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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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campesinos empleados en la excavación <strong>de</strong>l con<strong>de</strong> Mosca, y que la Raversi preten<strong>de</strong>; pagados por<br />

usted para ayudarle en un crimen, treinta y dos estaban en el fondo <strong>de</strong> su zanja, ocupados en su<br />

trabajo, cuando usted cogió el cuchillo <strong>de</strong> caza y lo empleó en <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r su propia vida contra el<br />

hombre que le atacaba <strong>de</strong> improviso. Dos <strong>de</strong> ellos, que estaban fuera <strong>de</strong> la zanja, gritaron a los otros:<br />

«¡Que asesinan a monsignore!». Sólo este grito basta para <strong>de</strong>mostrar su inocencia en todo su<br />

esplendor. Pues bien: el fiscal general Rassi preten<strong>de</strong> que esos dos hombres han <strong>de</strong>saparecido; más<br />

aún, han sido habidos ocho <strong>de</strong> los hombres que estaban en el fondo <strong>de</strong> la zanja; en el primer<br />

interrogatorio, seis <strong>de</strong> ellos <strong>de</strong>clararon haber oído el grito «¡que asesinan a monsignore!». He sabido,<br />

por vías indirectas, que en el quinto interrogatorio, que tuvo lugar ayer tar<strong>de</strong>, cinco han <strong>de</strong>clarado<br />

que no recuerdan bien si habían oído directamente aquel grito o si sólo se lo había repetido algún<br />

compañero. Se han dado ór<strong>de</strong>nes para que se averigue el domicilio <strong>de</strong> esos excavadores, y los curas<br />

<strong>de</strong> sus parroquias les harán compren<strong>de</strong>r que se con<strong>de</strong>nan si, por ganar unos escudos, se <strong>de</strong>jan obligar<br />

a la alteración <strong>de</strong> la verdad.<br />

El bueno <strong>de</strong>l arzobispo se extendía en <strong>de</strong>talles infinitos, como pue<strong>de</strong> juzgarse por lo que acabamos <strong>de</strong><br />

copiar. Luego, añadía, sirviéndose <strong>de</strong> la lengua latina:<br />

Este asunto es nada menos que una tentativa <strong>de</strong> cambio <strong>de</strong> ministerio. Si le con<strong>de</strong>nan, sólo<br />

pue<strong>de</strong> ser a galeras o a muerte, y en este caso yo intervendría <strong>de</strong>clarando, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi púlpito<br />

episcopal, que sé que es inocente, que se ha limitado a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r su vida contra un forajido y,<br />

en fin, que yo le he prohibido volver a <strong>Parma</strong> mientras sus enemigos continúen triunfando. Me<br />

propongo incluso anatematizar, como lo merece, al fiscal general; el odio a ese hombre es tan<br />

común como rara la estimación por su carácter. Pero en fin, la víspera <strong>de</strong>l día en que el fiscal<br />

haya <strong>de</strong> pronunciar sentencia tan injusta, la duquesa Sansevetina abandonará la ciudad y<br />

acaso los Estados <strong>de</strong> <strong>Parma</strong>: en tal caso, no cabe duda <strong>de</strong> que el con<strong>de</strong> presentará la dimisión.<br />

Entonces, muy probablemente, el general Fabio Conti ascen<strong>de</strong>rá al ministerio, y la marquesa<br />

Raversi triunfaría. Lo peor <strong>de</strong> su asunto es que no se ha encargado a ningún hombre entendido<br />

<strong>de</strong> dirigir las gestiones necesarias para probar su inocencia y <strong>de</strong>nunciar las tentativas hechas<br />

para sobornar testigos. El con<strong>de</strong> cree <strong>de</strong>sempeñar su papel, pero es <strong>de</strong>masiado gran señor<br />

para <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r a ciertos <strong>de</strong>talles; a<strong>de</strong>más, en su calidad <strong>de</strong> ministro <strong>de</strong> policía, ha tenido que<br />

dar, en el primer momento, las ór<strong>de</strong>nes más severas contra usted. ¿Me atreveré a <strong>de</strong>cirlo?:<br />

nuestro soberano señor le cree culpable, o al menos simula esta creencia, y pone cierta acritud<br />

en este asunto.<br />

(<strong>La</strong>s palabras correspondientes a nuestro soberano señor y simula esta creencia estaban en griego, y<br />

Fabricio agra<strong>de</strong>ció infinitamente al arzobispo que osara escribirlas. Cortó con una navajita aquella línea<br />

<strong>de</strong> la carta y la <strong>de</strong>struyó inmediatamente.)<br />

Fabricio se interrumpió veinte veces leyendo esta epístola, transido <strong>de</strong> gratitud, y respondió en<br />

seguida con una carta <strong>de</strong> ocho páginas. Más <strong>de</strong> una vez tuvo que levantar la cabeza para que sus lágrimas<br />

no cayesen sobre el papel. Al día siguiente, en el momento <strong>de</strong> cerrar la carta, le pareció <strong>de</strong> un tono<br />

<strong>de</strong>masiado mundano. «Voy a escribirla en latín —se dijo—; así le parecerá más conveniente al digno

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