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Entre tanta lujuria, la suave brisa erizaba su piel al tiempo<br />
que el aire que exhalaban elevaba en la agitación torbellinos<br />
<strong>de</strong> libertinaje. Él arrancaba cada orgasmo <strong>de</strong> ella en frenesí<br />
<strong>de</strong>sbordado, siempre entregaba uno más en una sucesión<br />
interminable.<br />
<strong>No</strong> tenían límites para explorarse. Se daban el uno al otro<br />
livianamente y sus rostros ref lejaban fielmente lo que sus<br />
cuerpos sentían. <strong>No</strong> habrá pornografía o erotismo que supere el<br />
espectáculo que ellos daban cerca <strong>de</strong> las ventanas, las cortinas<br />
que se abrían y cerraban con el viento eran la mirilla para<br />
los vecinos <strong>de</strong> enfrente. Más <strong>de</strong> una vieja puritana moriría<br />
<strong>de</strong> envidia!<br />
Las salamandras marcaban el ritmo <strong>de</strong> su danza<br />
incendiándolo todo. Arrasaban abrasadoramente envolviendo<br />
el mediodía <strong>de</strong> una ciudad caliente. Agitaban el calor que<br />
<strong>de</strong> sus cuerpos nacía <strong>de</strong>jando sólo cenizas <strong>de</strong> las que ellos<br />
se reconstruían para seguir <strong>de</strong>spués, como si nada, guardando<br />
el secreto que los unía.<br />
La Eotsta