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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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XIV<br />

Mientras Fabricio se <strong>de</strong>dicaba a la caza <strong>de</strong>l amor en un pueblecillo cercano a <strong>Parma</strong>, el fiscal general<br />

Rassi, que no le sabía tan cerca <strong>de</strong> él, continuaba llevando su asunto como si se tratara <strong>de</strong> un liberal;<br />

aparentó no po<strong>de</strong>r encontrar testigos <strong>de</strong> <strong>de</strong>scargo, o más bien los intimidó. Por fin, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un trabajo<br />

muy estudiado que duró cerca <strong>de</strong> un año, y pasados dos meses <strong>de</strong>l último retorno <strong>de</strong> Fabricio a Bolonia,<br />

un viernes, la marquesa Raversi, loca <strong>de</strong> alegría, dijo públicamente en su salón que, al día siguiente,<br />

sería presentada a la firma <strong>de</strong>l príncipe y aprobada por éste la sentencia que acababa <strong>de</strong> ser pronunciada,<br />

hacía una hora, contra el joven Del Dongo. A los pocos minutos, supo la duquesa estas palabras <strong>de</strong> su<br />

enemiga.<br />

«¡Muy mal servido tiene que estar el con<strong>de</strong> por sus agentes! —se dijo—. Todavía esta mañana creía<br />

que la sentencia no se podría pronunciar antes <strong>de</strong> ocho días. Acaso no le disgustaría alejar <strong>de</strong> <strong>Parma</strong> a mi<br />

joven gran vicario; pero —añadió cantando—, ya volvería, y algún día será nuestro arzobispo.» <strong>La</strong><br />

duquesa llamó.<br />

—Reúna a todos los criados en la sala <strong>de</strong> espera —dijo a su mayordomo—, incluso a los cocineros.<br />

Vaya a pedir al comandante <strong>de</strong> la plaza el permiso necesario para disponer <strong>de</strong> cuatro caballos <strong>de</strong> posta, y<br />

que antes <strong>de</strong> media hora estén aquí enganchados a mi landó.<br />

Todas las mujeres <strong>de</strong> la casa se aplicaron a hacer baúles. <strong>La</strong> duquesa se vistió a toda prisa un atavío<br />

<strong>de</strong> viaje, todo ello sin comunicar nada al con<strong>de</strong>; la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> burlarse <strong>de</strong> él la entusiasmaba.<br />

—Amigos míos —dijo a los domésticos congregados—, acabo <strong>de</strong> saber que mi pobre sobrino va a<br />

ser con<strong>de</strong>nado en rebeldía por haber tenido la audacia <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r su vida contra un frenético, contra ese<br />

Giletti que quería matarle. Todos vosotros habéis podido ver lo dulce e inofensivo <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong><br />

Fabricio. Justamente indignada por esta injuria atroz, me traslado a Florencia. Dejo a cada uno <strong>de</strong><br />

vosotros su soldada durante diez años; si os veis apurados, escribidme, y mientras yo tenga un cequí,<br />

siempre habrá algo para vosotros.<br />

<strong>La</strong> duquesa pensaba exactamente lo que <strong>de</strong>cía, y a sus últimas palabras, los criados rompieron a<br />

llorar. También ella tenía los ojos húmedos, y añadió con voz conmovida:<br />

—Rogad a Dios por mí y por monseñor Fabricio <strong>de</strong>l Dongo, primer gran vicario <strong>de</strong> la diócesis, que<br />

mañana por la mañana va a ser con<strong>de</strong>nado a galeras o, lo que sería menos estúpido, a muerte.<br />

<strong>La</strong>s lágrimas <strong>de</strong> los domésticos corrieron en mayor abundancia, y poco a poco se fueron cambiando<br />

en gritos casi subversivos. <strong>La</strong> duquesa montó en su carroza y se hizo conducir al palacio <strong>de</strong>l príncipe. A<br />

pesar <strong>de</strong> la hora inoportuna, solicitó una audiencia por mediación <strong>de</strong>l general Fontana, ayudante <strong>de</strong><br />

campo <strong>de</strong> servicio; la duquesa no iba vestida <strong>de</strong> traje <strong>de</strong> corte, lo que sumió al ayudante <strong>de</strong> campo en<br />

profundo estupor. En cuanto al príncipe, no se sorprendió, ni menos se sintió molesto por aquella petición<br />

<strong>de</strong> audiencia. «Vamos a ver correr las lágrimas <strong>de</strong> unos hermosos ojos —se dijo frotándose las manos—.<br />

Viene a pedir gracia; ¡por fin se va a humillar esta altiva beldad! ¡Resultaba <strong>de</strong>masiado insoportable con<br />

sus aires <strong>de</strong> in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia! Esos ojos tan expresivos parecían siempre <strong>de</strong>cirme: Nápoles o Milán serían<br />

una resi<strong>de</strong>ncia mucho más agradable que su pequeña ciudad <strong>de</strong> <strong>Parma</strong>. En verdad, yo no reino sobre<br />

Nápoles o Milán; pero por fin esta gran dama viene a suplicarme algo que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> sólo <strong>de</strong> mí y que ar<strong>de</strong><br />

en <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> obtener; siempre pensé que la llegada <strong>de</strong> ese sobrino me traería alguna ventaja.»<br />

Mientras le hacían sonreír estos pensamientos y se entregaba a todas las previsiones agradables, el

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