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STF Abril 18

Revista Oficial de la Diocesis de Parral

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SOBRE TODO LA FE ABRIL 20<strong>18</strong><br />

EDITORIAL<br />

LA QUE NOS ENSEÑA POR TESTIMONIO Y CONSEJO CÓMO IR A JESÚS<br />

¡MARÍA, MADRE<br />

DE LA IGLESIA!<br />

El Espíritu Santo guía a la Iglesia. Él anima este<br />

“Cuerpo Místico de Jesús”, o sea la comunidad de<br />

fe, el Pueblo de Dios. El Espíritu Santo es el alma<br />

de la Iglesia. Y la guía e instruye a través de la enseñanza<br />

de sus pastores, principalmente el Papa,<br />

también los obispos y demás pastores.<br />

Y suscita nuevas enseñanzas de acuerdo a las necesidades<br />

de cada momento. Así acaba de ocurrir hace unos días,<br />

cuando el Papa Francisco ha decretado la Institución de la fiesta<br />

litúrgica dedicada a la Santísima Virgen como Madre de la Iglesia.<br />

Un título que el Papa Pablo VI ya le dio en tiempos<br />

del Concilio Vaticano II.<br />

¡Madre de la Iglesia! memoria litúrgica<br />

que celebraremos a partir de este año el<br />

lunes siguiente al domingo de Pentecostés.<br />

Y, con el decreto, el Santo Padre proveyó<br />

textos y oraciones.<br />

Como dije, es el Espíritu Santo<br />

el que suscita estas iniciativas en la Iglesia.<br />

A mí me parece que la razón es que<br />

hoy día el mundo está muy necesitado<br />

de la “ternura de Dios”. En realidad es<br />

el corazón de la fe, creer que Dios nos<br />

ama, que nos ama infinitamente, en grado<br />

tal que nos ha dado todo, nos dio a su Hijo,<br />

así lo dice San Juan: “tanto amó Dios al mundo<br />

que le dio a su Hijo para que todo el que crea en Él<br />

no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).<br />

Este es el corazón del evangelio y de la revelación que<br />

con tanto amor Dios nos ha hecho: su amor, su tremendo e indudable<br />

amor que nos tiene. Y para que conozcamos más y mejor<br />

su amor despliega para nosotros una multitud de manifestaciones.<br />

Y la Sagrada Escritura refleja muchas veces su amor<br />

en forma de ternura, incluso a veces utiliza la imagen de una<br />

Madre para hablar de su infinito amor. Porque si un Padre (y<br />

Dios es Padre) y una Madre aman a sus hijos, es verdad que<br />

la figura paterna evoca más la protección, la seguridad, aquel<br />

Monseñor Eduardo Carmona Ortega<br />

OBISPO DE LA DIÓCESIS DE PARRAL<br />

que provee lo necesario para vivir. En cambio la figura materna<br />

expresa mejor el amor como caricia y consuelo, como ternura y<br />

comprensión.<br />

El amor paterno y el amor materno provienen de Dios,<br />

los dos. Dios es la fuente de todo amor. Por supuesto también<br />

del amor materno. Pero la revelación primeramente nos revela<br />

el amor de Dios como el de un Papá. Y cuando queremos hablar<br />

de Dios como origen también del amor materno lo referimos<br />

como “ternura”. Aquí es donde encaja muy bien el designio de<br />

Dios respecto de esa MUJER, la madre de Cristo, que en la cruz<br />

nos la dio como madre nuestra. Es verdad, la Santísima<br />

Virgen expresa de forma magnífica y clara la<br />

ternura de Dios, el amor de Dios hecho mujer,<br />

el amor de Dios en la expresión de una madre.<br />

Así tenemos, por providencia de Dios,<br />

la oportunidad de conocer su ternura, su<br />

cariño, su cuidado en la misión que Él le<br />

dio a ella. Y una vez experimentado el<br />

amor de Dios prolongado en el amor de<br />

Ella, no queda por menos que definirlo<br />

como amor materno y llamarla a ella<br />

con toda propiedad madre nuestra.<br />

Por eso la Iglesia, reconociendo en ella la<br />

ternura de Dios, la llama con propiedad<br />

madre nuestra. Pero si es madre de Cristo,<br />

que es la cabeza de la Iglesia, y la Iglesia es su<br />

cuerpo místico, entonces es muy apropiado llamarla<br />

y reconocerla como Madre de la Iglesia. Madre<br />

de todos nosotros.<br />

Y así ella no queda para nada extraña a nosotros, sino,<br />

como en una familia, ella está con nosotros, es de nosotros, no<br />

está aparte sino dentro, en la Iglesia, la primera redimida, la<br />

primera salvada. Y la que nos enseña por testimonio y consejo<br />

cómo ir a Jesús, como ser de Jesús.<br />

¡Madre de La Iglesia! bien le podemos decir saludándola<br />

con la “Salve” esas evocadoras palabras: “Muéstranos a<br />

Jesús, fruto bendito de tu vientre, oh clemente, oh piadosa, oh<br />

siempre Dulce Virgen María”

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