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sobre una mesa junto al autómata ajedrecista, y Tibor y Jakob la miraron<br />
boquiabiertos.<br />
—¿Qué hay <strong>de</strong>ntro? —preguntó Tibor.<br />
—No os lo revelaré —dijo Kempelen—. Pero esto <strong>de</strong>sviará la atención <strong>de</strong> la gente<br />
<strong>de</strong>l turco.<br />
—Esto no es una odalisca. Es un... —Jakob no encontraba la palabra—, una caja.<br />
Es <strong>de</strong>cir, más bien lo contrario.<br />
—El brillo y los oropeles serían <strong>de</strong>masiado evi<strong>de</strong>ntes. Esta caja, en cambio, es tan<br />
discreta que precisamente por eso llama la atención. Y todos los espectadores se<br />
preguntarán: ¿qué <strong>de</strong>monios se oculta ahí <strong>de</strong>ntro?<br />
—¿Y qué se oculta? —preguntó Tibor.<br />
—¡No lo diré! —repitió Kempelen con una alegría casi morbosa—. ¡Pero por la<br />
curiosidad <strong>de</strong> Tibor ya pue<strong>de</strong> verse que funciona! Es completamente indiferente lo<br />
que oculte; incluso podría estar vacía.<br />
Tibor y Jakob se miraron. Ninguno <strong>de</strong> los dos compartía el entusiasmo <strong>de</strong><br />
Kempelen.<br />
—¿De modo que está vacía? —preguntó Tibor.<br />
Kempelen sonrió.<br />
—Si me lo preguntas otra vez, te <strong>de</strong>spido.<br />
Kempelen recibió la visita <strong>de</strong> dos ayudantes <strong>de</strong> la emperatriz, que, por un lado, le<br />
transmitieron sus mejores <strong>de</strong>seos para la presentación <strong>de</strong>l experimento, y por otro,<br />
comentaron con el caballero el <strong>de</strong>sarrollo <strong>de</strong> esta y su encaje en el ceremonial.<br />
Kempelen mostró luego a sus colaboradores la lista <strong>de</strong> invitados y el protocolo.<br />
—Hacia el mediodía nos recogerán cuatro dragones <strong>de</strong> su majestad que nos<br />
escoltarán hasta Schónbrunn —explicó—. <strong>La</strong> presentación tendrá lugar en la Gran<br />
Galería, pero antes podremos tener al autómata en un gabinete que está al lado y en<br />
el que no seremos molestados. Jakob, necesitamos agua suficiente para él, también<br />
en la máquina, porque podría hacer calor, y un orinal para sus necesida<strong>de</strong>s.<br />
—¿Se lo creerán? —preguntó Tibor por última vez.<br />
—Mundus vult <strong>de</strong>cipi —dijo Kempelen—. El mundo quiere ser engañado. Lo<br />
creerán porque quieren creerlo.<br />
Los tres hombres esperaban a hacer su entrada en el Gabinete Chino. A través <strong>de</strong><br />
las puertas ornamentadas podía oírse el murmullo <strong>de</strong> la galería contigua, con el<br />
fondo musical <strong>de</strong> una orquesta <strong>de</strong> cámara que tocaba una pieza alla turca <strong>de</strong> Haydn.<br />
Cinco lacayos acompañaban a Kempelen en la pequeña habitación oval; dos para<br />
abrir y cerrar las puertas, dos para empujar la máquina <strong>de</strong> ajedrez hasta la sala, y<br />
uno para anunciar a Wolfgang von Kempelen y su invento. Mientras uno <strong>de</strong> los<br />
lacayos hacía guardia junto a la puerta esperando una señal <strong>de</strong> fuera, los otros cuatro<br />
charlaban en voz baja sin <strong>de</strong>jarse intimidar por la presencia <strong>de</strong> Kempelen y Jakob.<br />
Uno <strong>de</strong> ellos comía frutos secos, otro se abrochaba los botones <strong>de</strong>l chaleco y un<br />
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