Vida Compendiada de Santa Teresa de Jesus

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— 32 — lores que le había pedido le concediese. Dábanla grandes desmayos, calentura diaria y unos dolores de corazón tan agudos, que parecía, como la misma Santa decía, que la asían el corazón con dientes agudos. Apurados todos los recursos de la medicina, juzgó su padre poderla sanar llevándola á una curandera de un pueblo déla diócesis de Plasencia. Con las debidas licencias sacóla del monasterio, y en compañía de su hermana Doña María, y Doña Juana Suarez, religiosa de la Encarnación, la llevaron á casa de su hermano á Hortigosa, esperando que pasára el invierno para ponerla en cura. En el mes de Abril fueron con ellas á Bezedas (este era el nombre del indicado pueblo), y la curandera principió á operar en ella de la manera que acostumbra esta clase de gente. No teniendo la ciencia necesaria ni los medicamentos adecuados para curar las enfermedades, emplean un trato muy penoso. La Santa tuvo que soportar semejante trato, y con las purgas frecuentes y otros medicamentos que le dieron, por su debilidad fué acometida de tal contracción de nérvios , que la misma Santa decía quedaba hecha un ovillo. Su permanencia en Bezedas produjo un resultado muy excelente, que fué la conversión de un pobre sacerdote que hacía siete

— 33 — años estaba en muy mal estado y celebraba sacrilegamente. Principió la conversión de este sacerdote con el trato de la Santa, que se confesaba con él y recibía la comunión de sus manos miéntras permaneció allí: éste comprendió su perdición , y áun manifestó á la Santa en qué consistía su desgracia. Hacía cerca de siete años tenía malos tratos con una mujer, que para más obligarle, le hacía traer colgado al cuello un idolillo de cobre, que ninguno había podido quitarle. Cuando la Santa oyó el estado deplorable en que se encontraba, dióle buenos consejos, y sacándole al fin el idolillo , lo arrojó al río. Hízole romper su mala amistad, emprender una vida penitente , y fue muy ejemplar hasta su muerte , que sobrevino el año siguiente. ¡Cuán admirable es la Providencia de Dios! ¡De qué medios tan desproporcionados á los ojos de los hombres se vale para reducir á sí lo que por el pecado se separa! Tenía sólo veinticuatro años Teresa, y sin más disposiciones que su encendido amor de Dios y su vida edificante, llegó á vencer el ánimo de aquel pecador, que había resistido á las amonestaciones de varones piadosos. ¿Quién no glorificará al Señor, al contemplar los portentos de su misericordia? 3

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años estaba en muy mal estado y celebraba<br />

sacrilegamente. Principió la conversión <strong>de</strong> este<br />

sacerdote con el trato <strong>de</strong> la <strong>Santa</strong>, que se confesaba<br />

con él y recibía la comunión <strong>de</strong> sus manos<br />

miéntras permaneció allí: éste comprendió<br />

su perdición , y áun manifestó á la <strong>Santa</strong> en<br />

qué consistía su <strong>de</strong>sgracia. Hacía cerca <strong>de</strong> siete<br />

años tenía malos tratos con una mujer, que<br />

para más obligarle, le hacía traer colgado al<br />

cuello un idolillo <strong>de</strong> cobre, que ninguno había<br />

podido quitarle. Cuando la <strong>Santa</strong> oyó el estado<br />

<strong>de</strong>plorable en que se encontraba, dióle buenos<br />

consejos, y sacándole al fin el idolillo , lo<br />

arrojó al río. Hízole romper su mala amistad,<br />

empren<strong>de</strong>r una vida penitente , y fue muy<br />

ejemplar hasta su muerte , que sobrevino el<br />

año siguiente.<br />

¡Cuán admirable es la Provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Dios!<br />

¡De qué medios tan <strong>de</strong>sproporcionados á los<br />

ojos <strong>de</strong> los hombres se vale para reducir á sí lo<br />

que por el pecado se separa! Tenía sólo veinticuatro<br />

años <strong>Teresa</strong>, y sin más disposiciones<br />

que su encendido amor <strong>de</strong> Dios y su vida edificante,<br />

llegó á vencer el ánimo <strong>de</strong> aquel pecador,<br />

que había resistido á las amonestaciones<br />

<strong>de</strong> varones piadosos. ¿Quién no glorificará al<br />

Señor, al contemplar los portentos <strong>de</strong> su misericordia?<br />

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