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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 - Elena G. de White

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por <strong>la</strong>s que Cristo murió. Perdieron todo lo que<br />

habían invertido, y robaron a Dios lo que <strong>de</strong>bían<br />

haberle entregado a él.<br />

Algunos a quienes se les confió un solo talento<br />

se excusan por que no tienen un número tan gran<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong> talentos como los que han recibido muchos.<br />

Como el mayordomo infiel ocultan ese único<br />

talento en <strong>la</strong> tierra. Temen dar a Dios lo que él les<br />

ha confiado. Se ocupan <strong>de</strong> negocios terrenales,<br />

pero invirtieron poco o nada, en <strong>la</strong> causa <strong>de</strong> Dios.<br />

Esperan que los que tienen muchos talentos<br />

carguen con <strong>la</strong> responsabilidad <strong>de</strong> <strong>la</strong> obra, y<br />

piensan que ellos no son responsables <strong>de</strong> su<br />

progreso y éxito.<br />

Cuando el Maestro venga a arreg<strong>la</strong>r cuentas<br />

con sus siervos, los siervos insensatos admitirán<br />

confundidos: “Señor, te conocía que eres hombre<br />

duro, que siegas don<strong>de</strong> no sembraste y recoges<br />

don<strong>de</strong> no esparciste; por lo cual tuve miedo<br />

(¿Miedo <strong>de</strong> qué? De que el Señor pidiera una<br />

porción <strong>de</strong>l pequeño talento que les había<br />

confiado), y fui y escondí tu talento en <strong>la</strong> tierra;<br />

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