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Excodra XXXVII: La violencia

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–Joder, cómo pasa el tiempo.<br />

–Es increíble. Y sí, fue brutal conmigo, y no tuvo necesidad de darme<br />

ni media torta. <strong>La</strong> putada fue que estábamos los dos fatal de dinero,<br />

ambos a media jornada, y estuvimos dos años separados compartiendo<br />

el piso, que era de los pocos baratos que aún quedaban. Yo no me quería<br />

ir, ni ella tampoco, llevábamos allí casi diez años, los dos le teníamos<br />

cariño al piso, no sé, fue raro, imagino que por orgullo ninguno de<br />

los dos se decidía a irse, bueno, al final me fui yo, claro, pero todo lo<br />

que pasé nadie podría creérselo.<br />

–Qué risa cómo lo cuentas, hasta te has puesto un poco blanco…<br />

–Es que no te imaginas, una tortura metódica, diaria, de pequeños<br />

gestos, de comentarios por teléfono con las amigas, de cambiar cosas<br />

de sitio, de decirme una cosa y luego otra, me desaparecían cosas a las<br />

que les tenía cariño, metía tíos en casa, no se puede explicar, era como<br />

la maldad en estado puro, más brutal que lo que acabamos de contar,<br />

que eran cosas en caliente, algo físico, pasajero, yo qué sé, esto era algo<br />

frío, calculado, sin descanso, casi me vuelve loco, te juro. Es como llevar<br />

al límite la expresión buscar las cosquillas, y hacerlo cada día, varias<br />

veces, siempre que hubiera ocasión, no paraba, la tía, era como si<br />

buscara que le soltara una hostia para denunciarme después y arruinarme<br />

la vida, era algo más allá de tratar simplemente de que me fuera del<br />

piso, era como tratar de hacerme daño sin que yo pudiera demostrar<br />

que me lo estaba haciendo, una <strong>violencia</strong> subterránea, de cabrona de<br />

primera, gozando su crueldad, feliz de su habilidad de dañar, no deberían<br />

existir personas así, con todo lo que la quise, pero no veas, una<br />

puta sádica.<br />

–Son las guerras invisibles, la guerra fría compañero, joder sin dejar<br />

rastro de la jodienda.<br />

–Más o menos, imagino que lo hacía porque teníamos muchos amigos<br />

en común, nadie podría creerme todo lo que hacía. Fue una torturadora.<br />

Creo que lo que más me hacía daño era además ver que disfrutaba<br />

con ello, no le importaba dañarme, estaba encantada de sí misma<br />

al verse capaz de hacerme daño. Nunca entenderé esa manera de fortalecerse<br />

el orgullo, con la mentira, con el engaño, con la capacidad de<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 25 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>

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