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“El Centro Histórico evoca en el fondo de sí mismo un espíritu de lugar, valor que le reconoce el mundo, quien desde 1987 celosamente nos observa…” Foto: Pedro Palacios.<br />

tres décadas del reconocimiento como patrimonio de la<br />

A humanidad, el Centro Histórico de Puebla, o gran parte<br />

del mismo para ser preciso, está más vivo y reluciente que<br />

nunca. Conserva vida urbana intensa; fortalece su ancestral<br />

vocación cultural y educativa, venero inagotable. Por sus calles<br />

fluye un turismo que la ciudad retiene mejor, debido a una<br />

promoción profesional que ha elevado la calidad en la oferta<br />

hotelera y puesto en valor cultural una diversidad de sitios de<br />

interés. Significativamente, se comprende que su Zona Monumental,<br />

raíz, tronco y fronda de lo poblano, contiene la ciudad<br />

de origen construida por nuestros mayores.<br />

En esencia, lo que nuestro Centro Histórico ofrece al mundo<br />

y a sus ciudadanos es la conciencia lúcida de haber sido crisol<br />

de humanidad, manifiesto en la alegría de vivir, el Nuevo Mundo<br />

no tenía por qué ser una exportación del valle de lágrimas.<br />

Cierto, la Puebla de los Ángeles representó para sus fundadores<br />

la idea de estar construyéndose un modo de ser que<br />

no existía y de transformar en humano lo que hasta entonces<br />

–tras de 12 años de agravios y penuria– había sido dominación<br />

militar sobre los naturales de esta tierra. En el curso de los<br />

siglos, dicho ideal adquirió sentido de grandeza que cristalizó<br />

en una vida cotidiana predispuesta hacia lo grande a través del<br />

dominio maestro de lo pequeño. Ejemplos: una diminuta pieza<br />

de azulejo ofreciéndose en innumerables efectos hacia el<br />

cielo; un modesto ladrillo desplegado de múltiples formas arquitectónicas<br />

y para distintos usos y así, toda realización diaria<br />

que los sobrevive, conserva un halo de voluntad casi cósmica<br />

en que está impreso su carácter de la época.<br />

Por eso el Centro Histórico evoca en el fondo de si mismo un<br />

espíritu de lugar, valor que le reconoce el mundo, quien desde<br />

1987 celosamente nos observa, a grado tal que el nombramiento<br />

de ciudad patrimonio significa responsabilidad y no un<br />

gratuito título a perpetuidad. 2<br />

Hoy es común aceptar que Puebla es conjunción de opuestos:<br />

tradición y modernidad; sin embargo, la Puebla de<br />

entonces, es decir, como proyecto, emergió cual crisol de<br />

modernidad humana, cristiana y es con ese principio que se<br />

funda la tradición. No caben equívocos: su origen, su razón<br />

de ser, fue la entrada del estado español en la modernidad.<br />

Debido a ello, el reconocimiento por la Unesco, como patrimonio<br />

cultural de la humanidad, fue la anticipación de un<br />

momento global, gratificante para recuperar la memoria colectiva<br />

de su pasado ilustre, vivido como lugar de encuentro<br />

multicultural: concebido como patrimonio de patricios,<br />

hábitat de inclusión y en retrospectiva actual: panteón de<br />

nuestros antepasados. Justo por ello, la responsabilidad de<br />

conservarlo vivo –en materia y espíritu– es enorme, máxime<br />

cuando observamos que su atención postrera, jamás fue de<br />

un avanzar sobre confortable sendero luminoso, sino más<br />

bien, significó un transitar zigzagueante –incluidos dos pasos<br />

adelante y uno hacia atrás– en tiempo y en espacio:<br />

así, vimos por momentos para su bien, impulsarse en él<br />

acertadas políticas de intervención urbana, incluso anticiparse<br />

años al nombramiento, o sea, el aflorar de la voluntad<br />

política para generar las condiciones que lo hicieran posible;<br />

otras veces hubo reflujo. En los noventa, por ejemplo;<br />

justo cuando el futuro parecía más que promisorio, la arbitrariedad<br />

del gobierno estatal se tradujo en la dislocación<br />

de la vida de sus barrios antiguos y de bellas y tranquilas<br />

colonias modernas, arrasadas sin conmiseración: La Luz, El<br />

Alto, parte del de Analco…, la ribera antigua del río de san<br />

Francisco, los cascos de fábricas; ello mientras el deterioro<br />

de otros barrios también era patente: el del Parral cuando<br />

no sucio, en abandono completo. A principios de este siglo,<br />

vimos la intervención del barrio de San Antonio, de<br />

buena fe pero sin intentar comprender, antes de tocarlo, su<br />

compleja naturaleza social. Hoy mismo, los barrios de Santa<br />

Rosa, La Merced, San Sebastián, el Señor de los Trabajos,<br />

San Pablo de los naturales, San José, Santa Mónica, la Soledad,<br />

el Refugio y San Miguelito, viven el sueño de los justos<br />

a la espera del beso de un príncipe que los haga despertar.<br />

El nombramiento como todos sabemos, no llegó por azar, fue<br />

buscado y trabajado. No hubiera sido posible sin el especial<br />

cuidado que lustros atrás puso en la elaboración de su inventario<br />

el Dr. Efraín Castro, y que tenía ya preparado desde mediados<br />

de los años setenta del siglo anterior. También las luchas<br />

2<br />

Así, cualquier decisión arbitraria o tentación autoritaria sobre él –digamos, que atente contra el espíritu del lugar- puede tener por consecuencia que la Unesco le retire el<br />

nombramiento.<br />

CUETLAXCOAPAN 36<br />

Año 3 / Núm. 12 / invierno 2017

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