Vida Compendiada de Santa Teresa de Jesus

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— 14 — garon hasta el sitio en que se ven levantadas cuatro columnas enlazadas con sus cornisas y una cruz de piedra en su centro 1. Aquí, en este sitio, los encontró un tío suyo llamado don Francisco de Cepeda, é informado del objeto de su viaje, los hizo volver á la casa paterna. Mucho sintió la Santa que se la frustrase su deséo del martirio; y para en alguna manera consolarse, acudía á la oración y pedía al Señor la concediese el gozo de los escogidos en el cielo. La Iglesia misma confiesa lo sensible que fue á Teresa no ir al cielo por el camino del martirio, pues dice terminantemente que lloraba Teresa no haber tenido la dicha ó bien de dar á conocer á los moros el nombre de Dios, ó bien de morir á sus manos por la gloria de Jesucristo. Ocupábase en el huerto de la casa paterna en hacer sus ermititas para representar en la vida de los solitarios Pablos, Antonios y demás siervos de Dios en el Egipto y la Tebayda, su martirio prolongado en la maceración voluntaria de la carne. En esta clase de ejercicios llegó Teresa á tal grado de dulzura y consuelo espiritual, que, tomando la imagen de Jesús cuando junto al pozo de Jacob hablaba con la Samaritana, le decía dulcemente: « Véase la nota 2.a al fin.

— i5 — Domine, da mihi hanc aquam. «Dame, Señor, á gustar el agua viva que se encierra en vuestro divino pecho, y logre yo acá en la tierra tener con Vos mis comunicaciones, ya que no he tenido la dicha de alcanzar con el martirio la felicidad de los justos». Estos eran los sentimientos de Teresa en sus primeros años; mas el demonio, envidioso de tan fervorosos principios, la hizo ver sus buenas cualidades personales, y la persuadió que por su natural hermosura, discreción y talento, sería agradable á las criaturas. Tomó entonces con su hermano Rodrigo el entretenimiento de leer libros de caballerías, y llegó á tal extremo su afición, que hasta formó una novela de las fingidas marañas de los caballeros. Esta clase de lectura, á que se dedicaban mucho en su siglo, la aprendió con el ejemplo de su madre, que por distraerse de sus muchas dolencias, había tomado esta distracción, y causó á nuestra Santa gravísimos males. Se entibió en las cosas religiosas, dejó la lectura de los buenos libros, y con afán cuidaba de la curiosidad y limpieza de manos y cabellos. Aunque la Santa Madre decía que no tenía mala intención, sin embargo, advirtió que al deséo del martirio sucedió el deseo de ver y ser vista; al rosario sucedió el chiste y el donaire.

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Domine, da mihi hanc aquam. «Dame, Señor,<br />

á gustar el agua viva que se encierra en vuestro<br />

divino pecho, y logre yo acá en la tierra<br />

tener con Vos mis comunicaciones, ya que no<br />

he tenido la dicha <strong>de</strong> alcanzar con el martirio<br />

la felicidad <strong>de</strong> los justos».<br />

Estos eran los sentimientos <strong>de</strong> <strong>Teresa</strong> en<br />

sus primeros años; mas el <strong>de</strong>monio, envidioso<br />

<strong>de</strong> tan fervorosos principios, la hizo ver sus<br />

buenas cualida<strong>de</strong>s personales, y la persuadió<br />

que por su natural hermosura, discreción y talento,<br />

sería agradable á las criaturas. Tomó<br />

entonces con su hermano Rodrigo el entretenimiento<br />

<strong>de</strong> leer libros <strong>de</strong> caballerías, y llegó á<br />

tal extremo su afición, que hasta formó una<br />

novela <strong>de</strong> las fingidas marañas <strong>de</strong> los caballeros.<br />

Esta clase <strong>de</strong> lectura, á que se <strong>de</strong>dicaban<br />

mucho en su siglo, la aprendió con el ejemplo<br />

<strong>de</strong> su madre, que por distraerse <strong>de</strong> sus muchas<br />

dolencias, había tomado esta distracción, y<br />

causó á nuestra <strong>Santa</strong> gravísimos males. Se<br />

entibió en las cosas religiosas, <strong>de</strong>jó la lectura<br />

<strong>de</strong> los buenos libros, y con afán cuidaba <strong>de</strong> la<br />

curiosidad y limpieza <strong>de</strong> manos y cabellos.<br />

Aunque la <strong>Santa</strong> Madre <strong>de</strong>cía que no tenía mala<br />

intención, sin embargo, advirtió que al <strong>de</strong>séo<br />

<strong>de</strong>l martirio sucedió el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> ver y ser<br />

vista; al rosario sucedió el chiste y el donaire.

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