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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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ministro!», se dijo. <strong>La</strong> catedral, como muchas iglesias <strong>de</strong> Italia, sirve <strong>de</strong> pasadizo <strong>de</strong> una calle a otra; el<br />

con<strong>de</strong> vio <strong>de</strong> lejos a uno <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s vicarios <strong>de</strong>l arzobispo que atravesaba la nave.<br />

—Ya que le encuentro —le dijo—, tendrá la bondad <strong>de</strong> evitar a mi gota la terrible fatiga <strong>de</strong> subir a<br />

las habitaciones <strong>de</strong> monseñor el arzobispo. Le quedaría sumamente agra<strong>de</strong>cido si se dignara bajar a la<br />

sacristía.<br />

Al arzobispo le causó gran placer este mensaje; tenía mil cosas que <strong>de</strong>cir al ministro sobre Fabricio.<br />

Pero el ministro adivinó que tales cosas no eran más que frases, y no quiso escucharle.<br />

—¿Qué clase <strong>de</strong> hombre es Dugnani, vicario <strong>de</strong> San Pablo?<br />

—Poca inteligencia y mucha ambición —contestó el arzobispo—; pocos escrúpulos y una total<br />

pobreza, ¡pues nosotros tenemos vicios!<br />

—¡Caramba, monseñor! —exclamó el ministro—, pinta como Tácito —y se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> él sonriendo.<br />

Apenas <strong>de</strong> vuelta al ministerio, mandó llamar al abate Dugnani.<br />

—Usted dirige la conciencia <strong>de</strong> mi excelente amigo el fiscal general Rassi: ¿no tendrá nada que<br />

<strong>de</strong>cirme? —y sin otras palabras ni más ceremonias, <strong>de</strong>spidió a Dugnani.

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