Revista10.1-min
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Monja Clarissa de Atlixco prepara hostias para la comunión. Foto: Sor María de Cristo Santos.<br />
ESTOS PLATILLOS NOS DAN UNA IDEA, por cierto<br />
equívoca, de las comidas que se creaban en los monasterios;<br />
sin embargo, al interior de ellos, las prácticas alimenticias<br />
implicaban muchas más cosas de las que nosotros nos imaginamos.<br />
Al iniciar su vida en algunos monasterios o beaterios<br />
de mujeres, por lo general prevalecía el hambre y la<br />
falta de alimentos era lo más común. Por ejemplo, en el<br />
beaterio de santa Rosa de Lima en la ciudad de los Ángeles,<br />
a finales del siglo XVII, nos describe la crónica la frugalidad<br />
y el tipo de alimentos que las mujeres ingerían, todos relacionados<br />
con la abstinencia y el ayuno cotidianos. La<br />
construcción del templo, oficinas, cercas y capillas corría<br />
paralela a las limitaciones alimentarias. Conforme adquiría<br />
solidez la estructura material del convento, lentamente se<br />
instauraban las prácticas alimenticias cotidianas, éstas se<br />
recreaban en lugares específicos, diseñados ex profeso,<br />
como las panaderías, cocinas y refectorios, con la intención<br />
de que en ellos se desarrollaran las pautas de comportamiento<br />
enca<strong>min</strong>adas a la perfección.<br />
En cada sitio los alimentos se transformaban, eran diferentes<br />
las personas que entraban en contacto con ellos, y en cada<br />
uno de estos espacios la comida adquiría un sentido diferente<br />
hasta ser finalmente consumida. A cada paso, desde el recibimiento<br />
de los insumos alimenticios hasta su consumo en<br />
el comedor colectivo o refectorio, la comida era un ritual. Sólo<br />
específicas personas tocaban los alimentos, los llevaban,<br />
los transformaban. Durante la comida en el convento, la caridad<br />
fraternal permitía la convivencia de comunidades que<br />
compartían el alimento y el amor de Cristo. Esa fraternidad<br />
podía darse gracias al seguimiento de normas de comportamiento<br />
y de civilidad. Las manifestaciones de caridad también<br />
se prolongaban hacia el exterior a través de sus tornos<br />
y porterías en el regalo cotidiano de la comida sobrante a los<br />
pobres. Las carmelitas descalzas de san José y santa Teresa,<br />
dejaban su postre, por lo regular una fruta, a los pobres, no<br />
sin antes haberlo sacralizado como “un bocado para los ángeles”.<br />
Año 3 / Núm. 10 / VERANO 2017 23