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Excodra XXXVII: La violencia

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<strong>La</strong>s olas incesantes<br />

Jorge Rodríguez Hidalgo<br />

No sé si abrir los ojos, destaponar los oídos, entrar. El reclamo de la<br />

luz es cada vez más insistente. Deja la noche de sonar en el monte,<br />

principia el día. El ciego me dolió anoche, me dejó en medio de la oscuridad<br />

que destila para poder seguir siendo clarividente. El ciego ve, sin<br />

miedo; yo no sé si quiero ver, pues el miedo, que erróneamente supongo<br />

valor cuando lo pienso, me atenaza. Se lo oí con los ojos, lo leí con<br />

su voz lenta, firme. Alguien le preguntó por Nathaniel Hawthorne, y él,<br />

Jorge Luis, se sacó de la fusca memoria un pasillo sombrío al que daban<br />

las puertas cerradas de varias habitaciones. De vez en cuando, un mortecino<br />

alumbramiento precedía a la tímida aparición de un niño de apenas<br />

cuatro años que asía una bandeja con alimentos que tomaría en soledad<br />

y silencio tras la puerta. El padre, de cuya ausencia permanente<br />

hizo muerte cierta cuando alcanzó el entendimiento, parecía haberlos<br />

abandonado para siempre; la madre, que, decidida a no provocar más<br />

la ira del Hacedor, había adoptado como báculo las Sagradas Escrituras<br />

y suturaba también con silencio la herida de la vida despechada, también<br />

lo había abandonado, pero en el seno, ahora estéril, de la convivencia<br />

familiar. El ciego se movía bien entre fantasmas. El niño, nacido<br />

Hathorne, de adulto intercaló una uve doble entre la a y la te para poner<br />

abandono de por medio con sus abandonadores y con su estirpe,<br />

entre los que se encontraba un antepasado juez corresponsable de los<br />

juicios de brujas en Salem, Massachusetts, a finales del siglo XVII. El<br />

ciego ve, por los siglos de los siglos.<br />

Viene y va, la vida, aunque no la vea, aunque no la huela, aunque<br />

no la oiga, aunque no la viva. Borges nos dejó dicho que Hawthorne escribió<br />

o dijo a voces o mediante su escritura intrincada que apenas<br />

creía haber vivido la ensoñación de la vida. El ciego ve hoy como ayer.<br />

Proyectaba el holograma de un hombre levantado de la ruina para ser<br />

ruina; de un hombre cultivado en un erial para ser trunco fruto de la<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 15 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>

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