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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 - Elena G. de White

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ecibieron, porque él se dirigía a Jerusalén, y no dio<br />

señal <strong>de</strong> querer permanecer con ellos. No abrieron<br />

sus puertas al Huésped celestial, y no lo instaron a<br />

que se quedase con ellos, aunque lo vieron fatigado<br />

por el viaje, y ya llegaba <strong>la</strong> noche. No dieron señal<br />

<strong>de</strong> que realmente <strong>de</strong>seaban a Jesús. Los discípulos<br />

sabían que él quería permanecer allí esa noche, y<br />

sintieron tan profundamente el <strong>de</strong>saire hecho a su<br />

Señor que se enojaron, y le rogaron a Jesús que<br />

<strong>de</strong>mostrara un justo resentimiento e hiciera bajar<br />

fuego <strong>de</strong>l cielo <strong>para</strong> consumir a los que así lo<br />

habían ofendido. Pero él los reprendió por su<br />

indignación y celo por su honor, y les dijo que él<br />

venía no <strong>para</strong> traer juicio, sino <strong>para</strong> mostrar<br />

misericordia.<br />

Esta lección <strong>de</strong> nuestro Salvador es <strong>para</strong> usted<br />

y <strong>para</strong> mí. No <strong>de</strong>bemos permitir que el<br />

resentimiento penetre en nuestro corazón. Cuando<br />

somos insultados, no <strong>de</strong>bemos respon<strong>de</strong>r con<br />

insultos. ¡Oh celos y ma<strong>la</strong>s presunciones, cuánto<br />

mal habéis causado! ¡Cómo habéis transformado <strong>la</strong><br />

amistad y el amor en amargura y odio! Debemos<br />

ser menos orgullosos, menos sensibles, tener<br />

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