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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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yo traté como a un miserable el día <strong>de</strong> nuestros gran<strong>de</strong>s acontecimientos. A propósito, te advierto que se<br />

ha suprimido todo lo que aquí ha pasado. Si lees nuestra gaceta, verás que un escribiente <strong>de</strong> la ciuda<strong>de</strong>la,<br />

llamado Barbone, ha muerto <strong>de</strong> una caída <strong>de</strong>l carruaje. En cuanto a los sesenta y tantos granujas que yo<br />

hice matar a balazos cuando la emprendían con la estatua <strong>de</strong>l príncipe en los jardines, gozan <strong>de</strong> la más<br />

perfecta salud; lo que pasa es que están <strong>de</strong> viaje. El con<strong>de</strong> Zurla, ministro <strong>de</strong>l Interior, ha ido en persona<br />

a casa <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> esos infortunados héroes y ha entregado quince cequíes a sus familias o a sus<br />

amigos, con or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir que el difunto está <strong>de</strong> viaje, y bajo la amenaza muy expresa <strong>de</strong> ir a la cárcel si<br />

se le ocurría dar a enten<strong>de</strong>r que le habían matado. Un hombre <strong>de</strong> mi propio ministerio, Asuntos<br />

Exteriores, ha salido en misión cerca <strong>de</strong> los periodistas <strong>de</strong> Milán y <strong>de</strong> Turín a fin <strong>de</strong> que no se hable <strong>de</strong>l<br />

infortunado suceso —ésta es la frase consagrada—. Ese hombre <strong>de</strong>be ir luego a París y a Londres, a<br />

<strong>de</strong>smentir en los periódicos, y casi oficialmente, cuanto pudiera <strong>de</strong>cirse <strong>de</strong> nuestros disturbios. Otro<br />

agente ha salido para Bolonia y Florencia. Yo me he encogido <strong>de</strong> hombros.<br />

»Mas lo curioso, a mi edad, es que sentí un momento <strong>de</strong> entusiasmo al hablar a los soldados <strong>de</strong> la<br />

guardia y al arrancar las charreteras <strong>de</strong> ese mamarracho <strong>de</strong>l general P***. En aquel instante habría dado<br />

sin vacilar mi vida por el príncipe; ahora confieso que habría sido un modo bien necio <strong>de</strong> acabar. Hoy, el<br />

príncipe, con todo lo buen muchacho que es, daría cien escudos por que yo muriese <strong>de</strong> enfermedad;<br />

todavía no se atreve a pedirme la dimisión, pero hablamos lo más <strong>de</strong> tar<strong>de</strong> en tar<strong>de</strong> posible, y le envío<br />

una serie <strong>de</strong> pequeños informes por escrito, como lo hacía con el difunto príncipe <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong><br />

Fabricio. A propósito, todavía no he hecho pajaritas con la sentencia firmada contra él, por la sencilla<br />

razón <strong>de</strong> que ese miserable <strong>de</strong> Rassi no me la ha entregado. <strong>La</strong> sentencia sigue en vigor; no creo, sin<br />

embargo, que Rassi se atreviera por ahora a or<strong>de</strong>nar la <strong>de</strong>tención <strong>de</strong> vuestro sobrino, pero es posible que<br />

se atreva <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> quince días. Si Fabricio se empeña en venir a la ciudad, es preciso que se aloje en mi<br />

casa.<br />

—Pero, ¿y a qué se <strong>de</strong>be todo esto? —preguntó la duquesa muy sorprendida.<br />

—Han convencido al príncipe <strong>de</strong> que me doy aires <strong>de</strong> dictador y <strong>de</strong> salvador <strong>de</strong> la patria, y <strong>de</strong> que<br />

quiero manejarle como a un niño; es más: le han dicho que, refiriéndome a él, empleé la fatal expresión<br />

este niño. Pue<strong>de</strong> que sea cierto; aquel día estaba yo muy exaltado; por ejemplo, me parecía un gran<br />

hombre porque no tenía <strong>de</strong>masiado miedo en medio <strong>de</strong> los primeros tiros que oyera en su vida. No es<br />

tonto, y hasta tiene más inteligencia que su padre; en fin —nunca me cansaré <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirlo—, en el fondo es<br />

bueno y honesto; pero ese corazón sincero y joven se crispa cuando le cuentan un hecho vil, y cree que<br />

uno mismo tiene que tener el alma muy negra para notar semejantes cosas: ¡piense en la educación que ha<br />

recibido!…<br />

—Vuestra Excelencia <strong>de</strong>bió pensar que algún día sería el amo y poner a su lado un hombre<br />

inteligente.<br />

—En primer lugar, tenemos el ejemplo <strong>de</strong>l abate <strong>de</strong> Condillac, que, llamado por el marqués <strong>de</strong><br />

Felino, mi pre<strong>de</strong>cesor, no supo hacer <strong>de</strong> su discípulo sino el rey <strong>de</strong> los mentecatos. Iba a la procesión, y,<br />

en 1796, no supo tratar con el general Bonaparte, que habría triplicado la extensión <strong>de</strong> sus Estados. En<br />

segundo lugar, no creía yo que había <strong>de</strong> ser ministro diez años seguidos. Ahora que estoy <strong>de</strong>sengañado <strong>de</strong><br />

todo, y esto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace un mes, quiero reunir un millón antes <strong>de</strong> abandonar a sí mismo este avispero que<br />

he salvado. A no ser por mí, se habría instaurado la república en <strong>Parma</strong> durante dos meses, con el poeta<br />

Ferrante Palla <strong>de</strong> dictador.<br />

Este nombre hizo enrojecer a la duquesa; el con<strong>de</strong> no sabía nada.

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