />

consecuencia, la duquesa conspira, conspira con el primer ministro al que ha hecho caer en <strong>de</strong>sgracia<br />

ostensiblemente, pero que, por ella, pondría a <strong>Parma</strong> a sangre y fuego, mataría a todo el mundo, hasta al<br />

príncipe. Este verda<strong>de</strong>ro amante reconoce que es culpable, que es el último <strong>de</strong> los hombres. ¡Pobre<br />

disculpa ésta!; no creía a su señor tan falso ni tan cobar<strong>de</strong> ni tan cruel. Admite, pues, que su amada sea<br />

implacable. Le parece natural que, en este momento, Fabricio lo sea todo para ella, tiene esa <strong>de</strong>bilidad<br />

<strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s hombres por sus amantes y que les lleva a compren<strong>de</strong>r hasta la infi<strong>de</strong>lidad por la que<br />

pue<strong>de</strong>n morir. ¡El enamorado viejo es sublime! En la escena a la que Gina le ha hecho acudir para la<br />

ruptura, Mosca no se dice más que una palabra. Una sola noche ha hecho estragos en la duquesa.

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