La cartuja de Parma - Stendhal
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
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Esos dos retratos, comenzados con intenciones picantes, no tienen por lo <strong>de</strong>más nada <strong>de</strong> hiriente, nada<br />
que huela a venganza. Por más que monsieur Beyle no tenga nada que agra<strong>de</strong>cer a Metternich, que le negó<br />
el exequatur <strong>de</strong>l consulado <strong>de</strong> Trieste, y aunque el duque <strong>de</strong> Mó<strong>de</strong>na no pudo ver nunca con gusto al<br />
autor <strong>de</strong> Roma, Nápoles y Florencia, <strong>de</strong> Paseos por Roma, etc., estas dos figuras son <strong>de</strong> un gran gusto y<br />
<strong>de</strong> una alta conveniencia.<br />
He aquí lo que seguramente ha ocurrido en la elaboración misma <strong>de</strong> estas dos creaciones. Llevado<br />
por el entusiasmo necesario para quien maneja la arcilla y la espátula, el pincel y el color, la pluma y los<br />
tesoros <strong>de</strong> la naturaleza moral, monsieur Beyle, que partió para pintar una pequeña corte <strong>de</strong> Italia y un<br />
diplomático, acabó por el tipo <strong>de</strong> El príncipe y por el tipo <strong>de</strong> los primeros ministros. El parecido, que<br />
comenzó con la fantasía <strong>de</strong> los ingenios burlones, termina allí don<strong>de</strong> se le aparece al artista el genio <strong>de</strong><br />
las artes.<br />
Una vez hecho el convencionalismo <strong>de</strong> las máscaras, el lector, vivamente interesado, acepta el<br />
admirable paisaje <strong>de</strong> Italia que pinta el autor, la ciudad y todas las construcciones necesarias para sus<br />
relatos, que, en muchas partes, tienen la magia <strong>de</strong> un cuento oriental.<br />
… … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … … …<br />
El retrato <strong>de</strong>l príncipe Ernesto IV, la recepción <strong>de</strong> la duquesa, sus primeros tratos con cada personaje<br />
<strong>de</strong> la familia reinante, todos estos <strong>de</strong>talles son maravillas <strong>de</strong> ingenio, <strong>de</strong> profundidad, <strong>de</strong> concisión.<br />
Nunca jamás se ha pintado así el corazón <strong>de</strong> los príncipes, <strong>de</strong> los ministros, <strong>de</strong> los cortesanos y <strong>de</strong> las<br />
mujeres…<br />
Toda esta parte <strong>de</strong> la novela [2] es <strong>de</strong> una extraordinaria soli<strong>de</strong>z literaria. Esta pintura tiene la<br />
grandiosidad <strong>de</strong> un cuadro <strong>de</strong> cincuenta pies <strong>de</strong> largo por treinta <strong>de</strong> alto, y al mismo tiempo la factura, la<br />
ejecución es <strong>de</strong> una fineza holan<strong>de</strong>sa. Llegamos al drama, y el drama más completo, más penetrante, más<br />
extraño, más verídico, más profundamente ahondado en el corazón humano que jamás se inventara, pero<br />
que ciertamente ha existido en varias épocas y que reaparecerá en las cortes don<strong>de</strong> volverá a<br />
representarse, como Luis XIII y Richelieu, como Francisco II y Metternich, como Luis XV, la Dubarry y<br />
Choiseul lo representaron ya.<br />
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No hay en la obra una palabra que pueda hacer pensar en las voluptuosida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l amor ni inspirarlas.<br />
Aunque la duquesa, Mosca, Fabricio, el príncipe y su hijo, Clelia; aunque el libro y los personajes sean,<br />
<strong>de</strong> una y <strong>de</strong> otra parte, la pasión con todas sus furias, aunque sea Italia tal como es, con su sutileza, su<br />
disimulo, su astucia, su sangre fría, su tenacidad, su alta política en todo momento, <strong>La</strong> Chartreuse <strong>de</strong><br />
Parme es más casta que la más puritana <strong>de</strong> las novelas <strong>de</strong> Walter Scott. Hacer un personaje noble,<br />
grandioso, casi irreprochable, <strong>de</strong> una duquesa que hace feliz a un Mosca y no le oculta nada, <strong>de</strong> una tía<br />
que adora a su sobrino Fabricio, ¿no es una obra maestra? <strong>La</strong> Fedra <strong>de</strong> Racine, ese papel sublime <strong>de</strong> la<br />
escena francesa que el jansenismo no se atrevió a con<strong>de</strong>nar, no es tan bello, tan completo, tan animado…<br />
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A Fabricio le horroriza la canallocracia.<br />
A la voz <strong>de</strong>l gran diplomático, que le presenta la vida como es, vuelan las ilusiones <strong>de</strong>l joven. No<br />
había comprendido lo que para los jóvenes es incomprensible, el no tengáis celo <strong>de</strong> Talleyrand.<br />
—«Piensa —le dice Mosca— que una proclama, un capricho <strong>de</strong> corazón precipita al hombre<br />
entusiasta en el partido contrario a sus simpatías futuras.» —¡Qué frase!