Vida Compendiada de Santa Teresa de Jesus
— 66 — cebir á Teresa pensamientos saludables en favor de las almas redimidas por la sangre de Jesucristo, que andan extraviadas por el mundo. En cuanto á la penitencia que deseaba hacer para satisfacer á la justicia divina por sus pecados, juzgó ser conveniente tener más retiro y sosiego que el que había en su monasterio, en donde por ser muchas las religiosas y no tener clausura, no hallaba el recogimiento que tanto deseára. Para estar más á solas con Dios, meditó cómo había de observar la regla primitiva de la Orden del Cármen, ya para entregarse á los rigores de la. penitencia, ya para oponer con el ejemplo de las jóvenes que se formáran en esta rigorosa observancia, un dique á las doctrinas perniciosas de su siglo, en el que las Ordenes monásticas estaban algo relajadas, no siguiendo con bastante fidelidad los consejos evangélicos. Aquí vemos ya el grano de mostaza que el Dios de las misericordias quería sembrar en el campo carmelitano. Revolvía la Santa Madre una y mil veces esta idéa en su mente, y hablando con una sobrina suya, Doña María de Cepeda (que después fué Carmelita descalza y murió en opi nión de santidad en Valladolid), y con la viuda Doña Guiomar de Ulloa, sobre los medios de ejecutar su proyecto, su sobrina la prometía
mil ducados y Doña Guiomar lo que pudiera. Para asegurar mejor éxito al asunto, convinieron en encomendarlo á Dios. La Santa, por su parte, pedia á Su Divina Majestad le diese á entender cuál era su voluntad, y escuchando el Señor su oración, le dijo: «No dejes de hacer el monasterio, yo te ayudaré». Además, para más excitarla, la volvió á decir que lo procurase con todas sus fuerzas; que estuviese segura de que se haría el monasterio que deseaba fundar; que se llamaría de San José; que una de sus puertas la guardaría el Patriarca, y la otra la Virgen Nuestra Señora, y que El mismo andaría con ellas, y que sería el monasterio una estrella que daría gran resplandor; que no entendiese se servía poco en las religiones, aunque parecían relajadas.«¡Oh! exclamó el Señor, ¿qué sería del mundo si no fuera por los religiosos?» Que le dijese de su parte á su confesor, que El se lo mandaba y le rogaba no pusiese obstáculo. Aquí se ve muy claramente que la obra de la reforma del Carmen se hizo por mandato expreso de Dios. Esto lo confirma la misma sobrina de la Santa (que después se llamó María de San Juan Bautista), cuando dice : «Luégo que ofrecí los mil ducados para principiar la fundación del convento de San José de Avila, se me apareció Jesucris-
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y la otra la Virgen Nuestra Señora,<br />
y que El mismo andaría con ellas, y que sería<br />
el monasterio una estrella que daría gran resplandor;<br />
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