Vida Compendiada de Santa Teresa de Jesus

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- 4 8 - tud de sus intenciones y aquel deséo vivo que tenía de que el Señor no fuera ofendido, áun cuando vivía ménos recogida. Digo más, cuando uno se fija en aquella mutación repentina que hubo en Teresa del estado de tibieza á una oración subida y trato íntimo con Dios, conocerá haber tenido el Señor sus designios, para hacerla así maestra de la vida espiritual. Dios la había escogido para que con su ejemplo, virtud y doctrina se formáran almas que sirviesen á Dios; y al dar lecciones á sus Hijos é Hijas del Carmelo, al clero secular, á los padres y madres de las familias cristianas, á los magistrados, á los príncipes y hasta álos reyes, á todos encomienda que obren'su salvación con temor y temblor, según el consejo del Apó stol. Por esto, en medio de su tibieza conservaba una rectitud de corazón especial, y el Señor, que veía tan bellas disposiciones, le hizo favores extraordinarios cuando la vió volverse totalmente á El. Bien comprendían esto los PP. Jesuítas, su confesor, San Francisco de Borja y el padre Baltasar Alvarez. Todos unánimes reconocieron ser Teresa como un auxiliar que Dios tenía reservado para consolar á la Iglesia en aquellos tiempos de tanta negación y corrup-

— 49 — ción de costumbres. Tenía entonces la Santa unos 40 años, y desasiéndose de las criaturas, se dedico á la oración tan fervorosamente, que Jesucristo la dió á entender comunicase exclusivamente con Él, y la dijo en un arrobamiento: «Ya no quiero que tengas conversación con hombres». Esta fineza de su divino Esposo la hizo tanta impresión, que en todos los días de su vida no tuvo otro deséo que el estar siempre unida con El. Aquí, pues, tuvieron origen la persecución y contradicciones de los hombres. Permitió Dios que varones espirituales y sabios , no comprendiendo los efectos de mudanza tan repentina, juzgasen que era el demonio el que la hablaba y sacaba fuera de sí. La Santa Madre no podía conformarse con este parecer y creer que esto fuese seducción del demonio, porque las comunicaciones de Dios hacían en su alma una impresión tan dulce y consoladora, que la dejaban abrasada en el divino amor. Para salir de este conflicto se quejaba al Señor, y le decía: «¡Oh, Diosmio! ¡Y quién tuviera entendimiento y letras para encarecer vuestras obras como las entiende mi alma! Levántense contra mí todos los letrados, atorméntenme los demonios, no me faltéis Vos, que ya tengo experiencia de la ganancia con que sacáis á 4

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ción <strong>de</strong> costumbres. Tenía entonces la <strong>Santa</strong><br />

unos 40 años, y <strong>de</strong>sasiéndose <strong>de</strong> las criaturas,<br />

se <strong>de</strong>dico á la oración tan fervorosamente, que<br />

Jesucristo la dió á enten<strong>de</strong>r comunicase exclusivamente<br />

con Él, y la dijo en un arrobamiento:<br />

«Ya no quiero que tengas conversación<br />

con hombres». Esta fineza <strong>de</strong> su divino<br />

Esposo la hizo tanta impresión, que en todos<br />

los días <strong>de</strong> su vida no tuvo otro <strong>de</strong>séo que el<br />

estar siempre unida con El.<br />

Aquí, pues, tuvieron origen la persecución<br />

y contradicciones <strong>de</strong> los hombres. Permitió<br />

Dios que varones espirituales y sabios , no<br />

comprendiendo los efectos <strong>de</strong> mudanza tan repentina,<br />

juzgasen que era el <strong>de</strong>monio el que la<br />

hablaba y sacaba fuera <strong>de</strong> sí. La <strong>Santa</strong> Madre<br />

no podía conformarse con este parecer y creer<br />

que esto fuese seducción <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio, porque<br />

las comunicaciones <strong>de</strong> Dios hacían en su alma<br />

una impresión tan dulce y consoladora, que<br />

la <strong>de</strong>jaban abrasada en el divino amor. Para<br />

salir <strong>de</strong> este conflicto se quejaba al Señor, y<br />

le <strong>de</strong>cía: «¡Oh, Diosmio! ¡Y quién tuviera entendimiento<br />

y letras para encarecer vuestras<br />

obras como las entien<strong>de</strong> mi alma! Levántense<br />

contra mí todos los letrados, atorméntenme<br />

los <strong>de</strong>monios, no me faltéis Vos, que ya tengo<br />

experiencia <strong>de</strong> la ganancia con que sacáis á<br />

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