27.02.2018 Views

Apocalipsis Z - Manel Loureiro

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

11 April 2006 @ 20:41 hrs.<br />

ENTRADA 76<br />

Hacía calor en el fondo de aquella pequeña hondonada. El sol brillaba<br />

inmisericorde en medio de un limpio cielo azul y caía a plomo sobre Pritchenko<br />

y sobre mí, tumbados como lagartijas al lado del cada vez más pequeño charco<br />

de agua de lluvia, que se evaporaba a ojos vista en medio de aquella temperatura<br />

asfixiante. El aire vibraba con el calor y los escombros que estaban a más de diez<br />

metros de distancia parecían temblar a través de la atmósfera. El silencio era<br />

absoluto, solo roto por los ocasionales chasquidos y crujidos de las ruinas, al<br />

desmoronarse pequeños montones de piedras y por el pesado zumbido de las<br />

moscas. Hubo un momento en el que oímos a lo lejos el ladrido de varios perros,<br />

pero su sonido se perdió en la lejanía al cabo de unos minutos.<br />

Prit y yo habíamos tratado de construir un pequeño parasol con los restos de<br />

una sábana desgarrada, pero no teníamos cómo soportarla y finalmente,<br />

desistimos. Estábamos demasiado débiles como para realizar alardes de<br />

ingeniería.<br />

En realidad, nuestra situación era lamentable. Estábamos los dos solos,<br />

prácticamente desarmados, perdidos en medio de una ciudad abandonada y en<br />

parte arrasada, rodeados de miles de No Muertos, agotados, hambrientos y con<br />

una charca de agua sucia como toda bebida. No eran precisamente unas<br />

vacaciones en Acapulco.<br />

Estábamos sudando en medio de aquel calor tórrido. Me acerqué hasta el<br />

borde de la charca y bebí un poco de agua, haciendo un cuenco con las manos.<br />

Pude ver mi reflejo en la superficie. Sonreí. Mi imagen y la de Pritchenko eran<br />

asombrosamente parecidas. Después de más de una semana ambos lucíamos<br />

una incipiente barba, el pelo sucio y enmarañado, la ropa hecha jirones (en mi<br />

caso, un bañador y una camiseta harapienta, y a que el neopreno había quedado<br />

abandonado en aquel armario), la piel mugrienta y tiznada de carbonilla, las<br />

manos sucias y con las uñas rotas, las facciones afiladas por el hambre y<br />

supongo, un olor que en otra época calificaría como nauseabundo.<br />

Vamos, que un mendigo callejero de antes del <strong>Apocalipsis</strong> pasaría por<br />

gentleman a nuestro lado.<br />

Le dije a Viktor que si algún cliente de mi despacho me pudiese ver en ese<br />

estado no me reconocería. Entre risas, él me explicó que posiblemente Siunten no<br />

le contrataría a él tampoco con esas pintas.<br />

Me quedé pensativo, recordando que había pensado hacía tiempo en<br />

preguntarle al ucraniano qué demonios era Siunten, ya que esa empresa no me<br />

sonaba de nada. En realidad, pensé más fríamente, apenas sabía nada de mi<br />

pequeño compañero, sacando el hecho de que nos habíamos pasado una semana

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!