Vida Compendiada de Santa Teresa de Jesus

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— ig6 — Miéntras que la Santa Madre se ocupaba en estas fundaciones de conventos de monjas, no descuidaba en providenciar lo necesario para las fundaciones de los conventos de religiosos en Alcalá, Altamira, Granada, La Peñuela y otros lugares, siendo el alma de todo lo que se ejecutaba en la Reforma. Ya era tiempo que el hermoso sol de Castilla viese resplandores en Andalucía, y que aquel fértilísimo país fructificase en virtudes y santidad evangélica. Una señora, llamada Doña Catalina Godinez de Sandoval (que más tarde en la Orden se llamó Catalina de Jesús), fue quien convidó á la Santa á venir á fundar en Veas un convento de su Reforma. Hija de padres ricos y piadosos, habíala adornado el cielo con dotes de naturaleza especiales; y dejándose llevar ella más de lo que debiera de sus prendas naturales, juzgó locamente que no había para sí colocación adecuada. Cuando en su orgullo todo lo de la tierra le parecía inferior á su mérito, oyó la voz de Jesucristo crucificado que le decía: «Tú, con tu soberanía, me tienes así». Estás palabras del Señor fueron un rayo que hirió su corazón, como en otro tiempo á San Pablo; y despojándose de sus galas, se vistió toscamente, é hizo voto de pobreza y castidad. El amable

— lyj — Salvador, que vió la pronta correspondencia á la gracia, quiso premiar el sacrificio de Catalina, y dándole á entender era de su agrado que cumpliese lo que había ofrecido, le habló en estos términos: «Toma la fuerza que hay en este mi brazo; te la entrego para que cumplas lo prometido. Oye, hija mía; olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y sal de entre tus deudos, que han sido la causa de que me hayas ofendido». ¿Pues cómo, oh Señor, repuso la buena Catalina, cómo he de cumplir esto, si mi padre lo resiste? Y le contestó el Señor: «Tu padre morirá dentro de tres semanas». Esperó la buena señora con aflicción el cumplimiento de la palabra de Jesús, y viendo á su padre muerto á los diez y nueve días, se resolvió á hacerse religiosa en un monasterio de mucha austeridad. Con este deséo quedó dormida una noche; vió en sueño los peligros de los mundanos, y oyó que se le decía: «Este es el camino por donde tú vas». Vió á la vez á un religioso Carmelita que le hablaba de esta manera: «Hermana, ven conmigo»; y la llevó á un convento, donde las religiosas estaban con velas encendidas. Aunque preguntaba qué Orden era aquella, todas las monjas callaban: sólo observó que todas tenían fisonomías alegres; y que una, la más hermosa, que eom-

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Miéntras que la <strong>Santa</strong> Madre se ocupaba<br />

en estas fundaciones <strong>de</strong> conventos <strong>de</strong> monjas,<br />

no <strong>de</strong>scuidaba en provi<strong>de</strong>nciar lo necesario para<br />

las fundaciones <strong>de</strong> los conventos <strong>de</strong> religiosos<br />

en Alcalá, Altamira, Granada, La Peñuela<br />

y otros lugares, siendo el alma <strong>de</strong> todo lo<br />

que se ejecutaba en la Reforma.<br />

Ya era tiempo que el hermoso sol <strong>de</strong> Castilla<br />

viese resplandores en Andalucía, y que<br />

aquel fértilísimo país fructificase en virtu<strong>de</strong>s y<br />

santidad evangélica. Una señora, llamada Doña<br />

Catalina Godinez <strong>de</strong> Sandoval (que más<br />

tar<strong>de</strong> en la Or<strong>de</strong>n se llamó Catalina <strong>de</strong> Jesús),<br />

fue quien convidó á la <strong>Santa</strong> á venir á fundar<br />

en Veas un convento <strong>de</strong> su Reforma. Hija <strong>de</strong><br />

padres ricos y piadosos, habíala adornado el<br />

cielo con dotes <strong>de</strong> naturaleza especiales; y <strong>de</strong>jándose<br />

llevar ella más <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>biera <strong>de</strong><br />

sus prendas naturales, juzgó locamente que no<br />

había para sí colocación a<strong>de</strong>cuada.<br />

Cuando en su orgullo todo lo <strong>de</strong> la tierra<br />

le parecía inferior á su mérito, oyó la voz <strong>de</strong><br />

Jesucristo crucificado que le <strong>de</strong>cía: «Tú, con<br />

tu soberanía, me tienes así». Estás palabras<br />

<strong>de</strong>l Señor fueron un rayo que hirió su corazón,<br />

como en otro tiempo á San Pablo; y <strong>de</strong>spojándose<br />

<strong>de</strong> sus galas, se vistió toscamente, é<br />

hizo voto <strong>de</strong> pobreza y castidad. El amable

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