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La Maquina de Ajedrez - Robert Lohr

Novela sobre ajedrez

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engañar por un efecto tan simple. Kempelen había pedido a Tibor que mostrara<br />

todas las capacida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l autómata, y Tibor siguió su indicación: cuando el segundo<br />

alfil rojo llegó a su lado <strong>de</strong>l tablero, realizó un enroque corto. Se sintió algo<br />

<strong>de</strong>cepcionado al no recibir ningún aplauso por esta pequeña proeza. Tibor tomó un<br />

sorbo <strong>de</strong> la manguera <strong>de</strong> agua que estaba instalada en un entrante y esperó el baile<br />

<strong>de</strong> los discos <strong>de</strong> metal sobre su cabeza.<br />

Con el tiempo, el tableteo <strong>de</strong>l mecanismo <strong>de</strong> relojería se hizo más lento, y al final<br />

enmu<strong>de</strong>ció por completo. Tibor se las ingenió para que la parada <strong>de</strong> los engranajes<br />

coincidiera exactamente con el momento en que estaba realizando un movimiento;<br />

<strong>de</strong>tuvo el brazo <strong>de</strong>l turco a medio camino y lo mantuvo inmóvil, <strong>de</strong> manera que dio<br />

la impresión <strong>de</strong> que el autómata se había parado como se para un reloj al que se le ha<br />

acabado la cuerda. Dado que en ese instante en la máquina reinaba el silencio, Tibor<br />

pudo oír claramente cómo los cortesanos empezaban a susurrar —al parecer, temían<br />

que el invento <strong>de</strong> Kempelen hubiera sufrido algún daño—; pero acto seguido el<br />

caballero habló al público y pidió a Jakob que diera cuerda al autómata <strong>de</strong> nuevo.<br />

Jakob dio unas vueltas a la manivela, los engranajes volvieron a girar y el matraqueo<br />

se inició con la misma intensidad que antes. Tibor acabó el movimiento.<br />

En el décimo movimiento se cerró la trampa <strong>de</strong> Tibor: el enano liberó a su reina, y<br />

su oponente la comió con el alfil. Tibor oyó el aplauso <strong>de</strong> los espectadores cuando su<br />

oponente cogió la reina <strong>de</strong>l tablero; lo imaginó mirando alre<strong>de</strong>dor con aire ufano e<br />

incluso levantando la mano para correspon<strong>de</strong>r a los elogios. Pero si era así, el<br />

hombre se había alegrado <strong>de</strong>masiado pronto: su alfil rojo estaba ahora lejos y su rey<br />

se encontraba aún algo <strong>de</strong>scubierto. Tibor dio jaque al rey con el caballo. Luego<br />

introdujo otra vez la mano en el interior <strong>de</strong>l turco, pero ahora no para girar los ojos,<br />

sino para hacerle inclinar la cabeza. Fuera, Kempelen <strong>de</strong>bía explicar el significado <strong>de</strong><br />

este gesto: una inclinación <strong>de</strong>l turco significaba «jaque», dos inclinaciones «jaque a la<br />

reina» y tres inclinaciones «jaque mate».<br />

Entonces empezó para el oponente <strong>de</strong> Tibor la no <strong>de</strong>masiado grata parte final.<br />

Tibor comió la reina roja y luego acosó con los alfiles y los caballos al rey enemigo a<br />

través <strong>de</strong>l campo <strong>de</strong> juego; diezmó por el camino a los oficiales rojos; inclinó la<br />

cabeza e hizo girar los ojos en las pausas. Pronto estuvo claro que las blancas<br />

ganarían, pero las rojas sencillamente no querían rendirse: saltaban con el rey <strong>de</strong> una<br />

casilla a otra y volvían atrás huyendo <strong>de</strong> sus perseguidores. Hasta que finalmente<br />

llegó el mate. Veintiún movimientos. Tibor bajó el pantógrafo y tiró tres veces <strong>de</strong>l<br />

cordón que iba hasta la cabeza como si fuera la cuerda <strong>de</strong> una campana. Luego pegó<br />

la oreja a la pared para no per<strong>de</strong>rse ni una palmada <strong>de</strong>l cerrado aplauso que estalló a<br />

la conclusión <strong>de</strong> la partida. <strong>La</strong> tensión se <strong>de</strong>svaneció por completo y dio paso a una<br />

sensación beatífica, como si Tibor se hubiera sumergido en una tina <strong>de</strong> agua caliente.<br />

Kempelen <strong>de</strong>tuvo el mecanismo <strong>de</strong> relojería con una clavija que se encontraba junto<br />

a la manivela. Tibor pudo oír aún con mayor claridad el aplauso, los bravos e incluso<br />

las casi monótonas palabras <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cimiento que Kempelen dirigió al público.<br />

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