La cartuja de Parma - Stendhal
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.
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XIX<br />
<strong>La</strong> ambición <strong>de</strong>l general Fabio Conti, exaltada hasta la locura por las dificulta<strong>de</strong>s que ahora se<br />
interponían en la carrera <strong>de</strong>l primer ministro Mosca, y que parecían anunciar su caída, le había llevado a<br />
hacer recriminaciones violentas a su hija. Le repetía constantemente, y con furia, que malograba su<br />
fortuna si no se <strong>de</strong>cidía por fin a elegir marido. A los veinte años cumplidos ya era hora <strong>de</strong> tomar partido.<br />
El estado <strong>de</strong> aislamiento cruel en que su obstinación insensata hundía al general <strong>de</strong>bía acabar <strong>de</strong> una vez,<br />
etc.<br />
Fue en primer lugar por sustraerse a las reprimendas <strong>de</strong> su padre por lo que Clelia se había refugiado<br />
en la pajarera; allí sólo se podía llegar por una escalerilla <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra cuya incomodidad era un obstáculo<br />
muy serio para la gota <strong>de</strong>l gobernador.<br />
Des<strong>de</strong> hacía algunas semanas, Clelia tenía el alma <strong>de</strong> tal modo perturbada, sabía tan poco ella misma<br />
qué era lo que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>sear, que, sin dar precisamente una palabra a su padre, se había <strong>de</strong>jado casi<br />
comprometer. En uno <strong>de</strong> aquellos accesos <strong>de</strong> furia, el general había vociferado que estaba <strong>de</strong>cidido a<br />
mandarla a aburrirse en el convento más triste <strong>de</strong> <strong>Parma</strong> y a <strong>de</strong>jarla pudrirse allí hasta que se dignase<br />
elegir marido.<br />
—Bien sabes que nuestra casa, aunque muy antigua, no reúne ni seis mil libras <strong>de</strong> renta, mientras que<br />
la fortuna <strong>de</strong>l marqués Crescenzi se eleva a más <strong>de</strong> cien mil escudos anuales. Todo el mundo en la corte<br />
está <strong>de</strong> acuerdo en reconocerle un carácter muy dulce; jamás dio motivo <strong>de</strong> queja a nadie; es muy guapo,<br />
joven, muy bien visto <strong>de</strong>l príncipe, y te digo que es preciso estar loca para rechazar sus homenajes. Si<br />
esa negativa fuera la primera, yo podría acaso tolerarla; pero ya son cinco o seis partidos, y <strong>de</strong> los<br />
primeros <strong>de</strong> la corte, los que has rechazado como una tontuela que eres. ¿Y qué sería <strong>de</strong> ti si me pusieran<br />
a medio sueldo? ¡Qué triunfo para mis enemigos si vieran alojado en un segundo piso a una persona como<br />
yo, que tantas veces he estado a las puertas <strong>de</strong>l ministerio! ¡No, vive Dios!, ¡<strong>de</strong>masiado tiempo me ha<br />
hecho ya mi benevolencia <strong>de</strong>sempeñar el papel <strong>de</strong> Casandro! Tendrás que exponerme alguna objeción<br />
válida contra ese pobre marqués Crescenzi que tiene la bondad <strong>de</strong> estar enamorado <strong>de</strong> ti, <strong>de</strong> querer<br />
tomarte por esposa sin dote y <strong>de</strong> asignarte una viu<strong>de</strong>dad <strong>de</strong> treinta mil libras <strong>de</strong> renta, con la cual podría<br />
al menos instalarme. ¡Vas a darme razones, o vive Dios que te casarás con él antes <strong>de</strong> dos meses!…<br />
De todo este sermón, una sola palabra había impresionado a Clelia: la amenaza <strong>de</strong> verse encerrada en<br />
un convento y, por consiguiente, alejada <strong>de</strong> la ciuda<strong>de</strong>la, y, para ayuda <strong>de</strong> males, en el momento en que la<br />
vida <strong>de</strong> Fabricio parecía pendiente sólo <strong>de</strong> un hilo, pues no pasaba mes sin que el rumor <strong>de</strong> su próxima<br />
muerte circulara <strong>de</strong> nuevo por la ciudad y por la corte. Por muchos razonamientos que se hiciera, no pudo<br />
resolverse a correr el riesgo <strong>de</strong> verse separada <strong>de</strong> Fabricio, y en el momento en que estaba temblando<br />
por su vida. Éste era para ella el mayor <strong>de</strong> los males, al menos el más inmediato.<br />
Y no porque, ni siquiera cerca <strong>de</strong> Fabricio, su corazón vislumbrara la perspectiva <strong>de</strong> la felicidad; le<br />
creía amado por la duquesa, y unos horribles celos le partían el alma. Pensaba constantemente en las<br />
ventajas <strong>de</strong> aquella mujer, tan unánimemente admirada. <strong>La</strong> extremada reserva que se imponía con<br />
Fabricio, el lenguaje <strong>de</strong> señales en que ella le había confinado por miedo <strong>de</strong> caer en alguna indiscreción:<br />
todo parecía conjurarse para privarla <strong>de</strong> los medios <strong>de</strong> llegar a algún esclarecimiento sobre el modo <strong>de</strong><br />
sentir <strong>de</strong> Fabricio respecto a la duquesa. Así, cada día la atormentaba más el horrible dolor <strong>de</strong> tener una<br />
rival en el corazón <strong>de</strong> Fabricio, y cada día se atrevía menos a exponerse al peligro <strong>de</strong> darle ocasión <strong>de</strong>