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—¿Ves eso? El puente flota. Cuando los barcos quieren seguir a<strong>de</strong>lante, las dos<br />
mita<strong>de</strong>s se separan y luego vuelven a unirse.<br />
—¿Un puente flotante?<br />
—Exacto. Una obra extraordinaria, ¿no te parece? Y ahora pregúntame quién fue<br />
el maestro <strong>de</strong> obras.<br />
—¿Quién fue el maestro <strong>de</strong> obras?<br />
—Wolfgang von Kempelen. Y quien construye un puente flotante sobre la mayor<br />
corriente <strong>de</strong> Europa, por fuerza tiene que po<strong>de</strong>r ocultar a un enano en un mueble.<br />
Kempelen se arrodilló junto a Tibor y le puso una mano en el hombro.<br />
—Mira bien la ciudad, porque en los próximos meses no verás mucho <strong>de</strong> ella.<br />
—¿Por qué?<br />
—Muy sencillo: porque ningún presburgués <strong>de</strong>be llegar a verte la cara.<br />
—¿Qué?<br />
—Un enano y genio <strong>de</strong>l ajedrez vive en casa <strong>de</strong> Kempelen, y pocos meses <strong>de</strong>spués<br />
el caballero presenta una máquina <strong>de</strong> ajedrez. ¿No crees que alguien acabaría atando<br />
cabos?<br />
Tibor observó la catedral <strong>de</strong> San Martín. Le hubiera gustado ver a la Madonna en<br />
aquella iglesia algún día.<br />
—Lo siento, pero estas son mis condiciones. No olvi<strong>de</strong>s nunca que tengo mucho<br />
más que per<strong>de</strong>r que tú. —Kempelen le dio unas palmadas <strong>de</strong> ánimo—. Pero no te<br />
preocupes, mi casa es una ciudad en sí misma. Allí no te faltará <strong>de</strong> nada.<br />
Kempelen se levantó <strong>de</strong> nuevo, se limpió la tierra <strong>de</strong> las rodillas y volvió al<br />
carruaje. Allí abrió la puerta a Tibor como si fuera su lacayo y esbozó una reverencia.<br />
—Si eres tan amable, tu primera prueba <strong>de</strong> ocultamiento.<br />
Tibor subió a la calesa, y poco <strong>de</strong>spués los dos cruzaban el río por el puente <strong>de</strong><br />
pontones <strong>de</strong> Kempelen.<br />
Presburgo, Donaugasse<br />
<strong>La</strong> casa <strong>de</strong> Kempelen no se encontraba muy lejos <strong>de</strong> la Puerta <strong>de</strong> San Lorenzo,<br />
fuera <strong>de</strong> las murallas <strong>de</strong> la ciudad. Tenía tres plantas, y a diferencia <strong>de</strong> las casas<br />
vecinas, no solo estaban enrejadas las habitaciones <strong>de</strong> la planta baja, sino también las<br />
<strong>de</strong>l primer piso. Ya era <strong>de</strong> noche, y por eso nadie vio cómo el enano bajaba <strong>de</strong>l<br />
carruaje y entraba en la casa. Apenas pisaron el vestíbulo, Kempelen pidió a Tibor<br />
que se a<strong>de</strong>lantara hasta el taller <strong>de</strong>l piso superior. Tibor subió por la escalera<br />
débilmente iluminada, mientras se quitaba la bufanda, la gorra y el pesado manto<br />
que Kempelen le había comprado. De las pare<strong>de</strong>s colgaban retratos y mapas; en el<br />
primer piso vio el escudo <strong>de</strong> armas <strong>de</strong> la familia: un árbol sobre una corona. En el<br />
piso superior Tibor abrió la puerta <strong>de</strong> dos hojas que conducía al taller <strong>de</strong>l caballero.<br />
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