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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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ecorriendo, con el microscopio en la mano, y a pie, las pequeñas ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> América; veré si<br />

<strong>de</strong>bo seguir amando a la única rival que usted tiene en mi corazón. Si recibe esta carta, señora<br />

baronesa, sin que ojos profanos la hayan leído antes que usted, man<strong>de</strong> cortar uno <strong>de</strong> los<br />

fresnos nuevos plantados a veinte pasos <strong>de</strong>l lugar don<strong>de</strong> yo tuve la osadía <strong>de</strong> hablarle por<br />

primera vez. Entonces haré enterrar, bajo el boj gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>l jardín que señaló una vez en mis<br />

días dichosos, una caja conteniendo esas cosas que hacen calumniar a las gentes <strong>de</strong> mis i<strong>de</strong>as.<br />

Me habría guardado muy bien <strong>de</strong> escribir si el zorro no me siguiera el rastro y no pudiera<br />

llegar hasta ese ser celestial. Ver el boj <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> quince días.<br />

«Como dispone <strong>de</strong> una imprenta —se dijo la duquesa—, no tardaremos en recibir una colección <strong>de</strong><br />

sonetos. ¡Sabe Dios qué nombre me dará en ellos!»<br />

<strong>La</strong> coquetería <strong>de</strong> la duquesa quiso hacer una prueba; estuvo ocho días indispuesta, y se acabaron las<br />

hermosas veladas en la corte. <strong>La</strong> princesa, muy escandalizada <strong>de</strong> todo lo que el miedo a su hijo la<br />

obligaba a hacer <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los primeros momentos <strong>de</strong> su viu<strong>de</strong>z, fue a pasar aquellos ocho días en un<br />

convento inmediato a la iglesia don<strong>de</strong> estaba enterrado el difunto príncipe. Esta interrupción <strong>de</strong> las<br />

veladas echó en brazos <strong>de</strong>l príncipe una enorme masa <strong>de</strong> ocio y dañó notablemente el crédito <strong>de</strong>l ministro<br />

<strong>de</strong> justicia. Ernesto V comprendió toda la extensión <strong>de</strong>l tedio que le amenazaba si la duquesa abandonaba<br />

la corte y <strong>de</strong>jaba simplemente <strong>de</strong> poner en ella la alegría. Al reanudarse las veladas, el príncipe se<br />

mostró cada vez más interesado por las comedias <strong>de</strong>ll'arte. Tenía el proyecto <strong>de</strong> representar un papel,<br />

pero no se atrevía a confesar esta ambición. Un día, sonrojándose un poco, dijo a la duquesa:<br />

—¿Por qué no había <strong>de</strong> representar yo también?<br />

—Estamos todos a las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> Vuestra Alteza. Si Vuestra Alteza se digna disponerlo, yo haré<br />

preparar el plan <strong>de</strong> una comedia; todas las escenas brillantes <strong>de</strong>l papel <strong>de</strong> Vuestra Alteza serán conmigo,<br />

y como los primeros días todo el mundo vacila un poco, si Vuestra Alteza tiene a bien mirarme con<br />

alguna atención, le diré las respuestas que <strong>de</strong>be dar.<br />

Todo quedó arreglado con infinita habilidad. El príncipe, muy tímido, se avergonzaba <strong>de</strong> su timi<strong>de</strong>z, y<br />

los esfuerzos <strong>de</strong> la duquesa por no atormentar aquella timi<strong>de</strong>z innata causaron honda impresión en el<br />

joven soberano.<br />

El día <strong>de</strong> su primera actuación, los ensayos comenzaron media hora antes que <strong>de</strong> costumbre, y en el<br />

momento <strong>de</strong> pasar a la sala <strong>de</strong> espectáculos, sólo había en ella ocho o diez mujeres <strong>de</strong> edad. Aquellas<br />

caras imponían muy poco al príncipe, y, por otra parte, educadas en Múnich en los verda<strong>de</strong>ros principios<br />

monárquicos, aplaudían siempre. Usando <strong>de</strong> su autoridad como mayordoma mayor, la duquesa cerró con<br />

llave la puerta por la que entraba al espectáculo el vulgo <strong>de</strong> los cortesanos. El príncipe, que tenía<br />

faculta<strong>de</strong>s literarias y una hermosa figura, se <strong>de</strong>sempeñó muy bien en sus primeras escenas; repetía con<br />

inteligencia las frases que leía en los ojos <strong>de</strong> la duquesa o que ésta le indicaba a media voz. En un<br />

momento en que los escasos espectadores aplaudían con todas sus fuerzas, la duquesa hizo una señal, se<br />

abrió la puerta <strong>de</strong> honor, y la sala <strong>de</strong> espectáculos se llenó en un momento con todas las mujeres bonitas<br />

<strong>de</strong> la corte, las cuales, viendo en el príncipe una expresión encantadora y unos aires muy interesantes,<br />

rompieron a aplaudir. El príncipe se sonrojó <strong>de</strong> gozo. Desempeñaba el papel <strong>de</strong> enamorado <strong>de</strong> la<br />

duquesa. Lejos <strong>de</strong> tener que sugerirle las palabras, al poco tiempo tuvo que inducirle a abreviar las<br />

escenas; hablaba <strong>de</strong> amor con un entusiasmo que a menudo perturbaba a la actriz; sus réplicas duraban

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