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Se recomendó la elaboración de un nuevo catálogo de inmuebles con valor patrimonial que incluyera la arquitectura representativa<br />

del siglo XX. En la imagen, planta alta del edificio que albergó el almacén Fabricas de Francia. Foto: Héctor Crispín.<br />

Este enfoque es complementario de aquél que, ya desde<br />

hace también algún tiempo, se maneja en relación con<br />

el patrimonio cultural edificado, en el que se propone la<br />

idea de que los edificios considerados monumentos deben<br />

trabajar para su propio mantenimiento; es decir, deben<br />

albergar actividades, o en la jerga del urbanismo, funciones,<br />

que permitan la generación de recursos económicos para<br />

su mantenimiento, en cantidad suficiente y proporcional<br />

a su importancia arquitectónica y dimensiones físicas para<br />

asegurar su pervivencia.<br />

Las ciudades se han considerado como cuna de la modernidad,<br />

auspiciado por el hecho de albergar a las actividades<br />

económicas y a las instituciones políticas y sociales nacidas<br />

de la revolución industrial, a pesar de que la ciudad como<br />

realidad material se remonta en el tiempo a otras épocas.<br />

Su crecimiento físico y capacidad para albergar y diversificar<br />

actividades económicas y de servicios, cada vez más<br />

complejas, contribuyeron a transformar rápidamente su relación<br />

con los entornos rurales y las mentalidades de sus<br />

residentes.<br />

La dinámica del crecimiento urbano del siglo XX confrontó<br />

en su expansión y transformación a los llamados cascos históricos,<br />

introduciendo cada vez más modificaciones físicas<br />

que permitieran albergar de una mejor manera las actividades<br />

y dispositivos tecnológicos emergentes. Una de las primeras<br />

víctimas de esta refuncionalización fue el patrimonio<br />

en una doble circunstancia; por un lado la obsolescencia<br />

funcional de sus espacios urbanos y arquitectónicos, y por<br />

otro en el imaginario colectivo. También la obsolescencia<br />

de sus mensajes y representaciones estéticas como símbolos<br />

de épocas pasadas, y la expresión de los cambios en<br />

los gustos de los grupos sociales y políticos de las élites<br />

urbanas.<br />

Los nuevos requerimientos funcionales, urbanos y arquitectónicos<br />

demandados por actividades comerciales e industriales<br />

en expansión; el desarrollo demográfico de las ciudades,<br />

atraídos por los empleos generados por una economía urbana<br />

en crecimiento, se tradujo en no pocas ocasiones en una destrucción<br />

significativa de este legado histórico.<br />

Los elementos de la modernidad urbana de finales del<br />

siglo XIX, y principios del siglo XX, hoy son parte de la<br />

historia social, urbana y arquitectónica de nuestras ciudades,<br />

ahora amenazados por las transformaciones impulsadas<br />

por la globalización como son los casos, para<br />

poner algunos ejemplos significativos, de las estaciones<br />

de ferrocarril, de las instalaciones fabriles y de los desarrollos<br />

urbanos que en su momento desbordaron los<br />

límites de la traza urbana histórica.<br />

En efecto, desde hace poco más de veinticinco años, se<br />

ha venido conformando en el mundo una nueva visión del<br />

desarrollo, para algunos reducida simplemente al concepto<br />

de la globalización económica. Esta vez; sin embargo, el<br />

gran motor de las transformaciones se sitúa en la creciente<br />

importancia de la ciencia y la tecnología, en los saberes,<br />

en el mejor aprovechamiento de los patrimonios culturales,<br />

tangibles e intangibles, que forman parte de la herencia de<br />

las naciones.<br />

El ejemplo de la informática y sus aplicaciones en todos los<br />

ámbitos de la actividad humana es ilustrativo, ella ha transformado<br />

nuestra relación con el trabajo, cualquiera que<br />

CUETLAXCOAPAN 4<br />

Año 3 / Núm. 12 / invierno 2017

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