18.04.2018 Views

La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

cosa: que no me obligue jamás a reaparecer en el país que abandono, y piense siempre que, en<br />

lugar <strong>de</strong> ciento cincuenta mil libras <strong>de</strong> renta, tendrá treinta o cuarenta mil a lo sumo. Todos<br />

los tontos le mirarán con la boca abierta, y ya sólo será consi<strong>de</strong>rado en la medida en que se<br />

preste a rebajarse a compren<strong>de</strong>r todas sus pequeñas i<strong>de</strong>as. ¡Tú lo has querido, Georges<br />

Dandin!<br />

Transcurridos ocho días se celebró la boda en Perusa, en una iglesia don<strong>de</strong> tienen sus tumbas los<br />

antepasados <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>. El príncipe estaba <strong>de</strong>sesperado. <strong>La</strong> duquesa recibió tres o cuatro correos suyos y<br />

le <strong>de</strong>volvió bajo sobre las cartas sin abrir. Ernesto V había otorgado al con<strong>de</strong> un regalo magnífico, y el<br />

gran cordón <strong>de</strong> su or<strong>de</strong>n a Fabricio.<br />

—Esto es lo que más me ha gustado <strong>de</strong> sus adioses. Nos hemos separado —<strong>de</strong>cía el con<strong>de</strong> a la nueva<br />

con<strong>de</strong>sa Mosca <strong>de</strong>lla Rovere— como los mejores amigos <strong>de</strong>l mundo; me ha dado una gran venera<br />

española y unos diamantes que valen más que la venera. Me ha dicho que me haría duque si no fuera<br />

porque quería reservarse ese medio para atraerla <strong>de</strong> nuevo a sus Estados. Tengo, pues, el encargo <strong>de</strong><br />

comunicar a usted, —¡bonita misión para un marido!— que si se digna tornar a <strong>Parma</strong>, aunque sólo sea<br />

por un mes, yo seré duque con el nombre que usted misma elija, y usted recibirá un hermoso territorio.<br />

<strong>La</strong> duquesa rechazó todo esto con un sentimiento parecido al horror. Después <strong>de</strong> la escena que tuvo<br />

lugar en el baile <strong>de</strong> la corte y que parecía bastante <strong>de</strong>cisiva, Clelia dio muestras <strong>de</strong> no acordarse más <strong>de</strong>l<br />

amor que había parecido compartir por un momento. Duros remordimientos se habían apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> su<br />

alma virtuosa y creyente. Fabricio lo adivinaba muy bien, y a pesar <strong>de</strong> todas las esperanzas que se<br />

esforzaba en cultivar, un sombrío dolor se había adueñado <strong>de</strong> su alma. Pero esta vez el dolor no le<br />

condujo a la clausura como en la época <strong>de</strong> la boda <strong>de</strong> Clelia.<br />

El con<strong>de</strong> había rogado a su sobrino que le contara con <strong>de</strong>talle todo lo que pasara en la corte, y<br />

Fabricio, que comenzaba a compren<strong>de</strong>r todo lo que le <strong>de</strong>bía, se prometió cumplir esta misión como un<br />

caballero.<br />

Lo mismo que toda la ciudad y que la corte, Fabricio creía que su amigo abrigaba el propósito <strong>de</strong><br />

volver al ministerio, y con más po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l que nunca tuviera.<br />

No tardaron en cumplirse las previsiones <strong>de</strong>l con<strong>de</strong>: antes <strong>de</strong> transcurridas seis semanas <strong>de</strong> su<br />

partida, Rassi era primer ministro; Fabio Conti, ministro <strong>de</strong> la Guerra, y las cárceles que el con<strong>de</strong> había<br />

<strong>de</strong>jado casi vacías se iban llenando <strong>de</strong> nuevo. El príncipe, al llamar a aquellas gentes al po<strong>de</strong>r, creyó<br />

vengarse <strong>de</strong> la duquesa; estaba loco <strong>de</strong> amor y odiaba particularmente al con<strong>de</strong> como a un rival.<br />

Fabricio estaba muy atareado; como monseñor <strong>La</strong>ndriani, que tenía setenta y dos años, había caído en<br />

un estado <strong>de</strong> gran <strong>de</strong>bilidad, y ya apenas salía <strong>de</strong> su palacio, el coadjutor tenía que suplirle en casi todas<br />

sus funciones.<br />

<strong>La</strong> marquesa Crescenzi, abrumada <strong>de</strong> remordimientos y asustada por su director espiritual, había<br />

hallado un excelente medio para sustraerse a las miradas <strong>de</strong> Fabricio. Con el pretexto <strong>de</strong> encontrarse en<br />

los últimos meses <strong>de</strong> su primer embarazo, había hecho <strong>de</strong> su palacio su propia prisión. Pero este palacio<br />

tenía un inmenso parque. Fabricio supo penetrar en él y colocó en la avenida preferida <strong>de</strong> Clelia gran<br />

cantidad <strong>de</strong> flores dispuestas en manojos y en cierto or<strong>de</strong>n que expresaba un lenguaje parecido al que<br />

empleara cada tar<strong>de</strong> en los últimos tiempos <strong>de</strong> su prisión en la torre Farnesio.<br />

Esta tentativa irritó mucho a la marquesa, sus estados <strong>de</strong> alma estaban presididos alternativamente

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!