18.04.2018 Views

La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—¿Qué hay que hacer? —dijo al con<strong>de</strong>, sin darse <strong>de</strong>masiada cuenta <strong>de</strong> lo que preguntaba y llevado<br />

<strong>de</strong> la costumbre <strong>de</strong> consultarle sobre todo.<br />

—En verdad no lo sé, Alteza Serenísima —respondió el con<strong>de</strong> como quien exhala el último suspiro.<br />

Apenas podía articular las palabras <strong>de</strong> su respuesta. Este tono <strong>de</strong> voz fue para el príncipe el primer<br />

consuelo que su orgullo herido hallara en aquella audiencia, y esta pequeña satisfacción le sugirió una<br />

frase grata para su amor propio.<br />

—Pues bien —dijo—, yo soy el más razonable <strong>de</strong> los tres; quiero <strong>de</strong>jar a un lado enteramente mi<br />

posición en el mundo, y voy a hablar como un amigo.<br />

Y añadió con una bonita sonrisa <strong>de</strong> con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia bien imitada <strong>de</strong> los felices tiempos <strong>de</strong> Luis XIV:<br />

—Como un amigo hablando a unos amigos. Señora duquesa —prosiguió—, ¿qué hay que hacer para<br />

que olvi<strong>de</strong> usted una resolución intempestiva?<br />

—<strong>La</strong> verdad es que no lo sé —contestó la duquesa con un hondo suspiro—; la verdad es que no sé<br />

nada: tal es el horror que me produce <strong>Parma</strong>.<br />

En esta frase no había ninguna intención <strong>de</strong> epigrama; se veía que la sinceridad misma hablaba por su<br />

boca.<br />

El con<strong>de</strong> se volvió vivamente a mirarla; el alma <strong>de</strong>l cortesano estaba escandalizada. Luego dirigió al<br />

príncipe una mirada suplicante. Con mucha dignidad y mucha calma, el príncipe <strong>de</strong>jó pasar un momento;<br />

luego, dirigiéndose al con<strong>de</strong>:<br />

—Ya veo —dijo— que su encantadora amiga está completamente fuera <strong>de</strong> sí; es muy sencillo: adora<br />

a su sobrino.<br />

Y volviéndose hacia la duquesa, añadió con la mirada más galante y al mismo tiempo con el gesto<br />

que se adopta para <strong>de</strong>cir una frase <strong>de</strong> comedia:<br />

—¿Qué hay que hacer para contentar a esos hermosos ojos?<br />

<strong>La</strong> duquesa había tenido tiempo <strong>de</strong> reflexionar. En tono firme y lento, y como quien expone un<br />

ultimátum respondió:<br />

—Su Alteza tendría que escribirme una carta amable, como sabe hacerlo; me diría que, no estando<br />

convencido <strong>de</strong> la culpabilidad <strong>de</strong> Fabricio <strong>de</strong>l Dongo, primer gran vicario <strong>de</strong>l arzobispado, no firmará la<br />

sentencia cuando vengan a presentársela, y que este procedimiento injusto no surtirá ningún efecto en el<br />

porvenir.<br />

—¡Cómo injusto! —exclamó el príncipe enrojeciendo hasta lo blanco <strong>de</strong> los ojos y tornando a<br />

encolerizarse.<br />

—No es esto todo —replicó la duquesa con una altivez romana—: esta misma noche, y —añadió<br />

mirando el reloj— son ya las once y cuarto, esta misma noche Su Alteza Serenísima mandará <strong>de</strong>cir a la<br />

marquesa Raversi que le aconseja retirarse al campo a <strong>de</strong>scansar <strong>de</strong> las fatigas que ha <strong>de</strong>bido producirle<br />

cierto proceso <strong>de</strong> que ella hablaba en su salón a primera hora <strong>de</strong> la noche.<br />

El príncipe se paseaba por su gabinete como un hombre furioso.<br />

—¿Viose jamás mujer como ésta?… —exclamó—. Me está faltando al respeto.<br />

<strong>La</strong> duquesa respondió con una gracia perfecta:<br />

—Jamás en mi vida se me ocurrió la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> faltar al respeto a Su Alteza Serenísima; Su Alteza ha<br />

tenido la extremada con<strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> afirmar que hablaba como un amigo a unos amigos. Por lo<br />

<strong>de</strong>más, no tengo ningún <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> permanecer en <strong>Parma</strong> —añadió mirando al con<strong>de</strong> con el mayor

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!