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Excodra XXXVII: La violencia

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EXCODRA<br />

REVISTA DE LITERATURA<br />

(Y OTRAS ARTES)<br />

Nº 37<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong><br />

REVISTA EXCODRA<br />

2017


Edición: © Revista <strong>Excodra</strong>.<br />

Imagen portada: © Ewa Cwikla.<br />

<strong>La</strong> autoría de los textos e imágenes de la revista pertenece a cada uno de sus respectivos autores.<br />

Dirección Revista <strong>Excodra</strong>: Rubén Darío Fernández.<br />

Revista <strong>Excodra</strong>. Número <strong>XXXVII</strong>, <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>. Septiembre, 2017.<br />

ISSN: 2014­1998.<br />

Nuestro próximo número será sobre <strong>La</strong> identidad, no lo dudes y escríbenos al e­mail con tu propuesta.<br />

http://excodra.wixsite.com/excodra<br />

excodra@excodraeditorial.com


ÍNDICE<br />

Contenidos<br />

Página<br />

EXCODRA <strong>XXXVII</strong>: LA VIOLENCIA 3<br />

EDITORIAL 7<br />

PROSA 9<br />

Jorge Fernández Gonzalo: Sobre la <strong>violencia</strong> 9<br />

Jorge Rodríguez Hidalgo: <strong>La</strong>s olas incesantes 15<br />

Fran Norte: Infinitas 22<br />

<strong>La</strong>ura Freijo Justo: ¿Por una dramaturgia de la armonía? 27<br />

POESÍA 37<br />

Antonio Quintana: Hundir + Sembrado en gritos 37<br />

Ana María Cuervo de los Santos: Un día de mercado + Europa 41<br />

Cysko Muñoz: Clases + También es <strong>violencia</strong> 43<br />

ARTES VISUALES 45<br />

Pedro Bueno Salto 46<br />

Ewa Cwikla 64<br />

Krzysztof Domaradzki 72<br />

Carson Arias 78<br />

Abi Danial 92<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 1 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


Ricardo Williams 106<br />

ENTREVISTA 117<br />

David González 117<br />

COLABORADORES 125<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 2 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


EXCODRA<br />

REVISTA DE LITERATURA<br />

(Y OTRAS ARTES)<br />

Nº 37<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong><br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 3 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 4 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> es el último recurso de los incompetentes.<br />

Asimov<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> mantiene la presencia de la muerte, alimenta el temor a<br />

la muerte, en el cual se funda la autoridad de poder.<br />

Sofsky<br />

En la <strong>violencia</strong>, por muy enmascarada que esté bajo formas legales,<br />

se basa en último término la jerarquía social. El dominio sobre la naturaleza<br />

se reproduce en el interior de la humanidad. […] Estas cicatrices<br />

dan lugar a deformaciones. Pueden crear «caracteres» duros y capaces;<br />

pueden hacer a uno estúpido: en el sentido de la deficiencia patológica,<br />

de la ceguera y de la impotencia, cuando se limitan a estancarse; en el<br />

sentido de la maldad, de la obstinación y del fanatismo, cuando desarrollan<br />

el cáncer hacia el interior. <strong>La</strong> buena voluntad se vuelve mala a<br />

causa de la <strong>violencia</strong> sufrida.<br />

Adorno<br />

Mas la <strong>violencia</strong> está en la calle, el maretazo oscuro de la política, y<br />

pasa otra vez el ala nocturna del miedo, canta la sangre y el dolor, y<br />

hay grumos humanos, embolados, atropellos de luz en la luz, de sombra<br />

en la sombra. Algo está pasando. Así camina la Historia, hijo. A golpes,<br />

a traspiés, con latigazos de sangre y gritos de odio. A días veo muy<br />

claro el progreso dialéctico del mundo, el ensanchamiento de la humanidad,<br />

las luces venideras del futuro. Pero a días todo está negro, hijo,<br />

cargado de inminencia, obcecado de fatalidad. El mundo reposa en la<br />

explotación y se desplaza por la guerra. El mundo descansa en el explotado<br />

o avanza sobre cadáveres. Puedes elegir entre la esclavitud y la<br />

muerte. O ni siquiera eso. Eligen por ti.<br />

Umbral<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 5 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 6 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


EDITORIAL<br />

Queridos lectores, os acercamos un número con una temática realmente<br />

compleja, la <strong>violencia</strong>. Pensar en ella nos conduce a múltiples<br />

caminos, desde cómo se ha ido percibiendo de manera diferente a lo<br />

largo del tiempo a cómo varía su aceptación según las circunstancias en<br />

que surja. Es curioso pensar, por ejemplo, cómo podemos disfrutar<br />

viéndola cuando estamos ante una película o leemos un libro, y cómo<br />

la sentimos con temor cuando la presenciamos delante nuestra, cuando<br />

vemos ejercerla sobre otros, cuando es sobre nosotros, y cuando nosotros<br />

mismos actuamos de manera violenta. <strong>La</strong> <strong>violencia</strong> está con nosotros<br />

de manera constante, a veces más cercana y es lo cotidiano, si el<br />

contexto es el de una guerra, por ejemplo, o está latiendo bajo nuestras<br />

vidas, desde la opresión velada y en ocasiones no tan velada desde los<br />

diferentes sistemas políticos que hemos ido teniendo y que hay en la actualidad.<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> puede estar en la propia casa, puede venir en el<br />

entorno laboral, verla en las calles, ser aprobada, a veces, hace no mucho<br />

tiempo, incluso para educar a los hijos en las casas y en las escuelas.<br />

Es laberíntico pensar en la <strong>violencia</strong>, como pensar en rebajar y<br />

someter a una voluntad, o a un pueblo, controlar a grupos de personas<br />

con la presión, que es violenta en su resultado, el de coartar imponiendo<br />

limitaciones, desde las instituciones y modelos económicos, o la manera<br />

última en que se hacen cumplir las leyes, y de modo más próximo<br />

sólo con un comentario que humille a otro ya tenemos a la <strong>violencia</strong><br />

ante nosotros. Me vienen a la mente palabras como crueldad, o goce al<br />

provocar daño, el exceso de <strong>violencia</strong>, son demasiados túneles los que<br />

hay bajo la sociedad y sus relaciones y la <strong>violencia</strong> transita por ellos,<br />

aflorando de tanto en tanto a largo de una vida, desde una relación en<br />

pareja que se torna violenta, hasta la disolución de una manifestación,<br />

pasando por la pobreza promovida por los gobiernos o llegando a una<br />

pelea brutal en el patio de un instituto. Voluntades imponiéndose a<br />

otras voluntades, sometiendo vida. <strong>La</strong> <strong>violencia</strong> está ahí, y es raro quien<br />

quiera que le alcance. Pensemos sobre ella. Disfrutad del número.<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 7 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 8 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


PROSA<br />

Sobre la <strong>violencia</strong><br />

Jorge Fernández Gonzalo<br />

¿A qué nos referimos cuando hablamos de <strong>violencia</strong>?<br />

En un primer momento, podríamos pensar que hacemos referencia<br />

al conjunto de medidas que sirven para romper o transformar la realidad<br />

circundante, a menudo mediante la manifestación de algún tipo de<br />

daño físico o moral: existe <strong>violencia</strong> en las guerras o en los atentados,<br />

en un asesinato o en una escaramuza, pero también en determinadas<br />

medidas políticas o económicas, en el agravio ante un colectivo, en la<br />

discriminación, en el insulto. Hay un componente puramente transformacional<br />

que parece acompañar toda expresión violenta: desde la <strong>violencia</strong><br />

que daña los cuerpos hasta las imágenes o las palabras que violentan<br />

la conciencia, movilizan nuestro estupor o nuestro miedo.<br />

El filósofo esloveno Slavoj Žižek hablaba, sin embargo, de dos diferentes<br />

formas de <strong>violencia</strong>: junto a las expresiones abiertamente rupturistas,<br />

transformadoras, existe un tipo de <strong>violencia</strong> subrepticia, más<br />

concentrada y enigmática, que consiste en conspirar con el status quo<br />

para dejar las cosas como estaban. Esta forma de <strong>violencia</strong> inusitada se<br />

basa en la invisibilidad de sus propios mecanismos: no se alteran las<br />

condiciones de poder, sino que se actúa de tal modo que dichas condiciones<br />

sean inalterables, que pasen incluso inadvertidas; la <strong>violencia</strong><br />

máxima no es la que promueve el enfrentamiento, sino la que altera<br />

hasta tal punto el campo de relaciones que es imposible identificar las<br />

reglas del juego. Un acto violento no sólo funda una realidad o altera<br />

otra, sino que, en su máximo rigor, borra las huellas de sí misma. Su<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 9 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


vorágine, su cataclismo último, consiste en hacernos creer que el marco<br />

de relaciones simbólicas ha surgido espontáneamente.<br />

Ésta es la lógica que impera en la aparición de toda Ley: autores<br />

como Žižek o Benjamin ya pusieron sobre la mesa la dimensión dual<br />

del poder; ante un flujo de <strong>violencia</strong> fundante, destinado a generar mecanismos<br />

de coerción y disuasión se produce un flujo paralelo que se<br />

encarga de reprimir policialmente y de ocultar la irrupción impetuosa<br />

de la ley. Es necesario experimentar la naturaleza aséptica de la Ley<br />

para que ésta se postule como la medida necesaria para regular el campo<br />

de relaciones sociales: el mero cuestionamiento sobre su implantación<br />

violenta hace tambalear el sistema. ¿Cuál es su fuente de legitimidad?<br />

¿Bajo qué fuerza originaria ha de sustentarse? ¿Cuál es su causa<br />

primera?<br />

El único modo de resolver estas contradicciones es mediante un tácito<br />

pacto social. Y es este punto, el del pacto, el de las cegueras y omisiones,<br />

el que pone sobre la mesa la culminación de toda operación violenta.<br />

Nos encontramos en el ámbito de la ideología: ¿de qué serviría<br />

hoy descubrir el punto ciego del poder, su flujo obsceno de <strong>violencia</strong><br />

subrepticia?<br />

Resulta interesante analizar cómo la búsqueda de la causa violenta<br />

originaria, del arranque del crimen y sus motivaciones, se ha convertido<br />

en un género en sí mismo: diversos formatos (la literatura detectivesca<br />

y el cine sobre crímenes, las series sobre expertos peritos tipo CSI<br />

o los programas y realities relativos a casos sin resolver) acentúan una<br />

ficción que parece contradecir nuestras tesis. Siempre hay un asesino<br />

(quizá el mayordomo, quizá un amante de la víctima, a veces incluso el<br />

propio investigador, que se ve implicado en los crímenes que examina,<br />

etc.) que actúa como causante de la catástrofe. Sin embargo, los agentes<br />

que producen esta <strong>violencia</strong> (locos, criminales, amantes celosos o<br />

drogadictos) sólo personalizan un tipo de <strong>violencia</strong>, una <strong>violencia</strong> formal,<br />

transformadora, cuya representación permite desviar la mirada de<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 10 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


las expresiones de <strong>violencia</strong> que confabulan para producir una realidad<br />

acomodaticia. <strong>La</strong> paradoja aquí es que estos mismos agentes que actúan<br />

como inductores de la <strong>violencia</strong> no son, en definitiva, sino el resultado<br />

de esa otra <strong>violencia</strong> subrepticia, sistémica, invisible, que margina socialmente<br />

a quienes no están a la altura de las expectativas, consumidores<br />

fallidos que viven en la penuria económica y que sólo hallan un mínimo<br />

resquicio de acción en la criminalidad, o sujetos emocionalmente<br />

marginales que no logran adaptarse al marco de interacciones simbólicas<br />

instituidas.<br />

Incluso otro tipo de ficciones, como las películas y cómics sobre súper­héroes,<br />

parecen jugar este mismo juego: lejos de denunciar las expresiones<br />

de <strong>violencia</strong> que establecen brechas sociales, condiciones de<br />

pobreza, discriminación o precariedad, los justicieros de la noche se enfrentan<br />

a otros tipos embutidos en mallas de colores que desvían nuestra<br />

atención de las justicias sociales sistémicas para personalizarlas en<br />

estos irrisorios villanos que han jurado dedicar sus esfuerzos a sembrar<br />

el mal. <strong>La</strong> lógica de las ficciones opera aquí como un eficaz amortiguador<br />

de las injusticias sociales: el malo es siempre el asesino, un tipo<br />

cualquiera que decide un buen día perpetrar un acto de <strong>violencia</strong><br />

contra los otros. De hecho, incluso podemos aducir que los abundantes<br />

casos de corrupción que aparecen en los telenoticias no son sino una<br />

trampa mortal para hacer el juego a las condiciones de poder establecidas.<br />

Al centrar nuestra atención en estos villanos de traje y corbata nos<br />

desviamos del principal problema: las dinámicas de <strong>violencia</strong> insertas<br />

en el corazón de la gubernamentalidad.<br />

<strong>La</strong> pregunta aquí es la siguiente: ¿cómo no ver este ejercicio retórico<br />

de representación de la <strong>violencia</strong> como un mecanismo violento en sí<br />

mismo? Los resortes institucionales, mediáticos o ideológicos que pacifican<br />

las tensiones propias en las interacciones humanas constituyen,<br />

por sí mismas, un ejemplo de <strong>violencia</strong> tensional, sistémica, producida<br />

por la mera disposición estructural de los actores implicados. En consecuencia,<br />

la verdadera <strong>violencia</strong> estriba en los mecanismos que se es­<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 11 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


fuerzan por mantener el status quo, frente a un verdadero acto de disidencia<br />

que tenga por objeto reconfigurar el mapa político preexistente<br />

para salir del marco de criminalidad en el que estaba inserto. El autor<br />

esloveno sentencia que la resistencia hacia el acto político queda absolutamente<br />

en evidencia a través de las fantasías ficcionales sobre catástrofes,<br />

con películas sobre apocalipsis zombi, meteoritos o inundaciones<br />

(a un cierto nivel, la catástrofe constituye el «negativo del acto», como<br />

asegura Žižek). Nuestro horizonte político actual establece diferentes<br />

mecanismos de contención que impiden o imposibilitan el surgimiento<br />

de un acto auténtico, de ahí que el único acto que podemos imaginar<br />

tenga la apariencia de una perturbación catastrófica, una explosión<br />

traumática, señala el autor. Su propuesta es, sin embargo, mucho más<br />

drástica. En una de sus conocidas exageraciones, el filósofo esloveno<br />

compara la figura de Hitler con la de Gandhi. Según su opinión, Hitler<br />

se limitó a reaccionar contra el orden de cosas dadas; su programa de<br />

aniquilación y expansión territorial se sostenía bajo la premisa de enfrentarse<br />

al orden político mundial tras las consecuencias de la primera<br />

Gran Guerra. Sin embargo, todos sus gestos respondían a un intento<br />

neurótico por ocultar la Cosa misma, el verdadero conflicto de la inmersión<br />

inminente de Europa en el capitalismo, bajo la agitación política<br />

y los sucesivos enfrentamientos y masacres. <strong>La</strong> verdadera acción violenta<br />

fue la que llevó a cabo Gandhi: su lucha pacífica contra el modelo<br />

de poder que se había instaurado con el dominio del Imperio Británico<br />

en sus fronteras había llevado a la ruina y a la desesperación a millones<br />

de personas hacinadas en el país.<br />

Su propuesta bartlebiana casi puede resumirse en el lema que había<br />

hecho suyo el personaje literario: preferiría no hacerlo (preferiría no<br />

perpetuar el esquema de cosas dado, preferiría no someterme a las relaciones<br />

de poder establecidas, etc.). En este apartado, Žižek nos obliga<br />

a asumir la perspectiva del acontecimiento (esto es, una torsión en el<br />

campo simbólico, la aparición de un elemento que no pertenecía al mismo,<br />

pero que crea retrocausalmente las condiciones de su aparición<br />

una vez que surge en escena): desde el punto de vista del aconteci­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 12 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


miento revolucionario, Gandhi trazó las coordenadas de un extremo<br />

acto de <strong>violencia</strong> sistémica, hizo aflorar los traumas reprimidos por el<br />

choque entre la estructura jerárquica de la India y las prácticas coloniales<br />

inglesas, mientras que Hitler atacó al capitalismo mediante la criminalización<br />

de los banqueros judíos y la vertebración manipuladora de<br />

una serie de valores populares pero sin atreverse a producir un acontecimiento<br />

transformador verdadero. No obstante, si tomamos como punto<br />

de referencia una perspectiva exterior al acontecimiento, la <strong>violencia</strong><br />

se sitúa en el nazismo, que propulsó las medidas necesarias para la conservación<br />

del establishment, frente a Gandhi, que únicamente promulgó<br />

un mensaje pacifista.<br />

Cabe ir más lejos en nuestro análisis: cuando, en el verano de 2017,<br />

un comando yihadista perpetró en Barcelona un atentado terrorista<br />

destinado a sembrar el terror y el caos, varios frentes trataron de atajar<br />

la esperada respuesta entre la población civil: el odio indiscriminado<br />

hacia los musulmanes. Instituciones, medios de comunicación y muros<br />

de Facebook llevaron a cabo una campaña de conciliación con nuestros<br />

vecinos de comunidades musulmanas. Como era de esperar, las muestras<br />

de odio no tardaron en llegar: insultos, escenas de patriotismo exacerbado,<br />

amenazas y argumentos de lo más variopintos, desde el consabido<br />

«yo no soy racista, pero (insertar aquí cualquier contenido calumnioso<br />

altamente elaborado)» hasta «¿qué harías tú si los que han sido<br />

asesinados fueran tus propios hijos y familiares?». El verdadero acto de<br />

<strong>violencia</strong> no es el de los terroristas de origen musulmán, que tan sólo<br />

contribuyen a agravar el orden de cosas preexistentes, las lógicas de poder,<br />

segregación y odio que ya estaban operando y que son definitivamente<br />

capturadas y puestas en escena, ni tampoco las palizas a musulmanes<br />

que sucedieron en los días sucesivos, pues sólo sirven para desarrollar<br />

el mismo guión que ya había sobre la mesa, sino el modo en que<br />

uno de los padres de las víctimas reclamó la atención de los medios. <strong>La</strong><br />

lección de humildad de este hombre se fraguó mediante un abrazo público<br />

a un imán de su localidad. «Necesito darle un abrazo a un musulmán.<br />

Que esa gente no tenga miedo. Necesito hacerlo», apuntó ante los<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 13 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


micrófonos. Lejos de restar un valor ético a sus actos por el mero hecho<br />

de haberlos publicitado, hay que entender en toda su extensión el acto<br />

de suprema <strong>violencia</strong> que propuso con un sólo gesto de solidaridad y<br />

respeto.<br />

Nuestra conclusión es que la <strong>violencia</strong> se sustenta también por su<br />

propia invisibilidad; la máxima <strong>violencia</strong> es la que consigue trastocar el<br />

marco de relaciones para supeditarlo a sus intereses. El gesto de<br />

Gandhi tiene el mérito de haber situado la no­<strong>violencia</strong> en el corazón<br />

de las relaciones políticas, alterando el marco simbólico para reformular<br />

las reglas del juego. Sin embargo, no hemos de perseguir con nuestro<br />

ejemplo algún tipo de lectura moral; no hay nada inmanentemente<br />

positivo en la invisibilización de la <strong>violencia</strong>. Ésta no constituye una<br />

conquista o una suerte de venganza contra las modalidades abruptas y<br />

visibles de la <strong>violencia</strong> estándar. Pensemos en el caso de las derivas<br />

neoliberales que sirven para camuflar bajo diferentes dispositivos la lucha<br />

de clases con el fin de sofocar las revueltas de los más desfavorecidos.<br />

El neoliberalismo propone un orden social meritocrático en el que<br />

cada individuo debe asumir y responsabilizarse de sus logros, pero también<br />

de sus derrotas, lo que sirve para inculcarle un sentimiento de culpa<br />

cuando no logra cumplir sus expectativas laborales. Sin embargo,<br />

vemos cómo los niños de colegios privados acceden con mayor facilidad<br />

a puestos de prestigio en su edad adulta, así como los universitarios<br />

con recursos económicos pueden cursar mejores carreras y pagar ostentosos<br />

másteres, mientras que aquéllos que empezaron desde más abajo<br />

acabarán conformándose con puestos laborales de escaso prestigio y sin<br />

demasiadas expectativas de ascenso social. <strong>La</strong> cuestión es: ¿acaso no es<br />

esto una forma de <strong>violencia</strong>? Mientras los discursos ideológicos camuflan<br />

la brecha social bajo la máscara del individualismo meritocrático,<br />

la maquinaria del sistema sigue su curso de forma impasible. Naturalizar<br />

las condiciones de opresión y la fractura social constituye una forma<br />

de <strong>violencia</strong> mucho más peligrosa que otras vistosas explosiones de<br />

rebeldía antisistema o control policial.<br />

JFG<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 14 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


<strong>La</strong>s olas incesantes<br />

Jorge Rodríguez Hidalgo<br />

No sé si abrir los ojos, destaponar los oídos, entrar. El reclamo de la<br />

luz es cada vez más insistente. Deja la noche de sonar en el monte,<br />

principia el día. El ciego me dolió anoche, me dejó en medio de la oscuridad<br />

que destila para poder seguir siendo clarividente. El ciego ve, sin<br />

miedo; yo no sé si quiero ver, pues el miedo, que erróneamente supongo<br />

valor cuando lo pienso, me atenaza. Se lo oí con los ojos, lo leí con<br />

su voz lenta, firme. Alguien le preguntó por Nathaniel Hawthorne, y él,<br />

Jorge Luis, se sacó de la fusca memoria un pasillo sombrío al que daban<br />

las puertas cerradas de varias habitaciones. De vez en cuando, un mortecino<br />

alumbramiento precedía a la tímida aparición de un niño de apenas<br />

cuatro años que asía una bandeja con alimentos que tomaría en soledad<br />

y silencio tras la puerta. El padre, de cuya ausencia permanente<br />

hizo muerte cierta cuando alcanzó el entendimiento, parecía haberlos<br />

abandonado para siempre; la madre, que, decidida a no provocar más<br />

la ira del Hacedor, había adoptado como báculo las Sagradas Escrituras<br />

y suturaba también con silencio la herida de la vida despechada, también<br />

lo había abandonado, pero en el seno, ahora estéril, de la convivencia<br />

familiar. El ciego se movía bien entre fantasmas. El niño, nacido<br />

Hathorne, de adulto intercaló una uve doble entre la a y la te para poner<br />

abandono de por medio con sus abandonadores y con su estirpe,<br />

entre los que se encontraba un antepasado juez corresponsable de los<br />

juicios de brujas en Salem, Massachusetts, a finales del siglo XVII. El<br />

ciego ve, por los siglos de los siglos.<br />

Viene y va, la vida, aunque no la vea, aunque no la huela, aunque<br />

no la oiga, aunque no la viva. Borges nos dejó dicho que Hawthorne escribió<br />

o dijo a voces o mediante su escritura intrincada que apenas<br />

creía haber vivido la ensoñación de la vida. El ciego ve hoy como ayer.<br />

Proyectaba el holograma de un hombre levantado de la ruina para ser<br />

ruina; de un hombre cultivado en un erial para ser trunco fruto de la<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 15 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


tierra, por más que valioso hito para desorientados. De la luz del ciego,<br />

del mojón del perdido, el señalamiento del camino y un tropiezo. Abro<br />

los ojos, finalmente, pero no veo el bulto que me hace trastabillar.<br />

Mientras me agacho con lentitud, no siento curiosidad, sino ira; mientras<br />

llevo las manos al objeto, soy apenas un mono cuya rabia no sabe<br />

atribuir a nada ni a nadie. Llego. Es una especie de diario cuya sucia<br />

apariencia no hace sospechar, sin embargo, que haya sido escrito hace<br />

poco tiempo, o eso creo, pues lo hojeo sin ojearlo. <strong>La</strong> desazón desaparece.<br />

Antes de leer, siento la doble abducción de la posesión y del sentimiento<br />

que, ya estoy seguro, ha animado a quien lo escribió. Lo abro<br />

con malsana curiosidad. Unas letras a modo de título preceden a una<br />

caligrafía bella y cuidadísima a primera vista. Sólo retengo el encabezamiento:<br />

“LO QUE NOS PASA TODOS LOS DÍAS”. Corro en busca de la<br />

soledad de mi habitación, dejo el libro sobre la mesita de noche y rondo<br />

por la casa sin ton ni son. A nadie veo –¿pero me he cruzado con alguien?<br />

Unos minutos después, el hijo de mi compañera sale a mi encuentro<br />

con el manuscrito en las manos, aparentemente absorto con su<br />

lectura. Antes de pedirle explicaciones, el adolescente levanta de súbito<br />

los ojos del cuaderno y me interroga atropelladamente: “¿Es tuyo? ¿Lo<br />

has leído? ¿Puedo leerlo? ¿Te lo puedo leer yo?” Síes y noes caen deslavazados<br />

sobre las preguntas, de modo que no logran coincidir ni el conjunto<br />

alcanzar la congruencia. Como finalmente le digo que puede empezar<br />

su lectura en voz alta mientras preparo el desayuno, con una<br />

energía inusitada para mí, dice: “me pusieron en un rincón de la casa a<br />

amar, sin más. ‘Niño, ponte ahí y quiere’, me dijo la tía Rita, ‘que no me<br />

entere yo de que no quieres a la gente que ha venido a ver por última<br />

vez a tus padres’”. ¿Cómo?, exclamo, incrédulo; ¿qué es eso?, añado.<br />

Pero haciendo caso omiso de mis preguntas, prosigue, con indisimulada<br />

febrilidad: “Nunca olvidaré que mis padres jamás fueron mis padres,<br />

porque, cuando les llamaba, papá y mamá respondían de mala gana, o<br />

no respondían. Cada año, mi primo venía a pasar unos días conmigo.<br />

Íbamos a la playa todas las mañanas. Una vez robamos una barca hinchable.<br />

Era la hora de comer y no había nadie en la arena. Pensamos<br />

que alguien la habría olvidado y la cogimos. Apenas dimos cuatro pa­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 16 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


sos, de algún sitio salió la figura de un hombre altísimo y enfadadísimo<br />

que se quitó las gafas de sol para que viéramos sus ojos airados, llenos<br />

de rabia. ‘Eh, ladrones’, dijo, no ladronzuelos o algo parecido, no, ladrones.<br />

‘¿Dónde vivís? ¡Os voy a llevar a la Guardia Civil!’ No sabíamos<br />

defendernos, no podíamos imponernos, sólo teníamos diez años. Y en<br />

casa, mi madre rubricó la queja del hombre malhumorado con un bofetón<br />

–a mí– y una velada amenaza de expulsión a mi primo: ‘si llaman<br />

tus padres, les diré que tienes ganas de irte ya’. A la hora de comer, mi<br />

padre se enteró del incidente con todo el pormenor de que mi madre<br />

fue capaz. Sus párpados se abrieron casi con chirridos. Soltó la cuchara<br />

que estaba a punto de llevarse a la boca y me abarcó con la mirada<br />

como una medusa, pero no dijo nada. Dejó la comida a medias y se fue<br />

a la terraza a fumarse un “Rössli”. Cuando regresó al trabajo, no se oyó<br />

su habitual portazo, pero la corriente de aire que le sucedía llegó más<br />

fría que nunca.” <strong>La</strong> curiosidad empieza a picarme, pero no solamente<br />

por el relato, sino, y quizá más, por ratificar la veracidad de cuanto estoy<br />

oyendo: puede que la narración sea verídica, mas ¿es eso lo que<br />

está escrito en el diario?, empiezo a preguntarme. Me acerco con la intención<br />

de comprobarlo. El muchacho, sin embargo, me lo impide; pasa<br />

un buen número de páginas de golpe y retoma la lectura al azar: “ella<br />

no me vio ni me oyó. ‘¡Qué ganas tengo de que te mueras, hijo de la<br />

gran puta!’, le gritaba cara a cara. Él intentaba en vano levantarse de la<br />

taza del váter; los ojos se le desorbitaban, la cara se le enrojecía, la lengua<br />

se le ahorcaba entre los labios. Y volvía: ‘cabrón, cabrón, tengo muchas<br />

ganas de que te mueras. ¿Y sabes para qué? Para irme de fiesta, al<br />

baile, con mi chacha y mis amigas. ‘¡Muérete!’, atronaba finalmente,<br />

mientras él parecía querer estallar como una bomba, justo antes de desinflarse<br />

y casi perder el conocimiento entre sudores y estertores anunciadores<br />

de su inminente acabamiento. Quería hacer algo, interrumpir<br />

aquel abuso insoportable para él y para mí, pero al mismo tiempo no<br />

quería intervenir, porque tampoco él se había mostrado nunca cariñoso<br />

ni amable, ni siquiera correcto con nosotros. <strong>La</strong> noche de lo de la barca<br />

se acercó hasta mi cama mientras dormía, me zarandeó hasta despertarme<br />

y al oído me advirtió: ‘¡qué ganas tengo de que se vaya tu primo:<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 17 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


prepárate!’ Una semana des...” Le arrebato el cuaderno con decisión,<br />

pero se cierra y no puedo seguir por donde iba él, que niega saberlo, y<br />

además las páginas no están numeradas. No importa, lo abro por el<br />

principio, aunque no consigo leer lo que hacía sólo unos minutos le había<br />

oído casi declamar. (Por cierto, me pregunto cómo habrá alcanzado<br />

esa madurez y quién le habrá enseñado cuanto parece saber.) Vamos a<br />

ver, le digo, aquí dice: “cada mañana nos despierta papá con una canción:<br />

a mí me gusta mucho, pero a mi hermano no...” ¿Se puede saber<br />

de dónde has sacado lo que has... leído, por llamarlo de alguna manera?<br />

<strong>La</strong> naturaleza humana es inextricable a poco que queramos desentrañar<br />

la razón de su impulso vital. Escribía Thoreau a Harrison G. O.<br />

Blake que “lo que puede expresarse con palabras puede expresarse con<br />

nuestra vida”, y recomendaba a quien quisiera escucharle que “si busca<br />

persuadir a alguien de que hace mal, actúe bien. Que no le importe si<br />

no lo convence. Los hombres creen en lo que ven. Consigamos que<br />

vean”. Ver. Pero lo que no puede explicarse con palabras, ¿tampoco es<br />

posible expresarlo con nuestra vida? Eso sí, hay que saber ver. Ver. De<br />

nuevo, ver. De nuevo, es necesario el ciego para elevarnos por la escalera<br />

de la negrura hasta la cima del entendimiento. Cuando Eliseo pide<br />

a Yavé que abra los ojos de su servidor para que vea (2º Libro de los<br />

Reyes, 6, 17), al mismo tiempo le ruega que ciegue a los enemigos de<br />

su patria. Una vez más, la parte no hace al todo. Si Eliseo hubiera pedido<br />

que todos pudieran ver, habría hecho gala de una grandeza que la<br />

fe, cualquier fe, oculta o amputada en los creyentes. <strong>La</strong> generosidad no<br />

es ningún fruto silvestre, sino que debe sembrarse y cuidarse a fin de<br />

recolectarse. Lo tengo presente en el momento en que le voy a pedir al<br />

chico una satisfacción por el engaño. Antes de que abra la boca, hago<br />

un esfuerzo por reconocer a quien tengo delante; en vano, sin embargo:<br />

no sé quién es. Llegó junto con la mujer que, tras ayudarle a salir<br />

del lugar de behetría en que se hallaba, siguió mi estela –“tu compañera<br />

seré”, dijo– y entró en esta casa hace apenas unas semanas. Y tras<br />

ella, este mozuelo, cuya naturalidad comunicó a la trinidad que acababa<br />

de formarse sin que nadie la objetara. ¿A quién no le prueba la com­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 18 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


pletitud del universo íntimo de la domesticidad? ¿Quién arranca los<br />

puntos cardinales a la brújula con que nos orientamos en el día a día?<br />

Antes de que abra la boca, abro la mía, pero la voz no sale, no lleva<br />

contenido el aire, no ha surtido sustancia el pensamiento. No sé cómo<br />

se llama el muchacho. Tampoco se lo pregunto. Me mira sin interrogantes<br />

ni curiosidad ni culpa ni emoción alguna que identificarse pueda<br />

con la simple vista. Sin embargo, vuelve a hablar, aunque ahora sin mirar<br />

el cuaderno. Nació en un pueblo de la costa. Sus padres, una trabajadora<br />

doméstica y un peón de albañil, hacía años que habían emigrado<br />

de sus respectivos terruños. Lejos de querer un hijo, aceptaron a regañadientes<br />

la fatalidad de la llegada de un niño que había sido concebido<br />

en una de las contadísimas ocasiones en que los cónyuges yacieran<br />

de buena o mala gana. “Mi madre se levantaba a las dos o a las tres de<br />

la madrugada para ir a limpiar la casa deshabitada de unos señores a<br />

los que nunca conocí; cuando terminaba me despertaba para ir al colegio.<br />

Mi padre nunca estaba cuando me levantaba. Ni siquiera los domingos,<br />

pues madrugaba para ir al ‘Centro’ y no regresaba hasta la<br />

hora de comer o incluso hasta después de que nosotros ya hubiéramos<br />

almorzado. Nadie sonreía, en casa: las risas no estaban prohibidas, es<br />

que no se nos derramaban, como sí lo hacían las lágrimas”. Pero..., interrumpo<br />

en vano. Sigue: “trabajaban y trabajaban; comíamos, dormíamos,<br />

yo crecía y engordaba y a ellos les creció también el fin. Yo leía y<br />

leía todos los libros que podía para no aburrirme y para ‘escuchar’ de<br />

mis propios labios al leerlas cuantas cosas bellas se pueden decir, pero<br />

también las que nos pudren el alma dentro. Leía y leía hasta que leí lo<br />

que nos pasaba cada día a nosotros, no a quien quiera que haya escrito<br />

esto que has traído de la calle, no, a nosotros. Y leí su final casi al mismo<br />

tiempo que ellos lo iban representando: enfermó mi padre de una<br />

enfermedad que lo dejó paralizado y sin habla, por más que conmigo<br />

apenas la emplease; se aturulló más si cabe, mi madre, con la enfermedad<br />

de mi padre, le sentó mal, como un enfado grande; cada vez que<br />

tenía que asearle, darle de comer o las medicinas, iniciaba una retahíla<br />

de insultos y palabrotas que tenían la virtud de aislarlos y sumirlos en<br />

un vórtice insoportable para quien tantas veces era testigo mudo de su<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 19 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


desigual duelo. <strong>La</strong> enfermedad lo había trastocado casi todo: mi padre<br />

estaba en casa cuando despertaba y mi madre, que seguía cumpliendo<br />

con su trabajo de forma invariable, no necesitaba levantarme, ya que la<br />

oía proferir alaridos sin medida. Tras el grito más atronador que jamás<br />

le oyera a mi madre, una mañana apareció muerto mi padre. Nunca antes<br />

había logrado escuchar el silencio, su silencio, como entonces. Puedo<br />

afirmar que ese día me despertó la muerte con su sigilo, que es estruendo<br />

de ese silencio. Cuando después de unos minutos de tensa espera<br />

ningún sonido vino a darme fe de vida en la casa, me dirigí a la<br />

habitación que ocupaba mi padre desde que enfermara. Allí estaban<br />

tendidos los dos. ¿Dormían? Eso es lo que dijeron las vecinas, y después<br />

la tía Rita, una vez dejó de llorar y de arañarse la piel y tirarse de<br />

los pelos y rasgarse las vestiduras: ‘parecen dormidos, como los<br />

aman...’”. Bueno, bueno, ¿pero qué cuento es éste?, pregunto en balde.<br />

Sigue: “alguien abrió la puerta y empezó a entrar y salir gente a todas<br />

horas: hombres serios y trajeados, mujeres llorosas y enlutadas, vecinas<br />

con el delantal sucio, vecinos con el mono sucio del trabajo, viejos con<br />

la boina en las manos y las frases solemnes y las colillas entre los labios<br />

nerviosos. En medio de todos, yo. ‘¡Pobre niño!’, decía quien menos.<br />

Hasta que me pusieron en un rincón de la casa a amar, sin más. ‘Niño,<br />

ponte ahí y quiere’, me dijo la tía Rita, ‘que no me entere yo de que no<br />

quieres a la gente que ha venido a ver por última vez a tus padres’”. ¿Y<br />

después?, me intereso, ahora sí, de veras. “Después, nada. <strong>La</strong> tía Rita,<br />

que estaba viuda, vino a hacerse cargo de mí, pero se quedó en el piso<br />

con mi primo y me envió a un reformatorio porque decía que era un<br />

niño que o no hablaba nada o, si lo hacía, más parecía un hombre leído<br />

que un chavalillo de mi edad, y ella no podía hacerse cargo de alguien<br />

así, con unas luces que deslumbraban. Allí estuve hasta que cumplí los<br />

catorce años. Me echaron sin explicaciones, pero con una recomendación:<br />

‘busca un lugar para vivir, pero no busques problemas’. En la calle,<br />

sin embargo, sólo los que tenían problemas me ofrecían su tabuco o<br />

un hueco en el soportal que ocupaban. Un día la vi a ella y la seguí. Ella<br />

no veía en aquel momento, estaba ciega por dentro.” Calla.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 20 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


Propongo un viaje al pasado, a la oscuridad. El mar engendra olas<br />

porque se mueve la yacija que lo contiene y apresa. <strong>La</strong> playa está en el<br />

horizonte de arena que se deshace con la memoria. <strong>La</strong> nigromancia no<br />

persigue sombras, sino la luz propia. A nadie conmueve la frecuencia<br />

con que las ondas, en vano ejercicio de arte amatoria, difuminan las<br />

huellas de los pasos erráticos y allanan y enlucen el suelo de los infinitos<br />

caminos que se abren a nuestras equivocaciones. Suena la música<br />

de la soledad con la poética intacta de las aguas inasibles que colorean,<br />

olorizan, salvan, hunden. Propongo revivir, no rememorar, revivir, para<br />

que, por una vez, la imposibilidad nos abrace como una certeza nuestra,<br />

vivible, posible, inteligible.<br />

JRH<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 21 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


Infinitas<br />

Fran Norte<br />

–No me obligues a hacer algo sin remedio.<br />

–Pero, ¿a qué se refería?<br />

–No lo sé, ¿matarla, matarse? Le dijo eso, a pleno grito en mitad de<br />

la acera. <strong>La</strong> hija estaba llorando, era bastante pequeña. Ella estaba<br />

completamente colorada y muy nerviosa abrazando a la hija. Él gritaba<br />

como un loco, ¡no me obligues, joder, no me obligues! ¡Va a ser tú o<br />

yo! ¿Entiendes? ¡Tú o yo, jodida de mierda! Era una locura. Dos chavales<br />

jóvenes cruzaron la carretera corriendo desde bastante lejos, desde<br />

la otra acera, hasta allí debían llegar los gritos, y fueron hacia ellos. Yo<br />

no sabía si llamar a la policía, estaban justo debajo de mi terraza, sólo<br />

me salió un ¡eh!, pero el tío ni caso. El caso es que llegaron los chavales<br />

y le dijeron que se tranquilizara, que la pequeña estaba asustada.<br />

–Vaya movida, ¿qué ocurrió?<br />

–Pues eso, que el tipo lejos de tranquilizarse se puso más nervioso y<br />

comenzó a gritarles a los chavales, dos frases nariz con nariz, que se<br />

fueran, que no se metieran allí, y a uno de ellos se le ocurrió ponerle<br />

una mano en el hombro y ahí comenzó todo. El tío le dio un puñetazo<br />

bestial en toda la cara y cayó al suelo a plomo, no te puedes imaginar<br />

cómo sonó, le tuvo que romper por dentro, la madre y la hija salieron<br />

corriendo y yo me puse todo nervioso a llamar a la policía.<br />

–Joder.<br />

–Ya. Pero vamos, que así como les estaba diciendo que había una<br />

pelea y les di la dirección, el otro chaval y el tipo estaban a hostia limpia<br />

en suelo, nunca vi nada así, te lo juro, era algo totalmente de otro<br />

mundo, se estaban matando, no sé qué les pasaría después, la gente<br />

que pasaba por la calle no era capaz de hacer nada, unos se alejaban y<br />

se ponían con el teléfono, imagino que también a llamar a la policía, algunos<br />

les gritaban que pararan, pero nadie fue capaz de meterse a separarlos<br />

de lo violento que era verlos, estaban morados tío, había san­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 22 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


gre por todos lados, el tipo creo que le arrancó la nariz al chaval de un<br />

mordisco, y cuando el chaval estaba encima de él como dándole cabezazos<br />

o mordiéndole aparecieron dos coches de la policía y en un visto<br />

y no visto los levantaron por el aire y los esposaron y los metieron a<br />

uno en cada coche, el otro chaval no se movía del suelo. <strong>La</strong> ambulancia<br />

vino también súper rápido, no sé, fue una locura, nunca había visto<br />

nada así.<br />

–Qué animalada, me ha recordado a una pelea que tuve hace un<br />

montón de años.<br />

–No jodas, ¿tú también con estas historias?<br />

–Qué va, fue hace como veinte años, era un criajo aún.<br />

–Coño, pues cuenta. Espera, que pido dos más.<br />

–Claro, ¿pero así acabó todo?<br />

–Sí, la ambulancia se llevó al chaval que estaba tirado en el suelo y<br />

los otros dos fueron con la policía.<br />

–Bueno, pues venga, pídeme lo mismo y te cuento.<br />

–Ya, aquí tienes. Salud compañero.<br />

–Claro. Venga, que te cuento. No fue nada, en realidad, o sí, pero<br />

fue así como esto, una cadena de cosas que terminó hostia arriba hostia<br />

abajo.<br />

–¿Qué pasó?<br />

–Una noche estaba volviendo a casa totalmente pedo y a un perro le<br />

dio por morderme, bueno, me agarró por el pantalón y me pilló un<br />

poco la piel, cómo tiraba el cabrón.<br />

–¿Te mordió un perro?<br />

–Bueno, sí, ahí comenzó la locura. Pegué un tirón con la pierna y se<br />

desenganchó, era tipo pastor alemán, pero un poco más pequeño, imagino<br />

que un cruce cutre, no sé, pero el jodío volvió a por mí y así como<br />

venía le di un viaje que voló dos metros, me cago en el puto perro de<br />

los cojones, yo estaba temblando, en realidad, nunca me había mordido<br />

un perro, no sabía qué podría hacerme.<br />

–Qué cosas te ocurren…<br />

–Bueno, pero eso, de repente se apareció un punky corriendo desde<br />

varios metros, apareció de la nada y pegó un salto increíble y me dio<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 23 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


algo así como una patada voladora, aún la recuerdo, qué barbaridad,<br />

en el pecho, me tiró al suelo, bueno, primero contra la pared, y luego<br />

en el suelo comenzó a zurrarme patadas que no podía ni creérmelo, no<br />

tenía mucha fuerza, pero no paraba el muy cabronazo.<br />

–No me lo puedo creer…<br />

–Yo tampoco, pero ocurrió, y sigue la cosa, ya verás. Según estaba el<br />

tío a lo suyo yo sólo podía gritar que parara, y así como él, apareció de<br />

la nada la que era su chica, creo, y le separó. Yo me quedé tirado en el<br />

suelo y no tenía ni puta idea de qué hacer, no podía creerme lo que<br />

acababa de suceder. Él le decía que yo le había pegado a su perro, que<br />

se había metido debajo de un coche, y ella trataba de tranquilizarlo<br />

pero, como cosa de locos, comenzó a zumbarle a ella un montón de puñetazos,<br />

como si fuera un saco, a toda leche, ahí comencé a levantarme<br />

cuando cuatro o cinco tíos se fueron corriendo a por él, yo ya no podía<br />

creerme lo que estaba viviendo, se pusieron a darle una paliza bestial,<br />

la chica lloraba, les gritaba que pararan, y duró como unos segundos,<br />

no sé, pero eran muchísimos movimientos, patadas por todos los sitios,<br />

lo dejaron tieso y se fueron. <strong>La</strong> chica se quedó arrodillada junto a él gritándoles<br />

hijos de puta mientras se iban corriendo así como aparecieron.<br />

–Parece una película de Tarantino.<br />

–Ya te digo, bueno, yo me volví a casa así como iba antes de que me<br />

mordiera el perro.<br />

–Pasa de todo.<br />

–Ya lo creo.<br />

–Aunque te juro, creo que lo más violento que he visto, fue cuando<br />

mi ex hacía todo lo posible para echarme del piso.<br />

–Qué me dices.<br />

–Eso. Estuvo dos años, día tras día, haciéndome la vida imposible<br />

para que me fuera.<br />

–Pero fue hace mucho, ¿no? No lo sabía, sé que os separasteis hace<br />

años, pero nunca me contaste gran cosa. Creo que nos conocimos poco<br />

antes de que os separarais.<br />

–Es verdad. Unos meses antes, que viniste con Carmen a aquella<br />

cena del trabajo.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 24 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


–Joder, cómo pasa el tiempo.<br />

–Es increíble. Y sí, fue brutal conmigo, y no tuvo necesidad de darme<br />

ni media torta. <strong>La</strong> putada fue que estábamos los dos fatal de dinero,<br />

ambos a media jornada, y estuvimos dos años separados compartiendo<br />

el piso, que era de los pocos baratos que aún quedaban. Yo no me quería<br />

ir, ni ella tampoco, llevábamos allí casi diez años, los dos le teníamos<br />

cariño al piso, no sé, fue raro, imagino que por orgullo ninguno de<br />

los dos se decidía a irse, bueno, al final me fui yo, claro, pero todo lo<br />

que pasé nadie podría creérselo.<br />

–Qué risa cómo lo cuentas, hasta te has puesto un poco blanco…<br />

–Es que no te imaginas, una tortura metódica, diaria, de pequeños<br />

gestos, de comentarios por teléfono con las amigas, de cambiar cosas<br />

de sitio, de decirme una cosa y luego otra, me desaparecían cosas a las<br />

que les tenía cariño, metía tíos en casa, no se puede explicar, era como<br />

la maldad en estado puro, más brutal que lo que acabamos de contar,<br />

que eran cosas en caliente, algo físico, pasajero, yo qué sé, esto era algo<br />

frío, calculado, sin descanso, casi me vuelve loco, te juro. Es como llevar<br />

al límite la expresión buscar las cosquillas, y hacerlo cada día, varias<br />

veces, siempre que hubiera ocasión, no paraba, la tía, era como si<br />

buscara que le soltara una hostia para denunciarme después y arruinarme<br />

la vida, era algo más allá de tratar simplemente de que me fuera del<br />

piso, era como tratar de hacerme daño sin que yo pudiera demostrar<br />

que me lo estaba haciendo, una <strong>violencia</strong> subterránea, de cabrona de<br />

primera, gozando su crueldad, feliz de su habilidad de dañar, no deberían<br />

existir personas así, con todo lo que la quise, pero no veas, una<br />

puta sádica.<br />

–Son las guerras invisibles, la guerra fría compañero, joder sin dejar<br />

rastro de la jodienda.<br />

–Más o menos, imagino que lo hacía porque teníamos muchos amigos<br />

en común, nadie podría creerme todo lo que hacía. Fue una torturadora.<br />

Creo que lo que más me hacía daño era además ver que disfrutaba<br />

con ello, no le importaba dañarme, estaba encantada de sí misma<br />

al verse capaz de hacerme daño. Nunca entenderé esa manera de fortalecerse<br />

el orgullo, con la mentira, con el engaño, con la capacidad de<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 25 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


dañar con sutileza, algo así, con eso se conformaba, con eso se sentía<br />

bien, completa. Era una infeliz, en realidad. En fin, no quiero ni recordarlo.<br />

Pero vamos, que sí, que maneras mil de ser violento.<br />

–Qué va, infinitas, y el más cabrón, el perro.<br />

–Pobrecito.<br />

–Ya te digo.<br />

FN<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 26 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


¿Por una dramaturgia de la armonía?<br />

<strong>La</strong>ura Freijo Justo<br />

NAWAL.­ ¿Y por que los refugiados agarraron a los ninos?<br />

EL MÉDICO.­ Para vengarse. Dos dias antes, los paramilitares habian<br />

colgado a tres refugiados que se habian atrevido a salir de los<br />

campamentos. ¿Por que los paramilitares colgaron a los tres refugiados?<br />

Porque dos refugiados del campamento habian violado y matado a<br />

una chica del pueblo de Kfar Samira. ¿Por que violaron a la chica? Porque<br />

los paramilitares habian lapidado a una familia de refugiados. ¿Por<br />

que la habian lapidado? Porque los refugiados habian quemado una<br />

casa cerca de la colina del cilantro. ¿Por que los refugiados habian quemado<br />

la casa? Para vengarse de los militares que habian destruido un<br />

pozo de agua hecho por ellos. ¿Por que los militares habian destruido el<br />

pozo? Porque los refugiados habian quemado la recolecta de grano cerca<br />

del rio donde corren los perros. ¿Por que habian quemado la recolecta?<br />

Seguramente hay una razon, pero mi memoria se detiene ahi, ya no<br />

puedo ir mas atras, pero la historia puede continuar por mas tiempo,<br />

del hilo hasta la aguja, de enojo en enojo, de pena en tristeza, de violacion<br />

en muerte, hasta el principio del mundo.<br />

INCENDIOS, Wajdi Mouawad<br />

<strong>La</strong> tetralogía del autor de origen libanés Wadji Mouawad compuesta<br />

por Litoral, Incendios, Bosques y Cielos recoge como pocas las diferentes<br />

manifestaciones y grados de la <strong>violencia</strong> humana a través de un género<br />

clásico, la tragedia. Incendios, entre otras muchas cosas, contempla el<br />

amor de una madre por su hijo y su búsqueda en mitad del horror, y<br />

cómo el horror lo penetra todo hasta llegar al intelecto y al corazón del<br />

espectador. El fragmento con el que abro esta pieza me conecta con los<br />

versos finales del poema Casandra de Wislava Szymborska, la premio<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 27 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


Nobel polaca, cuando la maldecida por el dios Apolo, rendida a la evidencia<br />

que ella misma ha pronosticado, dice: Yo tenía razón. / Sólo que<br />

eso no significa nada./ Y éstas son mis ropas chamuscadas./ Y éstos, mis<br />

trastos de profeta./ Y ésta, la mueca de mi rostro./ Un rostro que no sabía<br />

que pudiera ser hermoso. Cualquier guerra contempla una escalada de<br />

<strong>violencia</strong> que puede nacer de una semilla diminuta, de una chispa insignificante<br />

que prende, que poco a poco va creciendo hasta convertirse<br />

en un Frankenstein imposible de explicar. Al final, la razón poco importa.<br />

Importa la sangre derramada, la <strong>violencia</strong> que ha consumido a ambos<br />

bandos. Importan las humillaciones y las heridas de décadas, de generaciones,<br />

que dejan.<br />

Uno de los valores de esta tetralogía es que regresa al género clásico<br />

de la tragedia donde el campo del significante obtiene una dignidad sublime<br />

del significado, pues a menudo podemos observar el uso indiscriminado<br />

de la <strong>violencia</strong> en imágenes, tanto en ficción como en medios<br />

audiovisuales, sin ánimo moral, sin sentido, por el mero hecho de que<br />

genera interés y promueve instintos primitivos, incluso beneficios. Vivimos<br />

en un mundo donde el consumo de ficción alcanza hasta la mirada<br />

de los propios medios de comunicación y las redes sociales pues rara<br />

vez son vistos –excepto cuando se trata de una tragedia natural, por<br />

ejemplo– con la realidad que se merecen, sino que son percibidos y seguidos<br />

como un relato que va añadiendo ingredientes a la trama principal<br />

que siempre alcanza otro punto máximo de tensión que conduce a<br />

un nuevo escenario, a una nueva situación, de manera que es inevitable<br />

que surja el entretenimiento desmoralizador, la diversión, aliada con el<br />

sentido del humor, con el género de la comedia y todas sus variantes.<br />

Pero, ¿la <strong>violencia</strong> es divertida? Los romanos fueron de los primeros en<br />

utilizarla como elemento de control social dando pan y circo con sus<br />

juegos a la plebe, más allá del teatro griego en donde la representación<br />

de esa <strong>violencia</strong> era suficiente para explicar el mundo y hacer pedagogía<br />

ciudadana. Pero como dice Antonio José Navarro, crítico y ensayista<br />

de cine, especialista en la relación entre cine y conflicto bélico, la <strong>violencia</strong><br />

en la ficción sólo tiene sentido si hay reflexión moral.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 28 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


Si las cuatro emociones básicas del ser humano son la alegría, la ira,<br />

la tristeza y el miedo, emociones que alimentan las pasiones humanas y<br />

cuya represión o alimento exacerbado puede dar lugar a patologías, me<br />

atrevo a aventurar que el ejercicio de control social pivota sobre la<br />

combinación de cuatro ejes cuyas dosis se vierten desde los centros de<br />

poder sobre la población: <strong>violencia</strong>, esperanza, represión y justicia. ¿A<br />

través de qué canales? Información y entretenimiento que contienen<br />

constantes mensajes que influyen determinantemente en el estado de<br />

ánimo colectivo; mensajes entre difusos, confusos y clarividentes en<br />

formato simple (como los que constantemente nos llegan a través de<br />

las redes sociales) o en formato abundante (ensayo, artículos de opinión,<br />

literatura), un formato que parece condenado a la extinción, o<br />

bien, a la recepción de una mínima capa de la población, pues la desaparición<br />

paulatina de formatos como el libro clásico y el aumento de<br />

consumo de todo lo audiovisual, parece indicar que lo rápido y simplista<br />

se impone a lo lento y profundo. Son éstos indicadores que ya, más<br />

que anunciar un cambio en los formatos de ejercer el poder sobre la<br />

ciudadanía, manifiestan la apertura de una puerta que, más allá de la<br />

sociedad líquida que definió Zygmunt Bauman profetiza otro tipo de<br />

colmena colectiva que incluso puede afectar a la materia física de la<br />

que están constituidas las sociedades, sus territorios naturales geográficos.<br />

Y tenemos que volver a empezar de cero porque todo lo que hemos<br />

aprendido con anterioridad ya no sirve (…) la modernidad sólida fundía<br />

los sólidos mejores; mientras que ahora fundimos sin solidificar después.<br />

En nuestra sociedad ficcionada, y sin embargo real, que Bauman llama<br />

sociedad líquida y Slavoj Žižek en su libro “Violencia” alude todavía<br />

cómo nuestro mundo moderno, es interesante observar –y reflexionar,<br />

ergo, profundizar– cómo expone el intento que se hace en las sociedades<br />

del otrora llamado Primer Mundo de ahorrarnos el significante­<br />

Amo. ¿Qué es un significante­Amo? En las últimas páginas de su obra monumental<br />

'<strong>La</strong> Segunda Guerra Mundial', Winston Churchill reflexiona sobre<br />

el enigma de una decisión política: después de que los especialistas –<br />

analistas económicos y militares, psicólogos, meteorólogos– propongan sus<br />

análisis múltiples, elaborados y refinados, alguien tiene que asumir el<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 29 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


simple, y por esta misma razón, el más difícil acto de transponer esta multitud<br />

compleja de puntos de vista, donde por cada razón a favor hay dos<br />

en contra, y al revés, en un simple Sí o No. Atacamos o continuamos esperando.<br />

Justamente John F. Kennedy dio una descripción concisa de esta situación:<br />

'<strong>La</strong> esencia de una decisión última permanece impenetrable en el<br />

observador –a menudo, de hecho, el mismo que toma la decisión–'. Este<br />

gesto decisivo que nunca se puede fundamentar totalmente en razones es<br />

el de un 'Amo'. ¿Nos libera de la decisión última del Amo el hecho de<br />

que las sociedades del Primer Mundo hayamos recorrido un avanzado<br />

camino en el reconocimiento de la alteridad? El ejercicio del poder<br />

comporta siempre <strong>violencia</strong>. El recurso instintivo para sobrevivir ante<br />

un Amo que ostenta el poder, como en alguna conversación informal he<br />

mantenido con mi maestra Cristina Peri Rossi, es el de la manipulación,<br />

un concepto que es necesario ampliar, no sólo centrarlo en la perversión<br />

maléfica. <strong>La</strong> asimetría que a menudo se da en las relaciones entre<br />

dos sujetos (individuales o colectivos) siempre puede provocar la aparición<br />

de un significante­Amo, al final alguien se hace cargo de la dificultad<br />

del simple Sí o No.<br />

En medio del mundo convulso que habitamos, parece bastante ingenuo<br />

creer que la lógica del poder ha cambiado, quizás se juega en otros<br />

territorios donde se experimentan nuevos campos de batalla, nuevas representaciones<br />

del Amo, nuevas representaciones del Súbdito, pero<br />

tampoco nos hemos distanciado tanto del siglo XX. O dicho desde otro<br />

prisma, el viejo antagonismo clasista entre los ricos y los pobres, cuando<br />

el concepto pobre se convierte en un universo en el que millones de<br />

personas pueden verse reflejadas cual peones de limitado movimiento y<br />

recursos, pues el libre albedrío parece a veces una ilusión, todavía funciona<br />

como eje vertebrador en la historia de la <strong>violencia</strong> humana actual.<br />

Y no fue por azar, ni por cosas del destino. Los campos fueron arrasados<br />

y después reunificados, uno por uno, por ladrones, por asesinos. Durante<br />

años, durante siglos, noche tras noche, los cuchillos brillantes, los<br />

cuellos degollados, una vez y otra, hasta aquella preciosa mañana de Navidad<br />

en que nos despertamos y nuestros padres, orgullosos, nos enseñaron<br />

las tierras magníficas, formidables, empapadas de sangre, que a par­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 30 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


tir de entonces serían nuestras. (…) Y entonces, no hace muchas generaciones,<br />

llegó un momento en que nuestros antepasados declararon finalmente:<br />

'El tiempo del reparto de las tierras se ha acabado. Ya tenemos<br />

todo lo que nos hace falta... nuestra posición bien defendida desde todos<br />

los flancos. Ahora, por fin, la situación se puede congelar, tal como está.<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> puede pararse. De ahora en adelante, basta de robar, basta<br />

de matar. De ahora en adelante, un silencio eterno, la ley y el orden son<br />

la norma. En el monólogo de <strong>La</strong> fiebre, su autor y actor, Wallace Shawn<br />

se pone en el punto de mira entonando una especie de mea culpa ancestral<br />

donde una verdad bien articulada por el discurso de su historia<br />

emerge incuestionable del personaje protagonista. Un protagonista<br />

cuya desesperación dramatizada no deja de conducir a uno de los reclamos<br />

que tiene la <strong>violencia</strong>: la impotencia. El momento actual, en el que<br />

ya no hay reparto de tierras no deja de aplicar diferentes grados de <strong>violencia</strong><br />

en el ejercicio del control del status quo.<br />

En la aldea global de la información, la <strong>violencia</strong> del lenguaje está a<br />

la orden del día. <strong>La</strong> manera en cómo cualquier canal, ya sea individual<br />

o masivo, lanza al espacio exterior una concatenación de sentidos que<br />

contrasta con otros canales, individuos o comunidades acostumbrados<br />

a visiones ideológicas, sociales, morales o incluso espirituales diferentes,<br />

trasmite confrontación. El lenguaje en su formulación eleva la forma<br />

a discurso y resulta difícil no sólo gestionar su emisión sino calcular<br />

las repercusiones de su recepción y los efectos que la misma puede tener<br />

en aquel individuo o en aquella comunidad que es el elemento receptor.<br />

Se supone que mediante el lenguaje, en lugar de ejercer una <strong>violencia</strong><br />

directa contra los otros, tenemos que debatir, intercambiar palabras,<br />

hasta si son agresivas, ya que esto supone un mínimo de reconocimiento<br />

de la otra parte que discute. El recurso al lenguaje y la renuncia a<br />

la <strong>violencia</strong> a menudo se interpretan como dos aspectos de un mismo gesto:<br />

'Hablar es fundamental y es la estructura de la socialización, y se caracteriza<br />

por la renuncia de la <strong>violencia</strong>', como dice un texto de Jean­Marie<br />

Muller escrito para la UNESCO. […] Cuando el lenguaje queda infectado<br />

de <strong>violencia</strong>, es por la influencia de circunstancias 'patológicas' contingentes<br />

que distorsionan la lógica inherente a la comunicación simbóli­<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 31 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


ca. Siguiendo todavía el discurso de Žižek, en su libro “Violencia”, es<br />

importante definir <strong>violencia</strong> de manera que no se pueda cualificar como<br />

'buena', para ello propone una distinción terminológica entre 'agresión'<br />

que implica una fuerza vital, y <strong>violencia</strong>, que implica una fuerza mortal.<br />

El lenguaje articula la realidad y establece las distancias y las proximidades<br />

de una manera no geométrica. El lenguaje es creador de mundos<br />

y realidades. Es por culpa del lenguaje que nosotros y nuestros vecinos<br />

podemos vivir en mundos diferentes, aunque vivamos en la misma calle.<br />

Esto significa que la <strong>violencia</strong> verbal no es una distorsión secundaria,<br />

sino el último recurso de toda <strong>violencia</strong> específicamente humana.<br />

Sin embargo, si el lenguaje es una articulación minada por el enfoque<br />

del emisor que juega sobre el tapete del símbolo, el sentido y la<br />

manipulación de un discurso cuyos sentidos no necesariamente deben<br />

estar al servicio ni de una noble causa ni de una causa vil sino de la comunicación<br />

misma, la palabra, en lo que a mí se refiere, es sagrada.<br />

¿Será porque es esencia de la que emerge materia? El verbo se hizo carne.<br />

Cuando el lenguaje sufre los embates del retorcimiento de una manipulación<br />

de sentidos en pos de un objetivo legítimo o no, la palabra<br />

se resiente pues adquiere significados violentos al salirse de las acepciones<br />

que le corresponden y es aquí donde la comunicación, sea del tipo<br />

que sea, puede verse impelida por la violenta irrupción de lo que Žižek<br />

advierte como mentira amparada en la verdad: incluso si lo que digo es<br />

de hecho verdad, los motivos que me hacen hablar son falsos. <strong>La</strong> palabra<br />

deja de albergar la verdad que contiene. Deja de representar al objeto.<br />

Distorsiona el símbolo. Permite la interpretación letal. Nos distancia del<br />

otro, de la otra, concepto fundamental para la convivencia humana. Entonces<br />

se corre el riesgo de un alejamiento entre la verdad y la justicia,<br />

dos palabras que, de entrada parecen estar hermanadas.<br />

En el campo que ocupa gran parte de mi tarea como dramaturga, el<br />

conflicto es una de las bases esenciales de la pieza teatral. Conflicto, dícese<br />

de dos fuerzas que avanzan en la misma dirección cuya colisión es<br />

una crónica anunciada. Quizás llegará un día en que los seres humanos<br />

tengamos necesidad de contemplar historias que plasmen una dramaturgia<br />

de la armonía, como un hombre o una mujer antigua contem­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 32 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


plan la lluvia, sin embargo no nos hemos alejado tanto de lo que<br />

Nietzsche aprecia en “El nacimiento de la tragedia”: la necesidad de lo<br />

horrible de los helenos. Somos una sociedad que consume <strong>violencia</strong> y el<br />

corazón dramático de nuestra ficción se nutre del conflicto y su constante<br />

renovación y reformulación. No en vano una de las series con mayores<br />

audiencias mundiales en los últimos años es Juego de tronos, cuyo<br />

índice de <strong>violencia</strong> es elevadísimo; alcanza todos los aspectos de la<br />

puesta en escena, incluidos sus profundos y a menudo aniquiladores<br />

diálogos. Aunque como señaló Amnistía Internacional en un artículo<br />

que cayó en mi mirada internáutica hace unos meses, un índice de <strong>violencia</strong><br />

inferior al del mundo real, por desgracia.<br />

Son las piezas teatrales o las series de televisión, incluso la tele­realidad,<br />

mecanismos de relojería dramática que combinan espectacularmente<br />

elementos de diferentes grados de <strong>violencia</strong> que nos mantienen<br />

en vilo durante el tiempo que duran y luego, también de una forma<br />

abrupta, nos expulsan de su universo, al otro lado, al mundo de nuestra<br />

casa, de nuestra familia, de nuestra calle, de nuestro pueblo, de nuestra<br />

ciudad. Ciudades como laboratorios en los que se desarrollan las formas<br />

y los medios para la convivencia humana pacífica y para el diálogo y el<br />

entendimiento transculturales, afirma Bauman.<br />

Quisiera apuntalar este escrito con la fe y mi esperanza puestas en<br />

la herencia femenina universal para las sociedades actuales, o tal vez<br />

debo decir para las sociedades futuras pues como apunta la filósofa<br />

Amelia Valcárcel, la realidad es que nacer mujer en algunas zonas de la<br />

tierra es nacer con una condena, y hasta que eso no se solucione nuestro<br />

género está condenado a un dolor ancestral incesante, pues la <strong>violencia</strong><br />

que se ejerce en una mujer nos puede a todas. Pero no por ello debe dejarse<br />

de reclamar esta herencia que urge trasladar a la forma de relacionarse<br />

en todos los ámbitos de poder y en los vínculos que establecemos<br />

en nuestro día a día con nuestros congéneres. Como apunta la filósofa<br />

Victòria Camps, la mujer actual es el resultado de generaciones de recolectoras<br />

y cuidadoras, por lo que nuestra relación con la <strong>violencia</strong> es, a<br />

pesar de la influencia de una historia marcadamente antropocéntrica,<br />

completamente distinta a la del hombre que procede de una tradición<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 33 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


de caza y conquista. El Homo sapiens libre de furia todavía está por llegar<br />

y vendrá de la mano de las mujeres, según los científicos (en “Neurología<br />

de la agresividad”, Ed. Ars Medica.) Quizás así como especie que<br />

precisa de las historias para seguir obteniendo esperanza, para seguir<br />

comprendiéndonos en nuestra condición mortal, para aprender el sentido<br />

del bien y el sentido del mal, sintamos satisfacción con una dramaturgia<br />

de la armonía y no del conflicto. O quizás la <strong>violencia</strong> que conduce<br />

a la destrucción quede desarmada en el territorio libre del arte.<br />

LFJ<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 34 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 35 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 36 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


POESÍA<br />

Hundir<br />

Antonio Quintana<br />

A la niña de la portada...<br />

Lo más frecuente, y corrosivo,<br />

fueron los gritos adiestradores<br />

atizando mi voluntad<br />

con la fuerza de explosivos.<br />

Lo más sutil, sin embargo,<br />

era un gota a gota<br />

de menospreciadoras palabras<br />

de menoscabo, sin descanso.<br />

Lo más hiriente, también,<br />

fueron las miradas<br />

y las sonrisas que devastaban<br />

como suelas duras apretando<br />

contra el suelo la garganta.<br />

<strong>La</strong> humillación diaria<br />

año tras año.<br />

Como si estuviera hundida en nubes,<br />

algo así sentía.<br />

Yo no sé escribir porque no tengo nada que contar.<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 37 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


Hundida en nubes.<br />

Balbucear.<br />

Silencio.<br />

Emitir gruñidos incomprensibles.<br />

Hundida en nubes,<br />

absolutamente oscuras,<br />

rodeada por los míos.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 38 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


Sembrado en gritos<br />

Antonio Quintana<br />

Un viento en el cajón sembrado en gritos<br />

Voces de espanto con oscuridad en el cielo raso<br />

Hiel, sobre todo, sabor a hiel<br />

A lágrima<br />

A hez<br />

Un bolsillo descosido en un verso de Quevedo<br />

Un oso de peluche con una flecha en el corazón<br />

Una mesa negra como mi voz<br />

Pero sobre todo, hiel<br />

Mucho sabor a hiel<br />

A llanto contenido<br />

A soga en el pescuezo<br />

A angosto pasadizo<br />

A asesino de virtudes<br />

Una verja con harapos separando a Sartre y a Gauguin<br />

Un saxofón en las manos de Charlie Parker<br />

Una botella de ron cruzada en la garganta<br />

En el suelo un poema<br />

Pero sobre todo mucha hiel<br />

Por doquier<br />

Hiel<br />

Mares de hiel entre tus dedos llenos de arena<br />

Y en la boca sabor a hiel<br />

A alcantarilla de New York<br />

A ceniza en el suelo del desierto<br />

A rata podrida en el regazo de van Gogh<br />

A libro quemado por la Santa Inquisición<br />

A poema como agua que se cuela por el W. C.<br />

¡Alto! ¡Pará! ¿Querés decirme algo?<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 39 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


Vos soy yo, dejá hablar al niño que fuiste:<br />

En tiempos me mató la soledad<br />

En tiempos perdí la cordura<br />

En tiempos viví la desesperación<br />

En tiempos padecí el engaño<br />

En tiempos anduve perdido<br />

Aún hoy me paseo por el laberinto<br />

No hay salida<br />

No hay mucho que decir<br />

Mas los días siguen pasando<br />

Paso a<br />

Paso<br />

Todo sigue<br />

Sigue y<br />

Simplemente<br />

Mañana será domingo<br />

Y la vida sigue<br />

arrolladoramente<br />

sembrada en gritos.<br />

AQ<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 40 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


Un día de mercado<br />

Ana Mª Cuervo de los Santos<br />

Los niños en la dicha de sus juegos<br />

saltan y salpican en los charcos,<br />

con manos repletas de pequeñez<br />

colocan palitos en líneas de fantasía,<br />

cuentan canicas en sus dibujos embarrados<br />

frente a los ojos escurridizos de las lagartijas.<br />

Los crujidos de un madero silban en el aire<br />

en las manos de un hombre que suda cotidiano su trabajo<br />

y asomadas a las ventanas unas flores<br />

inundan la piel de las mujeres.<br />

Crece la algarabía de las voces, un murmullo de pasos,<br />

el picoteo de las gallinas entre las faldas.<br />

Los niños corren carreras de caracol<br />

y rueda entre los pies una naranja huérfana.<br />

Casi sorprendido, estalla un deslumbrante silencio<br />

bajo una lluvia de estrellas crueles.<br />

<strong>La</strong>s sonrisas de los niños esparcidas en el barro<br />

y el trueno de un alarido retumba en una sola voz.<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 41 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


Europa<br />

Ana Mª Cuervo de los Santos<br />

Como un nuevo Abraham apuñalas los cimientos de tu historia<br />

desmedida en la hora en que los números sucumben<br />

y a tus orillas acumulas los cadáveres.<br />

Mercenaria en un altar sin dios devoras a tus hijos<br />

diseminado tu furor en un reloj sin lengua<br />

y abrazada a tu ya estéril regazo<br />

amordazas las olas y el naufragio de los zapatos.<br />

Tus uñas acaloradas engrasan las bisagras<br />

cuando la atenta ceguera observa tras las paredes<br />

expectante ante el último disparo de salida<br />

y cubres de asepsia la tierra con un manto.<br />

Nunca fuiste la virgen cándida de tu imagen,<br />

nunca fuiste loba para sus cachorros,<br />

nunca fuiste la madre prometida,<br />

ni siquiera fuiste nunca nada.<br />

Y a tus orillas flotan a la deriva los sueños<br />

y en tus entrañas.<br />

Soberbia todavía caminas la conquista de tus escombros<br />

pero ya no hay mundo que el hombre ignore<br />

ni mentira.<br />

Comerciante de la vida y sus derrotas,<br />

a golpe de miedo ajenos lanzas los dados<br />

ignorando que jamás hubo partida<br />

mientras tejes cada noche solitaria tu mortaja.<br />

AMCS<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 42 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


Clases<br />

Cysko Muñoz<br />

Hay un desarraigo de apegos<br />

que escarba en las pieles<br />

un tenaz estertor que prolonga<br />

el último aliento<br />

un bostezo en la lucha de clases<br />

hay una ausencia donde antes<br />

silbaba el cuchillo<br />

y un silencio<br />

ante la carcajada del amo.<br />

Suena alegre la bolsa<br />

mientras persiste el luto en los ojos<br />

del pobre<br />

y se arrastra por dentro un frío lombriz<br />

que nos cose los labios.<br />

Y aún hay quien firma un reglamento<br />

que prohíbe la vida en las calles<br />

y un niño de grises rodillas<br />

que cómplice asiente.<br />

¿Para cuándo una gota de sangre en el mármol?<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 43 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


También es <strong>violencia</strong><br />

Cysko Muñoz<br />

Está flaco como un párpado<br />

de luz. Es un aliento,<br />

una membrana de aire<br />

que ni al aire le importa.<br />

En sus ojos<br />

hay una inquietud<br />

de loro palpitando<br />

en mitad de los huesos<br />

de su calavera.<br />

Qué piel tan fina tiene.<br />

Se puede ver una llama minúscula<br />

detrás de las muelas<br />

un desierto también<br />

se puede ver en la nuca<br />

una argolla.<br />

CM<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 44 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


ARTES VISUALES


ARTES VISUALES I


Pedro Bueno Salto


ARTES VISUALES II<br />

Ewa Cwikla


ARTES VISUALES III<br />

Krzysztof Domaradzki


ARTES VISUALES IV<br />

Carson Arias


ARTES VISUALES V


Abi Danial


ARTES VISUALES VI<br />

Ricardo Williams


ENTREVISTA<br />

David González<br />

David, ¿qué significa para ti la <strong>violencia</strong>?<br />

A nivel personal, la <strong>violencia</strong> no significa nada para mí. Es algo<br />

como comer, follar o respirar. Está ahí y he aprendido a convivir con<br />

ella. Pienso que la <strong>violencia</strong> fue en su momento algo indispensable para<br />

la evolución del hombre, pero que en el momento presente la <strong>violencia</strong><br />

sólo es algo que retrasa el avance de la humanidad. No quiero ni pensar<br />

en dónde estaría ahora la especie humana de haber invertido sus recursos<br />

en la ciencia y en la cultura y no en armas y demás… <strong>La</strong> <strong>violencia</strong><br />

es un atraso. Por otro lado, si nos fijamos, la <strong>violencia</strong> ya está presente<br />

en el hombre desde el mismo día de su nacimiento. El hombre nace con<br />

<strong>violencia</strong> y muere con <strong>violencia</strong> (aunque sea de viejo y en la cama). El<br />

Universo también es fruto, hasta donde se sabe, de la <strong>violencia</strong>: el Big<br />

Bang es una explosión, y si hemos de hacer caso a los científicos, con el<br />

tiempo, ese mismo universo se contraerá, con lo que su fin llegará en<br />

medio de choques planetarios y más explosiones. Sin embargo, sí que<br />

existen distintos tipos de <strong>violencia</strong> que ya tendrían que estar erradicados<br />

por nuestro propio bien como especie: la <strong>violencia</strong> religiosa, por<br />

ejemplo, de la que hemos tenido, por desgracia, un ejemplo bien reciente<br />

en Barcelona; la <strong>violencia</strong> de género, por poner otro ejemplo, y<br />

un largo etcétera.<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> está tal vez demasiado presente en nuestras vidas,<br />

aunque sea de manera latente, ¿cuál ha sido la época de tu vida en<br />

la que la has vivido más de cerca y más te ha marcado? Conociendo<br />

un poco tu biografía, tiene que haber momentos complicados,<br />

coméntanos un poco sobre ello, hasta donde te sientas cómodo…<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 117 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


<strong>La</strong> época más violenta de mi vida fue, sin duda alguna, durante mi<br />

adolescencia y hasta los 22 o 23 años. Fue mi época más salvaje, más<br />

marginal, tanto como delincuente juvenil como presidiario (internos,<br />

nos llamaban). Y hubo momentos realmente duros, realmente violentos,<br />

como cuando un policía secreta me disparó tres veces a menos de<br />

tres metros de distancia, mientras yo huía y, por suerte para mí, falló.<br />

Sobre esto escribí un poema: Tango azul... Luego, en la cárcel, en los<br />

tres años que permanecí en ella, hubo momentos realmente violentos.<br />

Recuerdo una Nochevieja en que se fue la luz mientras estábamos cenando<br />

y el funcionario salió del comedor corriendo y corrió por la galería<br />

hacia la cancela mientras, en mi galería, los presos le prendieron<br />

fuego a la mesa de ping pong después de arrojar los platos con la cena<br />

especial de Nochevieja contra el suelo… Recuerdo que yo me senté al<br />

lado de la cancela de mi galería a contemplar el espectáculo de toda<br />

clase de objetos saliendo por entre los barrotes de las cancelas de las<br />

cuatro galerías en dirección al centro donde estaban los funcionarios…<br />

Recuerdo a un chaval subiendo por la cancela para escapar de otros<br />

presos que le perseguían, y todo esto en plena oscuridad, una oscuridad<br />

llena de aullidos y gritos e insultos que te ponían la carne de gallina.<br />

Terrorífico… El peor momento fue, sin embargo, al poco de ingresar en<br />

la cárcel, cuando un preso condenado ya a bastantes años de cárcel se<br />

empeñó en violarme y para llevarlo a cabo urdió un plan que, por suerte,<br />

se le desbarató en el último momento. Me recuerdo en mi celda afilando<br />

contra la pared el mango de una cuchara para hacerme un pincho<br />

y esperarle cuando viniera a violarme… Sobre esto escribí un poema<br />

en El demonio te coma las orejas (cuya tercera edición va revisada<br />

y con más textos, alguno inédito), mi libro sobre esos años de cárcel…<br />

En esta nueva edición cuento estos y otros episodios violentos, impensables<br />

para nadie que no haya estado en la cárcel, pero ciertos, reales…<br />

En literatura es mucho más frecuente encontrar reflejada la <strong>violencia</strong><br />

en narrativa que en poesía, aunque hay muchas excepciones,<br />

claro, pero es más infrecuente, en general, es curioso, ¿qué<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 118 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


poetas piensas que han mostrado mejor, que han reflexionado más<br />

ampliamente, la propia <strong>violencia</strong> de la vida?<br />

Teniendo en cuenta que la <strong>violencia</strong> está presente en nuestras vidas<br />

bajo muy distintas caras y teniendo en cuenta también que existen muchísimos<br />

poetas a los que no he tenido la oportunidad de leer y por tanto<br />

de conocer la temática de su obra, yo citaría a Marta Tikkanen y <strong>La</strong><br />

historia de amor del siglo (<strong>violencia</strong> de género), Mada Alderete y <strong>La</strong><br />

casa de la llave (<strong>violencia</strong> de género), Isla Correyero y Diario de una<br />

enfermera (la <strong>violencia</strong> de la enfermedad) o Crímenes... Izet Sarajlic y<br />

Sarajevo (guerra)… Carolyn Forché y El país entre nosotros (guerras civiles,<br />

dictaduras)… Sharon Olds y Satán dice (<strong>violencia</strong> en el entorno<br />

familiar)... William Wantling y The Awakening (guerra de Vietnam,<br />

<strong>violencia</strong> carcelaria)... Charles Bukowski y cualquiera de sus libros (la<br />

<strong>violencia</strong> del trabajo o de la falta de él, la <strong>violencia</strong> de la pobreza, la<br />

<strong>violencia</strong> del alcohol, etcétera)…<br />

En tu poesía se refleja la <strong>violencia</strong>, ya sea latiendo por debajo,<br />

la fiereza de la vida, o momentos que en sí conllevan <strong>violencia</strong>,<br />

¿qué supone para ti reflejar lo violento desde tu poesía?<br />

Ser sincero con el lector. Decirle o recordarle que en la naturaleza<br />

humana conviven el bien y el mal y que aquí, en la sociedad actual, nadie<br />

está en condiciones de arrojar la primera piedra. Hacer que dicho<br />

lector se sincere consigo mismo como yo me sinceré conmigo mismo al<br />

escribir esos poemas en los que reflejo distintas facetas de la <strong>violencia</strong><br />

que me ha tocado sufrir en mis propias carnes; pero también esa misma<br />

<strong>violencia</strong> que yo ejercí sobre las carnes de otras personas. Tratar de que<br />

el lector, caso de que haya perpetrado algún tipo de <strong>violencia</strong> sobre<br />

otros de sus semejantes, se vea a sí mismo en mi poema como en un espejo<br />

que le devuelve su rostro oscuro y, en consecuencia, erradique esa<br />

conducta violenta de su personalidad. Sé que esto es pedir un imposible,<br />

o casi, pero un poeta, por muy comprometido socialmente que sea<br />

o por muy duros que sean sus temas, no deja de ser un soñador, al­<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 119 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


guien que todavía confía en que la poesía sí puede sino cambiar el<br />

mundo sí a algunas personas que, a su vez, quién sabe, tal vez podrían<br />

cambiar ese mundo con sus actos. Por otro lado, la mayor parte de la<br />

poesía que se escribe siempre parece tratar en torno al amor o al desamor<br />

o a la naturaleza y, a mi parecer, la poesía debería abarcar cuantos<br />

más temas mejor, y si la <strong>violencia</strong>, como el amor, forma parte de la<br />

naturaleza humana conviene recordárselo a tus lectores, caso que los<br />

tengas…<br />

Desde los medios de comunicación de masas, telediarios, prensa<br />

escrita, digamos que tienen una manera peculiar de mostrar la<br />

<strong>violencia</strong>, las guerras, los sucesos violentos en vidas cotidianas,<br />

tendiendo al espectáculo, a veces, ¿cómo sientes que lo comunican,<br />

se muestra demasiado, o demasiado poco de lo que sucede en<br />

realidad…?<br />

Los medios de comunicación muestran la <strong>violencia</strong> según les dicta la<br />

clase dominante. No hay que olvidar que los medios de comunicación<br />

los dirigen las clases dominantes. Recuerdo que mi abuela Mercedes<br />

siempre me decía “Si lo dice el periódico es que es verdad”. Con el<br />

tiempo aprendí que es justo lo contrario: si lo dice el periódico o cualquier<br />

otro medio de comunicación es que es mentira o una verdad distorsionada<br />

o exagerada o una verdad a medias. Esto lo estamos viendo<br />

ahora a propósito de lo que sucede en Venezuela… Es decir, los medios<br />

de comunicación no están al servicio informativo del pueblo, sino de las<br />

clases dirigentes… A mí, por ejemplo, me asombra que haya medios de<br />

comunicación que censuren el sexo o imágenes de desnudos y sin embargo<br />

promuevan la <strong>violencia</strong> a través de películas, series de TV, videojuegos,<br />

etcétera… Así que, personalmente, no hago mucho caso de dichos<br />

medios de comunicación y menos aún de los tertulianos de las distintos<br />

programas de TV que, salvo excepciones, son simplemente voceros<br />

del poder y de quienes lo ostentan…<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 120 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


Estamos viviendo situaciones, ahora mismo, en diferentes geografías<br />

del globo, donde la <strong>violencia</strong> es extrema, atentados, conflictos<br />

bélicos, y más, ¿crees que estamos viviendo el preludio de una<br />

época donde las guerras toquen más de cerca a Occidente? Hay<br />

cierta sensación general de que la <strong>violencia</strong> va extendiéndose a zonas<br />

donde hace décadas los conflictos cesaron, ¿cómo percibes el<br />

futuro próximo, por ejemplo, de nuestro país, y de Europa en general?<br />

Aunque Arthur Rimbaud decía que “El poeta es un vidente” yo, por<br />

suerte o por desgracia, no lo soy. Y en este tema menos aún, dado que<br />

soy de la opinión, estoy convencido de ello, que las guerras tocan unos<br />

u otros continentes o unos u otros países según los intereses económicos<br />

o políticos que tenga la clase dominante en ese momento. Pero<br />

creo, sólo lo creo, que el futuro próximo en nuestro país estará libre de<br />

guerras, aunque no de conflictos relacionados con causas sociales o<br />

atentados terroristas contra ciudadanos comunes (nunca contra políticos<br />

o personas de la clase dominante) con mayor o menor número de<br />

víctimas y relacionados con fascismos o religiones, como el reciente en<br />

Barcelona . Pero no creo que en el futuro próximo la sangre llegue al<br />

río al nivel de una guerra mundial… De Europa en general no me atrevo<br />

a pronosticar nada, pero tampoco creo que se vea abocada a conflictos<br />

tipo la Primera o Segunda Guerra Mundial… Lo que está claro es<br />

que Occidente, de seguir la humanidad por este camino de injusticias<br />

sociales y demás, tampoco se va a librar de este tipo de <strong>violencia</strong>…<br />

Pero, insisto, el lugar y el momento de las guerras u atentados lo decide<br />

la clase dominante según sus intereses particulares en ese momento,<br />

no nosotros, el pueblo…<br />

Y a nivel histórico, ¿cuál es para ti el momento y el lugar histórico<br />

donde la humanidad fue más violenta? ¿Cómo crees que tenemos<br />

que aprender del pasado para intentar llegar a un futuro de<br />

sosiego, de mayor calma social y política?<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 121 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


El momento, creo, ha sido el siglo XX. Y yo diría que los lugares serían<br />

Europa en la Primera Guerra Mundial (trincheras, alambradas, armas<br />

químicas) y la Segunda Guerra Mundial, en especial Hitler y los<br />

seis millones de judíos masacrados en los campos de concentración.<br />

Pero también la explosión de las bombas atómicas arrojadas por los<br />

norteamericanos sobre Hiroshima y Nagasaki. Sin olvidarnos de Stalin<br />

y sus más de cuarenta millones de personas asesinadas directamente<br />

por el hambre o en los gulags de Siberia, sobre los que escribió magistralmente<br />

Varlam Shálamov en su libro Relatos de Kolymá...<br />

Del pasado no se aprende. Si se aprendiera del pasado, la humanidad<br />

estaría libre ya de cualquier tipo de conflicto bélico y de cualquier<br />

tipo de <strong>violencia</strong> y más de la <strong>violencia</strong> basada en puras ficciones, como<br />

la <strong>violencia</strong> religiosa por ejemplo, o la <strong>violencia</strong> racista, por poner otro.<br />

Pero el pasado, para bien o para mal, siempre se repite. Yo suprimiría<br />

de las páginas de los libros de historia cualquier referencia a tipos como<br />

Alejandro Magno, Napoleón, Stalin, Hitler, Franco y similares, suprimiría<br />

también cualquier referencia a reyes o a presidentes de gobiernos<br />

que hayan llevado a su pueblo a una guerra. Eso haría. Quizá si en dichos<br />

libros de Historia se promoviera el estudio de gente como los Curie,<br />

Vicente Ferrer, Ghandi y similares la <strong>violencia</strong> y sus consecuencias<br />

(siempre para los mismos, y quiero insistir en esto) se iría desterrando<br />

de esto que llamamos Humanidad y que más bien debería llamarse<br />

Inhumanidad.<br />

Para terminar, David, más relajadamente, algo poéticamente,<br />

¿cómo de violento puede ser el silencio, el silenciar…?<br />

Para un artista y su obra el silencio es la peor clase de <strong>violencia</strong> que<br />

se puede ejercer. A mí, por hablarte de alguien que conozco bastante<br />

bien, el silencio de los medios de comunicación hacia mi poesía me tiene<br />

al borde de la indigencia, y no estoy bromeando. De ahí que no entiendo<br />

por qué no se aplica el mismo código de silencio hacia esa gentuza<br />

que ha llevado a la Humanidad a guerras en las que se masacraron<br />

a millones de seres humanos. No entiendo a qué se debe que tengamos<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 122 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


que estudiar las vidas de esos asesinos durante nuestros años como estudiantes,<br />

años de formación, en la asignatura de Historia. ¿Qué historia?<br />

¿<strong>La</strong> de Napoleón? ¿<strong>La</strong> de Alejandro Magno? ¿<strong>La</strong> de Hitler, Stalin,<br />

Franco? De este tipo de criminales y otros semejantes no debería acordarse<br />

ni Dios y menos aún escribir sobre ellos o sobre sus “grandes” hazañas…<br />

Por lo que el silencio, en realidad, sólo se le aplica a artistas<br />

comprometidos socialmente o a personas que han sacrificado su vida<br />

por mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos o de la<br />

Humanidad en general… Gente como estos últimos no le interesan al<br />

Sistema (el que sea) porque tienen la facultad de que sus obras hacen<br />

pensar a la gente, y lo que menos quiere cualquier Sistema es que sus<br />

ciudadanos piensen por sí mismos, por su cuenta y riesgo... Personalmente,<br />

este silencio en torno a mi poesía y a mi literatura en general<br />

me indica, o eso me gusta pensar, que estoy siguiendo, hasta la fecha,<br />

el camino correcto...<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 123 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 124 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


COLABORADORES<br />

JORGE FERNÁNDEZ GONZALO<br />

Jorge Fernández Gonzalo (Madrid, 1982) es Doctor en Filología Hispánica por la<br />

Universidad Complutense de Madrid, con un estudio sobre la poesía de Claudio<br />

Rodríguez, y doctorando en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid, con<br />

una tesis sobre Slavoj Žižek. Aunque es mayormente conocido por ser el autor de<br />

Filosofía zombi (Anagrama, 2011), la obra de Jorge Fernández reúne una ingente<br />

cantidad de trabajos que van desde sus inicios como poeta, hasta su etapa<br />

puramente ensayística en la que se centran los temas y problemáticas de la era<br />

digital, el paradigma tecnológico o las teorías de la comunicación, en su relación<br />

con la estética, las políticas y teorías sociales del nuevo milenio.<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 125 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


JORGE RODRÍGUEZ HIDALGO<br />

Nacido en Cornellá de Llobregat, Barcelona, 1961. Es Licenciado en Ciencias de la<br />

Información por la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha colaborado en diversos<br />

medios de comunicación barceloneses y madrileños, labor que ha alternado con<br />

quehaceres editoriales. En el ámbito de la literatura, ha publicado los poemarios<br />

Humanódromo (Barcelona, 1997) y <strong>La</strong> sobriedad de la distancia (Madrid, 2004).<br />

En la actualidad prepara en el mismo género las obras Suma de desmesuras.<br />

Paisajes con derrotas y El revolt i la memòria, este último escrito en la bella llengua<br />

catalana, como le gustaba decir a Cervantes. Rodríguez Hidalgo ha cultivado<br />

también la novela con <strong>La</strong> última vuelta del perro (Zaragoza, 2007). En el sufrido<br />

terreno de la traducción, ha vertido al castellano la obra francesa Brasil (Barcelona,<br />

1999), texto a cuatro manos de Isabelle Maltor y Monique Badaró­Campos. Por<br />

último, ha traducido al gran autor ampurdanés Josep Pla en Diccionario Pla de<br />

literatura (2001), según la compilación del mallorquín Valentí Puig, y <strong>La</strong> Segunda<br />

República española. Una crónica, 1931­1936 (2006).<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 126 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


FRAN NORTE<br />

Fran Norte, nacido en Vilagarcía de Arousa, 1978, es licenciado en Historia por la<br />

Universidad de Santiago de Compostela. Actualmente es profesor en la universidad<br />

y escribe para varios medios on­line sobre todo artículos de historia de la Grecia<br />

Clásica, de la que es especialista. Es autor del libro de relatos Clubs (<strong>Excodra</strong>,<br />

2017), y es su primera publicación en el mundo de la ficción.<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 127 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


LAURA FREIJO JUSTO<br />

Fotografía de Eugenia Gusmerini<br />

<strong>La</strong>ura Freijo Justo. Dramaturga, directora, pensapoadora, y periodista. Ha<br />

estrenado obras como Refugio en las Rocosas (autora y directora), Massa tard per<br />

ser pessimista (textos y letras canciones), El rap de <strong>La</strong>dy M (Autora. Finalista Premi<br />

UNNIM 2011), <strong>La</strong> candidata (Autora y directora) o Perdona la locura (Autora). De<br />

otras obras suyas como <strong>La</strong> vida somiada, Te recuerdo en Werther, Düsseldorf, ¿Te<br />

enrollarías con Woody Allen? o Sóc bona se han realizado diversas lecturas<br />

dramatizadas o semimontajes. También ha escrito las piezas para radio Apuchtin,<br />

l’àngel dolent (COMRàdio), Cops (ONA CATALANA) o <strong>La</strong> cançó de la meva vida<br />

(CATALUNYA Ràdio). Es codramaturga de Mercè, viatge i desig (2008), en<br />

homenaje a Mercè Rodoreda, Mara Truth, un latido escénico (2012) y Un hangar al<br />

cor de l'estranyesa (2012), a partir de Muelle Oeste de B. Marie Koltès. Desde<br />

2010, representa los recitales unplugged Soy lo que estás buscando y <strong>La</strong>s caras B.<br />

Coordina los talleres de escritura teatral FICCIONANDO y forma parte la<br />

coordinación del laboratorio de experimentación teatral TRANSFormer VACA.<br />

Como periodista ha trabajado en la radio y ha colaborado o colabora con diferentes<br />

publicaciones como HAMLET, MAGLes, Singles­Sexologies o ENTREACTE, revista<br />

de las artes escénicas.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 128 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


ANTONIO QUINTANA<br />

Nací en Madrid en 1990. Estudié Periodismo y voy trabajando en mil lugares<br />

cuando surge la ocasión, desde mozo de almacén, a repartidor, a trabajos en<br />

hostelería, a colaborador en algunas publicaciones de Madrid. Estuve durante dos<br />

años en la revista de la Facultad de Ciencias de la Información, en la sección de<br />

Cultura. Actualmente trabajo en el centro de Madrid como camarero mientras<br />

preparamos un nuevo portal de noticias. También colaboré en un periódico de<br />

prensa alternativa en Alcorcón. Entre trabajo y trabajo, escribo, y voy enviando dos<br />

novelas a los concursos que van saliendo, esperando que suene la campana.<br />

Además soy asiduo de varias de las jams de poesía de la ciudad.<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 129 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


ANA MARÍA CUERVO DE LOS SANTOS<br />

Ana Mª Cuervo de los Santos nació en 1970 en París. Posteriormente, se trasladó a<br />

Madrid donde reside actualmente. Es licenciada en Filología Hispánica y profesora<br />

de Lengua Castellana y Literatura de Enseñanza Secundaria.<br />

En el año 2015 publicó su libro de relatos Urmuzios. Escenas dadaístas en la<br />

editorial Verbum. En el año 2010 publicó su poemario Luna de agua y peces en la<br />

editorial Ópera Prima. En esta última editorial ha colaborado en varias antologías<br />

Aldea poética. Haiku (2005), Aldea poética IV. Sxo (2009), Aldea poética V. Poesía<br />

infantil (2010). También sus poemas aparecen en las antologías Enésima hoja.<br />

Antología de poetas contemporáneas (2012) y Atlas poético. Viajeras del s. XXI<br />

(2013), las dos en la editorial Cuadernos del laberinto. Ha publicado en diferentes<br />

revistas como Fragmenta, Pluma y tintero o Revista Áurea. Ha colaborado con sus<br />

poemas en la película Historias desde la oscuridad de Roberto Bolado, México,<br />

2015.<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 130 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


CYSKO MUÑOZ<br />

Cysko Muñoz nació en Sant Boi, Barcelona, en 1976 y hasta el momento quiere a<br />

su pueblo por encima de cualquier otra delimitación territorial del universo<br />

conocido. Ahí fue donde, a lo largo de su adolescencia, ganó sus primeros premios<br />

literarios en certámenes locales y donde posteriormente se olvidó de la poesía<br />

durante más de diez años. Tras redescubrirla, pasada la treintena, sus poemas han<br />

sido publicados en la antología Poesía desde el fin de la era del petróleo, editado<br />

por Kyriakí Cristoforidi en 2013, así como en su primer poemario y segundo<br />

poemario, El tiempo ya no importa y Escribo Hablando publicados por la editorial<br />

<strong>La</strong> Garúa Libros en febrero de 2014 y octubre de 2016. Como poeta su trayectoria<br />

indica cierta inquietud artística, lo que le ha llevado a desenvolverse tanto en<br />

tareas relacionadas con la producción de eventos poéticos (Perifèric Poetry Sant<br />

Boi, Altaveu Spoken Word y Llobregat Slam Poetry), o a explorar desde hace ya 7<br />

años la unión de la música y la palabra (Piano Spoken Word y Con el verso al<br />

Traste), de la imagen y el verso (Versos de Pizarra) o las posibilidades corales de la<br />

oralidad (Colectivo 6 en Raya). Actualmente sigue planificando y creando nuevos<br />

proyectos todos ellos relacionados con el verso. Está preparando su tercer<br />

poemario. También insiste, a sus casi 40 años, en ser feliz. Y no ceja en su empeño.<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 131 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


PEDRO BUENO SALTO<br />

http://www.pintoresgallegos.com/pedrobueno<br />

EWA CWIKLA<br />

http://ewafotos.com<br />

KRZYSZTOF DOMARADZKI<br />

http://studiokxx.com<br />

CARSON ARIAS<br />

https://www.instagram.com/carsonarias<br />

ABI DANIAL<br />

https://abidanial.net<br />

RICARDO WILLIAMS<br />

http://instagram.com/ricardowilliams16<br />

http://www.facebook.com/ricardowilliamsphotography<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 132 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>


DAVID GONZÁLEZ<br />

Definición en sí mismo del término malditismo, David González nace en San<br />

Andrés de los Tacones, Gijón, en 1964. Su extensa bibliografía consta de títulos<br />

como El demonio te coma las orejas (1997 y 2008), Sembrando hogueras (2001),<br />

Reza lo que sepas (2006), En las tierras de Goliat (2008), Loser (2009)… En el año<br />

2015 da comienzo a la escritura de un ciclo autobiográfico poético­narrativo que<br />

consta hasta el momento de estos libros: Campanas de Etiopía (2015), De todo<br />

corazón (2015), Si te echan mano al cuello, encontrarán la soga (2016) y<br />

Siguiendo los pasos del hombre que se fue (2017)... <strong>La</strong> crítica lo incluye dentro del<br />

realismo sucio, de la poesía de la conciencia crítica y más recientemente de la<br />

poesía de la consciencia... Su obra ha sido incluida en más de cien antologías, como<br />

Feroces (1998), Voces del Extremo (1999, 2000, 2001, 2002, 2004, 2006, 2009,<br />

2011 y 2013), Poesía para los que leen prosa (2004), Once poetas críticos en la<br />

poesía española reciente (2008), Disociados (2013 y 2014) o Disidentes (2014)...<br />

Su poesía se estudia en Lengua castellana y literatura II, libro de texto de<br />

Bachillerato... En la actualidad se encuentra rodando un documental sobre su vida<br />

y su obra...<br />

<strong>La</strong> <strong>violencia</strong> 133 <strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong>


LA VIOLENCIA<br />

NÚMERO <strong>XXXVII</strong><br />

SEPTIEMBRE 2017<br />

REVISTA EXCODRA<br />

http://excodra.wixsite.com/excodra

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