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miento revolucionario, Gandhi trazó las coordenadas de un extremo<br />
acto de <strong>violencia</strong> sistémica, hizo aflorar los traumas reprimidos por el<br />
choque entre la estructura jerárquica de la India y las prácticas coloniales<br />
inglesas, mientras que Hitler atacó al capitalismo mediante la criminalización<br />
de los banqueros judíos y la vertebración manipuladora de<br />
una serie de valores populares pero sin atreverse a producir un acontecimiento<br />
transformador verdadero. No obstante, si tomamos como punto<br />
de referencia una perspectiva exterior al acontecimiento, la <strong>violencia</strong><br />
se sitúa en el nazismo, que propulsó las medidas necesarias para la conservación<br />
del establishment, frente a Gandhi, que únicamente promulgó<br />
un mensaje pacifista.<br />
Cabe ir más lejos en nuestro análisis: cuando, en el verano de 2017,<br />
un comando yihadista perpetró en Barcelona un atentado terrorista<br />
destinado a sembrar el terror y el caos, varios frentes trataron de atajar<br />
la esperada respuesta entre la población civil: el odio indiscriminado<br />
hacia los musulmanes. Instituciones, medios de comunicación y muros<br />
de Facebook llevaron a cabo una campaña de conciliación con nuestros<br />
vecinos de comunidades musulmanas. Como era de esperar, las muestras<br />
de odio no tardaron en llegar: insultos, escenas de patriotismo exacerbado,<br />
amenazas y argumentos de lo más variopintos, desde el consabido<br />
«yo no soy racista, pero (insertar aquí cualquier contenido calumnioso<br />
altamente elaborado)» hasta «¿qué harías tú si los que han sido<br />
asesinados fueran tus propios hijos y familiares?». El verdadero acto de<br />
<strong>violencia</strong> no es el de los terroristas de origen musulmán, que tan sólo<br />
contribuyen a agravar el orden de cosas preexistentes, las lógicas de poder,<br />
segregación y odio que ya estaban operando y que son definitivamente<br />
capturadas y puestas en escena, ni tampoco las palizas a musulmanes<br />
que sucedieron en los días sucesivos, pues sólo sirven para desarrollar<br />
el mismo guión que ya había sobre la mesa, sino el modo en que<br />
uno de los padres de las víctimas reclamó la atención de los medios. <strong>La</strong><br />
lección de humildad de este hombre se fraguó mediante un abrazo público<br />
a un imán de su localidad. «Necesito darle un abrazo a un musulmán.<br />
Que esa gente no tenga miedo. Necesito hacerlo», apuntó ante los<br />
<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 13 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>