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Boletín 111 Noviembre-Diciembre 2017

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Niños de “La Casita”<br />

¿PERSECUCIÓN EN COLOMBIA? LOS NIÑOS DAN FE<br />

6<br />

ván es solo uno de los quince niños<br />

que forman parte en la actualidad del<br />

hogar “La Casita”, un refugio seguro para hijos<br />

de familias perseguidas en Colombia que inició<br />

Puertas Abiertas en 2016 gracias al apoyo económico<br />

y en oración de personas como tú.<br />

¿Por qué hemos destacado a Iván de entre los<br />

quince? Honestamente, solo para poder dar sentido<br />

a la “í” de “ASMÍN”. Pero cada uno de los<br />

quince es especial, y cada uno carga detrás de sí<br />

el peso de la persecución a la que se ha visto sometida<br />

su familia o ellos mismos en sus escuelas<br />

y entornos sociales. Así que no hablamos solo<br />

de Iván, sino también de Dina, Gloria, Cenaida,<br />

Fidelina, Camila, Eli, Omar, Josué, Duvaine,<br />

Sebastián, Saúl, Elver, José y Melquisedec.<br />

En Puertas Abiertas España, a veces nos<br />

preguntan: “¿de verdad existe persecución en<br />

Colombia?”. El proyecto de “La Casita” es un<br />

ejemplo inmejorable de ello. Si no hubiese una<br />

persecución alta a cristianos en determinadas<br />

zonas de Colombia, este proyecto no tendría<br />

sentido, y Colombia no figuraría entre<br />

los 50 primeros países de la Lista<br />

Mundial de la Persecución (en<br />

<strong>2017</strong> ocupa el puesto 50).<br />

En el norte, por ejemplo, en<br />

Aracataca (región de Magdalena),<br />

muchos cristianos persisten<br />

firmes en la fe a pesar de la<br />

discriminación social y política de<br />

sus líderes tradicionales, cuyas leyes<br />

ancestrales prohíben que se exprese<br />

abiertamente el cristianismo. El encarcelamiento,<br />

la tortura y el exilio son algunos de los<br />

castigos impuestos dentro de los territorios indígenas.<br />

Esta área del país es montañosa y de difícil<br />

acceso, y la comunicación también es difícil.<br />

Constantemente se descubren casos de persecución<br />

meses después de que hayan ocurrido.<br />

Los niños cristianos, por su parte, crecen con<br />

la amenaza constante del encarcelamiento, tanto<br />

para ellos como para sus padres. Normalmente<br />

viven su fe de manera anónima y clandestina.<br />

“Desde la niñez, he seguido el Evangelio. Sin<br />

embargo, me dijeron que el cristianismo era una<br />

mentira y que estaba engañado”, recuerda uno<br />

de los niños que vive en La Casita.<br />

La comunidad indígena tiene pequeñas escuelas<br />

dirigidas por autoridades indígenas que<br />

prohíben la práctica pública del cristianismo y<br />

fuerzan a los niños a participar en rituales a la<br />

Madre Tierra como parte de los requisitos para<br />

pasar al siguiente curso. Esto ha forzado a muchos<br />

niños cristianos a abandonar sus estudios y<br />

concentrarse solo en trabajar la tierra.<br />

“La Casita” de la libertad<br />

“La Casita” funciona como un refugio en el<br />

cual los niños, además de recibir cobijo y alimento,<br />

pueden asistir a la escuela. Los niños que<br />

viven ahí estudian por la mañana en la escuela,<br />

aceptada por el sistema de educación pública, y<br />

reciben educación cristiana y formación vocacional<br />

por las tardes. Pero los niños también salen<br />

y aprenden a interactuar con gente diferente<br />

de su comunidad, a la vez que mantienen sus<br />

raíces culturales y su fe en Cristo, y cada<br />

fin de semana son visitados por sus<br />

padres. Uno de los jovencitos nos<br />

habla de su nuevo hogar: “Puedo<br />

dedicarme a estudiar y leer<br />

la Biblia. Me siento en paz. Me<br />

gustaría que más padres pudiesen<br />

enviar a sus niños aquí”.<br />

Este nuevo hogar infantil se<br />

complementa con el Centro Infantil<br />

de Puertas Abiertas, establecido<br />

ya hace 16 años en el centro del país. “La<br />

Casita” incluye a niños del mismo grupo étnico<br />

y está estrechamente ligado a las costumbres<br />

indígenas no paganas de la zona, y además con<br />

proximidad a su comunidad y sus familias.<br />

“Este proyecto, además de proteger a los<br />

niños de la persecución, les da la oportunidad<br />

de tener un contacto continuo con sus padres.<br />

Los adultos emplean de 5 a 9 horas visitando a<br />

sus niños y lo hacen con alegría”, nos cuenta Liz<br />

Poveda, coordinadora de Puertas Abiertas para<br />

proyectos en Colombia.

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