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La cartuja de Parma - Stendhal

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

HENRI BEYLE, STENDHAL (Grenoble, 1783 - París, 1842), fue uno de los escritores franceses más influyentes del siglo XIX. Abandonó su casa natal a los dieciséis años y poco después se alistó en el ejército de Napoleón, con el que recorrió Alemania, Austria y Rusia. Su actividad literaria más influyente comenzó tras la caída del imperio napoleónico: en 1830 publicó Rojo y negro, y en 1839 La Cartuja de Parma. Entre sus obras también destacan sus escritos autobiográficos, Vida de Henry Brulard y Recuerdos de egotismo. Tras ser cónsul en Trieste y Civitavecchia, en 1841 regresó a París, donde murió un año más tarde.

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Sanguigna, frente a Colorno (el Versalles <strong>de</strong> los príncipes <strong>de</strong> <strong>Parma</strong>); estas excavaciones se extendían en<br />

la explanada inmediata a la carretera general que conduce <strong>de</strong> <strong>Parma</strong> al puente <strong>de</strong> Casal–Maggiore,<br />

primera ciudad <strong>de</strong> Austria. Los excavadores estaban dividiendo la llanura con una larga zanja, <strong>de</strong> ocho<br />

pies <strong>de</strong> profundidad y lo más estrecha posible; se trataba <strong>de</strong> buscar, a lo largo <strong>de</strong> la antigua vía romana,<br />

las ruinas <strong>de</strong> un segundo templo que, según <strong>de</strong>cían en la comarca, existía aún en la Edad Media. A pesar<br />

<strong>de</strong> las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong>l príncipe, varios campesinos veían con <strong>de</strong>sazón sus tierras atravesadas por aquellas<br />

largas zanjas. Por mucho que les dijeran, se imaginaban que aquella gente andaba a la busca <strong>de</strong> un tesoro,<br />

y la presencia <strong>de</strong> Fabricio convenía especialmente para impedir cualquier disturbio. No se aburría, pues<br />

seguía aquellos trabajos con pasión, <strong>de</strong> vez en cuando se encontraba alguna medalla, y no quería dar<br />

tiempo a que los excavadores se pusieran <strong>de</strong> acuerdo entre ellos para escamotearla.<br />

El día era hermoso; serían las seis <strong>de</strong> la mañana; había pedido prestada una vieja escopeta <strong>de</strong> un<br />

cañón, y disparó a un grupo <strong>de</strong> alondras; una <strong>de</strong> ellas fue a caer herida a la carretera general. Fabricio<br />

corrió a buscarla y divisó <strong>de</strong> lejos un vehículo que venía <strong>de</strong> <strong>Parma</strong> en dirección a la frontera <strong>de</strong><br />

CasalMaggiore. Acababa <strong>de</strong> volver a cargar su escopeta, cuando en el <strong>de</strong>startalado coche que se<br />

acercaba muy <strong>de</strong>spacio reconoció a Marietta; con ella iban el <strong>de</strong>sgarbado Giletti y aquella mujer <strong>de</strong> edad<br />

a la que Marietta hacía pasar por su madre.<br />

Giletti imaginó que Fabricio se había apostado en medio <strong>de</strong> la carretera con una escopeta en la mano<br />

para insultarle, y acaso para robarle a la Marietta. Como hombre valiente, saltó <strong>de</strong>l coche; llevaba en la<br />

mano izquierda un pistolón roñoso y en la <strong>de</strong>recha una espada, metida aún en su vaina, <strong>de</strong> la que se servía<br />

cuando las necesida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l elenco obligaban a confiarle algún papel <strong>de</strong> marqués:<br />

—¡Ah, bandido! —exclamó—, me gusta mucho encontrarte aquí a una legua <strong>de</strong> la frontera; te voy a<br />

arreglar las cuentas; ya no estás protegido por tus medias moradas.<br />

Fabricio estaba entretenido en hacer señas a la Marietta y no se ocupaba apenas <strong>de</strong> las celosas<br />

vociferaciones <strong>de</strong> Giletti; pero <strong>de</strong> pronto vio a tres pies <strong>de</strong> su pecho el cañón <strong>de</strong> la pistola roñosa; sólo<br />

tuvo tiempo <strong>de</strong> dar un golpe a la pistola utilizando su escopeta como bastón: salió el pistoletazo, pero sin<br />

herir a nadie.<br />

—¡A ver si paras, canastos! —gritó Giletti al veturino; al mismo tiempo tuvo la <strong>de</strong>streza <strong>de</strong> saltar<br />

sobre el fusil <strong>de</strong> su adversario y mantenerlo <strong>de</strong>sviado <strong>de</strong> la dirección <strong>de</strong> su cuerpo; ambos tiraban <strong>de</strong>l<br />

arma con todas sus fuerzas. Giletti, mucho más vigoroso, con una mano <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la otra, avanzaba cada<br />

vez más hacia la batería, y estaba ya a punto <strong>de</strong> apo<strong>de</strong>rarse <strong>de</strong>l fusil, cuando Fabricio, para que no<br />

pudiera utilizarlo, disparó. Antes se había cerciorado bien <strong>de</strong> que la boca <strong>de</strong>l cañón estaba lo menos tres<br />

pulgadas más arriba <strong>de</strong>l hombro <strong>de</strong> Giletti; la <strong>de</strong>tonación se produjo muy cerca <strong>de</strong>l oído <strong>de</strong> este último.<br />

Se quedó un poco atolondrado, pero se rehízo en seguida.<br />

—¡Ah, canalla, quieres saltarme la tapa <strong>de</strong> los sesos! Te voy a dar tu merecido.<br />

Giletti <strong>de</strong>senvainó su espada <strong>de</strong> marqués y acometió a Fabricio con una <strong>de</strong>streza admirable. Fabricio<br />

estaba <strong>de</strong>sarmado y se vio perdido.<br />

Escapó hacia el carruaje, que se había <strong>de</strong>tenido a unos doce pasos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> Giletti; pasó a la<br />

izquierda y agarrándose a la ballesta <strong>de</strong>l coche, giró rápidamente en torno a éste y volvió a pasar muy<br />

cerca <strong>de</strong> la portezuela, que estaba abierta. Giletti, lanzado con sus largas piernas, y que no había tenido la<br />

i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> apoyarse en la ballesta, dio varios pasos en la primera dirección antes <strong>de</strong> que pudiera <strong>de</strong>tenerse.<br />

En el momento en que Fabricio pasaba junto a la portezuela abierta, oyó a Marietta que le <strong>de</strong>cía a media<br />

voz:

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