Revista Papel Blanco - Páginas para la paz - Tercera Edición 2017

A diario oímos hablar, en Colombia y en el mundo, del PAPEL de los actores en los diferentes conflictos - palabra que, por repetida, termina por decir poco-, actores que somos todos. El llamado, entonces, está ahí y nos invita a pasar de la retórica a la acción, un llamado a tomar un lugar activo como actores no violentos y como agentes de transformación social, es decir, blanco. Ése es el papel de la Iglesia Católica, de FICONPAZ y el de cientos de líderes que formamos, acompañamos y animamos para que sean constructores de nuevas realidades: El Papel Blanco que es la metáfora de todos los colores unidos. Compartimos la tercera edición de nuestra revista institucional Papel Blanco – Páginas para la Paz, en la que hacemos un recorrido por las experiencias de construcción de paz y reconciliación que hemos impulsado en varias regiones de Colombia y en otros países. También hacemos eco de las voces de quienes, desde los diferentes procesos que hemos impulsado, son testimonio de construcción de paz en sus territorios. Agradecemos al Proyecto FortaleSCiendo por el apoyo brindado para la publicación de esta esta edición. A diario oímos hablar, en Colombia y en el mundo, del PAPEL de los actores en los diferentes conflictos - palabra que, por repetida, termina por decir poco-, actores que somos todos. El llamado, entonces, está ahí y nos invita a pasar de la retórica a la acción, un llamado a tomar un lugar activo como actores no violentos y como agentes de transformación social, es decir, blanco.

Ése es el papel de la Iglesia Católica, de FICONPAZ y el de cientos de líderes que formamos, acompañamos y animamos para que sean constructores de nuevas realidades: El Papel Blanco que es la metáfora de todos los colores unidos.

Compartimos la tercera edición de nuestra revista institucional Papel Blanco – Páginas para la Paz, en la que hacemos un recorrido por las experiencias de construcción de paz y reconciliación que hemos impulsado en varias regiones de Colombia y en otros países. También hacemos eco de las voces de quienes, desde los diferentes procesos que hemos impulsado, son testimonio de construcción de paz en sus territorios.
Agradecemos al Proyecto FortaleSCiendo por el apoyo brindado para la publicación de esta esta edición.

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19.10.2017 Views

Creer y crear para construir una nueva historia Hernán Restrepo Mesa Corporación Con la Gente Despierta tu heroísmo “En Colombia los héroes sí existen”, decía un mensaje publicitario referido a los soldados, exaltando su labor de proteger militarmente la soberanía y la vida de los colombianos. Sin embargo, analizando un poco más, sabemos que allí se nos vende un estereotipo de valentía basado en la fuerza y el poder de un fusil, que, aunque legal, no reconoce otras expresiones igualmente heroicas en hombres y mujeres de todas las edades. Existen otras formas de heroísmo. Un héroe, decía el músico y poeta Bob Dylan, “es quien entiende la responsabilidad que conlleva su libertad”. No se trata pues de actos sobrehumanos o excepcionales, y mucho menos violentos; en la cotidianidad, en lo sencillo, en aquello que hacemos consciente y coherentemente, están los verdaderos actos heroicos. Consciencia y coherencia son dos claves. Consciencia del ‘para qué’ o del ‘por qué’ de lo que hacemos y coherencia entre ‘el para qué’ y los medios que utilizamos. A todos y todas nos mueven razones y emociones para actuar ¿Qué tal si nos proponemos cambiar el mundo? Sé que suena cursi y utópico, pero detengámonos a analizar. La primera idea que viene posiblemente a nuestra mente es que ese tipo de tareas son solo para grandes líderes de la humanidad, gente como Gandhi o el Papa Francisco. Cuando Jorge Mario tenía 21 años –ese es el nombre de pila del Papa Francisco- seguro no se imaginaba quién llegaría a ser y se hubiera reído a carcajadas –como también lo hace ahora- si algún motivador le hubiera dicho que iba a ser el Papa. A lo mejor habría respondido aquella frase con la que nos animan a elevar nuestros ideales para luego bajarlos de un tirón: “hay que aspirar a ser Papa para llegar a ser monaguillo”. De todos modos, podemos seguir pensando y con sensatas razones, que las probabilidades de ser en el futuro presidentes, senadores, alcaldes o gerentes de una multinacional, son escasas. Pero estamos hablando de cambiar el mundo, no de ganarse sueldos multimillonarios. Existe un bloqueo mental que nos impide creer que uno de nosotros, gente de a pie, pueda cambiar el mundo, se llama la indefensión aprendida. Este planteamiento lo hizo Martín Seligman, para describir aquella condición de quien ha aprendido a comportarse pasivamente, con la sensación interior de no poder hacer nada y, por lo tanto, no actuar, aunque existan oportunidades reales de cambiar una situación. Una especie de virus mental que nos introdujeron desde niños y que resulta muy útil para que todo siga tal cual. Consciencia es la primera clave, darme cuenta del enorme valor de mi pensamiento y acción. Saber, con la mente y el corazón que tú y yo tenemos algo que solo cada uno, cada una, puede aportar. Como decía el famoso historiador Howard Zinn: “Si la gente pudiera ver que el cambio se produce como resultado de millones de pequeñas acciones que parecen totalmente insignificantes, entonces no dudarían en realizar esos pequeños actos”. 10

Se trata de cambiar el mundo, no de salvarlo. Ahí hay una gran diferencia. Desde una perspectiva sistémica, basta con que una parte del todo cambie, para que todo cambie. Gandhi lo tenía claro cuando afirmaba que la única persona a la que quería cambiar era a él mismo, y sabía lo difícil que era lograrlo. Cambiar el mundo no es otra cosa que participar en el mundo, haciendo la mejor contribución día a día. Cuando uno descubre el poder de uno, viene la parte más interesante: ejercerlo en la cotidianidad con coherencia y humildad. Saber que cada acto suma, que cada sonrisa cuenta, que un apretón de manos multiplica la esperanza, nos lleva a vivir los actos más sencillos con la mayor consciencia y compromiso. Nada se puede subestimar. Si coincidimos en creer que la corrupción es una de las raíces más hondas de nuestros males como país, esa consciencia sirve de poco, si nos colamos en una fila, si al momento de hacer una diligencia en una dependencia gubernamental pagamos para agilizarla; o si elegimos al candidato que nos embauca con su oferta de favores o con sus promesas caudillistas. La coherencia supone convicción y firmeza. Es un verdadero acto de valentía, pues implica muchas veces renunciar a beneficios inmediatos para lograr objetivos superiores. La red ha sido tejida silenciosamente por el amor, del cual hemos nacido. El amor, como afirma el biólogo Humberto Maturana, es la experiencia fundante de lo humano, es un rasgo de nuestra historia evolutiva sin el cual no habríamos podido sobrevivir. Pero el miedo, que es la duda frente al sentirse amados, la desconfianza frente al amor de otros, rompe la red. El miedo engendra en nosotros el prejuicio, la idea de superioridad o inferioridad frente al otro; el prejuicio nos lleva a la deshumanización, el otro ya no es otro como yo, lo idealizo o lo ridiculizo hasta humillarlo; la deshumanización nos arrastra al sometimiento -por manipulación o por imposición-, a la violencia, a la marginación. El otro, si se asume superior nos deslumbra, opaca nuestro propio brillo y tiende a enceguecernos. Si se asume inferior, equivocado o anormal, lo excluimos o eliminamos. Pocas cosas son como son, porque así tenían que ser. La inequidad, el empobrecimiento y las violencias, por ejemplo, no son fatalidades inevitables de nuestro destino, son consecuencias del modelo social, económico, político y cultural que por acción u omisión hemos construido. Creámoslo o no, hay un enorme poder en los actos de los ciudadanos comunes y corrientes. Mira de nuevo, mira más allá Las gotas de rocío van llenando, una a una, las intersecciones de la discreta red tendida entre las ramas del chaquiro. En esta especie nativa, conocida también como pino colombiano, hay cientos de redes tejidas silenciosamente por un diminuto insecto. Al observar con detenimiento aquella interconexión de gotas de rocío, podemos notar que las unas se reflejan en las otras. Esta imagen inspiró una visión del mundo que se plasmó por escrito hace unos cinco mil años. Es una cosmovisión en la que cada ser humano es una de esas gotas cuya historia y experiencia se refleja en las demás. La metáfora va más allá y afirma que cada gota es una piedra preciosa, única en sus formas y colores, que dispersa sobre las demás, la luz que recibe de lo alto. 11

Se trata de cambiar el mundo, no de salvarlo. Ahí<br />

hay una gran diferencia. Desde una perspectiva<br />

sistémica, basta con que una parte del todo cambie,<br />

<strong>para</strong> que todo cambie. Gandhi lo tenía c<strong>la</strong>ro cuando<br />

afirmaba que <strong>la</strong> única persona a <strong>la</strong> que quería cambiar<br />

era a él mismo, y sabía lo difícil que era lograrlo.<br />

Cambiar el mundo no es otra cosa que participar en<br />

el mundo, haciendo <strong>la</strong> mejor contribución día a día.<br />

Cuando uno descubre el poder de uno, viene <strong>la</strong><br />

parte más interesante: ejercerlo en <strong>la</strong> cotidianidad<br />

con coherencia y humildad. Saber que cada acto<br />

suma, que cada sonrisa cuenta, que un apretón de<br />

manos multiplica <strong>la</strong> esperanza, nos lleva a vivir los<br />

actos más sencillos con <strong>la</strong> mayor consciencia y<br />

compromiso. Nada se puede subestimar.<br />

Si coincidimos en creer que <strong>la</strong> corrupción es una<br />

de <strong>la</strong>s raíces más hondas de nuestros males<br />

como país, esa consciencia sirve de poco, si nos<br />

co<strong>la</strong>mos en una fi<strong>la</strong>, si al momento de hacer una<br />

diligencia en una dependencia gubernamental<br />

pagamos <strong>para</strong> agilizar<strong>la</strong>; o si elegimos al candidato<br />

que nos embauca con su oferta de favores o con<br />

sus promesas caudillistas. La coherencia supone<br />

convicción y firmeza. Es un verdadero acto de<br />

valentía, pues implica muchas veces renunciar<br />

a beneficios inmediatos <strong>para</strong> lograr objetivos<br />

superiores.<br />

La red ha sido tejida silenciosamente por el amor, del<br />

cual hemos nacido. El amor, como afirma el biólogo<br />

Humberto Maturana, es <strong>la</strong> experiencia fundante de<br />

lo humano, es un rasgo de nuestra historia evolutiva<br />

sin el cual no habríamos podido sobrevivir. Pero el<br />

miedo, que es <strong>la</strong> duda frente al sentirse amados, <strong>la</strong><br />

desconfianza frente al amor de otros, rompe <strong>la</strong> red.<br />

El miedo engendra en nosotros el prejuicio, <strong>la</strong> idea de<br />

superioridad o inferioridad frente al otro; el prejuicio<br />

nos lleva a <strong>la</strong> deshumanización, el otro ya no es otro<br />

como yo, lo idealizo o lo ridiculizo hasta humil<strong>la</strong>rlo;<br />

<strong>la</strong> deshumanización nos arrastra al sometimiento<br />

-por manipu<strong>la</strong>ción o por imposición-, a <strong>la</strong> violencia,<br />

a <strong>la</strong> marginación. El otro, si se asume superior nos<br />

deslumbra, opaca nuestro propio brillo y tiende a<br />

enceguecernos. Si se asume inferior, equivocado o<br />

anormal, lo excluimos o eliminamos.<br />

Pocas cosas son como son, porque así tenían que ser.<br />

La inequidad, el empobrecimiento y <strong>la</strong>s violencias,<br />

por ejemplo, no son fatalidades inevitables de<br />

nuestro destino, son consecuencias del modelo<br />

social, económico, político y cultural que por acción<br />

u omisión hemos construido. Creámoslo o no, hay<br />

un enorme poder en los actos de los ciudadanos<br />

comunes y corrientes.<br />

Mira de nuevo, mira más allá<br />

Las gotas de rocío van llenando, una a una, <strong>la</strong>s<br />

intersecciones de <strong>la</strong> discreta red tendida entre <strong>la</strong>s<br />

ramas del chaquiro. En esta especie nativa, conocida<br />

también como pino colombiano, hay cientos de<br />

redes tejidas silenciosamente por un diminuto<br />

insecto. Al observar con detenimiento aquel<strong>la</strong><br />

interconexión de gotas de rocío, podemos notar que<br />

<strong>la</strong>s unas se reflejan en <strong>la</strong>s otras. Esta imagen inspiró<br />

una visión del mundo que se p<strong>la</strong>smó por escrito<br />

hace unos cinco mil años. Es una cosmovisión en<br />

<strong>la</strong> que cada ser humano es una de esas gotas cuya<br />

historia y experiencia se refleja en <strong>la</strong>s demás. La<br />

metáfora va más allá y afirma que cada gota es una<br />

piedra preciosa, única en sus formas y colores, que<br />

dispersa sobre <strong>la</strong>s demás, <strong>la</strong> luz que recibe de lo alto.<br />

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