Vida Compendiada de Santa Teresa de Jesus

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Tuvo la desgracia de seguir en las vanas amistades y compañías que su padre tanto había reprendido. Frecuentaban su casa algunos primos hermanos con quienes la joven pasaba mucho tiempo, y tenían entre sí conversaciones algo livianas, que si la niña no gustaba de ellas, al ménos no evitaba el peligro de perderse. A estas visitas de los primos hermanos se añadía la entrada de una parienta suya, cuya comunicación y trato ya su difunta madre había impedido; pero como la falta de la madre y las ausencias necesarias del padre no permitían la debida vigilancia, ninguno había que pusiera remedio á tanto mal. Así pasó la Santa hasta los quince años cumplidos, que, como ella decía, fué una gracia especial del Señor el no caer en grandes culpas. ¡Padres y madres que leáis estas líneas! ved aquí cuánto puede dañar al alma de vuestros hijos la demasiada familiaridad con compañeros no muy virtuosos. La experiencia prueba que muchos de los que tienen vicios en la edad madura, si se remontan al origen de su mal, han de reconocer que en su niñez tuvieron malas amistades; y que, aunque en esa tierna edad la cosa no parecía reprensible por la poca trascendencia de lo que hacen los niños, más tarde, sin embargo, vinieron á des-

— 21 — arrollarse esos malos hábitos, y á tener consecuencias funestas. ¡Santa Teresa nos libre de tal calamidad, ella que experimentó cuán dañosa es para las almas! Tenía la Santa Madre en su favor los dos frenos que suelen sostener al hombre en el bien, que son el santo temor de Dios y el pundonor. El primero la hacía aborrecer todo pecado, y con especialidad el de impureza; el segundo, esto es, el pundonor, la hacía conservar la estimación de los hombres. Así, de esta manera tan singular, se sostuvo en gracia de Dios, no manchando su alma con pecado mortal, ni áun faltando á sus deberes venialmente con plena deliberación, como lo atestiguaron sus confesores, y la sagrada Rota lo dice en la relación que hace de las virtudes de la Santa. Aunque fue así misericordiosamente, la Santa no dede llorar toda su vida estos desvíos de su juventud. ¡Oh! Ya era tiempo de sacar á Teresa del letargo en que se hallaba sin comprenderlo bien. Su piadoso padre y su hermana Doña María llegaron á conocer su demasiada afición á las compañías livianas, y para cortar la ocasión, se propusieron llevarla á un monasterio, en que á la vez que se preservase del mal, recibiera la educación religiosa que le correspon-

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arrollarse esos malos hábitos, y á tener consecuencias<br />

funestas. ¡<strong>Santa</strong> <strong>Teresa</strong> nos libre <strong>de</strong><br />

tal calamidad, ella que experimentó cuán dañosa<br />

es para las almas!<br />

Tenía la <strong>Santa</strong> Madre en su favor los dos<br />

frenos que suelen sostener al hombre en el<br />

bien, que son el santo temor <strong>de</strong> Dios y el pundonor.<br />

El primero la hacía aborrecer todo pecado,<br />

y con especialidad el <strong>de</strong> impureza; el segundo,<br />

esto es, el pundonor, la hacía conservar<br />

la estimación <strong>de</strong> los hombres. Así, <strong>de</strong> esta<br />

manera tan singular, se sostuvo en gracia <strong>de</strong><br />

Dios, no manchando su alma con pecado mortal,<br />

ni áun faltando á sus <strong>de</strong>beres venialmente<br />

con plena <strong>de</strong>liberación, como lo atestiguaron<br />

sus confesores, y la sagrada Rota lo dice en la<br />

relación que hace <strong>de</strong> las virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la <strong>Santa</strong>.<br />

Aunque fue así misericordiosamente, la <strong>Santa</strong><br />

no <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> llorar toda su vida estos <strong>de</strong>svíos <strong>de</strong><br />

su juventud.<br />

¡Oh! Ya era tiempo <strong>de</strong> sacar á <strong>Teresa</strong> <strong>de</strong>l<br />

letargo en que se hallaba sin compren<strong>de</strong>rlo<br />

bien. Su piadoso padre y su hermana Doña<br />

María llegaron á conocer su <strong>de</strong>masiada afición<br />

á las compañías livianas, y para cortar la ocasión,<br />

se propusieron llevarla á un monasterio,<br />

en que á la vez que se preservase <strong>de</strong>l mal, recibiera<br />

la educación religiosa que le correspon-

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