Vida Compendiada de Santa Teresa de Jesus

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— 194 — Comunidad entera presenció también un día un éxtasis que duró por espacio de una hora; durante esta suspensión la llamaron repetidas veces; mas ella no respondía, y se supo después que en aquel mismo momento había muerto una religiosa en Salamanca, y que la Santa, por favor divino, había asistido en espíritu á su agonía y á su tránsito feliz. Otra vez vieron todas las religiosas que, sin recibir aviso alguno, se retiró de la recreación y se fue al coro á encomendar á Dios á su hermano D. Lorenzo de Cepeda, que murió en aquella misma hora en Avila en su casa de campo de La Serna, según más tarde se averiguó. Otros muchos más favores recibió la Santa Madre en este monasterio, que dejamos sin referir por no ser demasiado prolijos. No se pueden, sin embargo, omitir las apariciones tan notables que tuvo de nuestro P. San Alberto y de Santo Domingo de Guzmán. La primera visita fue de nuestro P. San Alberto el día de su fiesta, año de 1574, después de haber comulgado la Santa. Vió ésta á Jesu. cristo á su mano derecha, y á San Alberto á la izquierda: observó que Jesucristo se retiraba y le decía con amabilidad: «Gózate con mi siervo». En este momento el glorioso P. San Alberto le habló sobre la Reforma de la Orden;

- 195- le encargó cuidar mucho de los monasterios de frailes y monjas de la Descalcéz; y últimamente le dijo que, por el aumento y paz de la Orden, era necesario se hiciese la separación de Calzados y Descalzos, teniendo Prelados distintos. La Santa Madre tuvo siempre muy presente esta advertencia de nuestro P. San Alberto, y procuró la concesión de la Bula de separación, como más adelante se verá. jOh! ¡Cuánto miran los Santos en el cielo por la paz y aprovechamiento de sus hermanos en la tierra! La segunda aparición fue de Santo Domingo de Guzmán, del modo siguiente: estaba la Santa orando en la cueva de Santo Domingo en el convento de su Orden en Segovia, cuando este Santo Patriarca se le apareció y estuvo comunicando con ella por espacio de una hora. Díjole que se gozaba de verla en esa misma cueva en que él había padecido muchas tentaciones, y recibido grandes favores de Dios. Con la confianza que le inspiraba el amor con que el Santo la trataba, preguntóle Teresa cómo se le aparecía siempre á su mano izquierda; y el Santo la respondió: «porque la derecha es de mi Señor». De estas palabras se colige que Nuestro Señor estaba siempre al lado de este serafín encarnado.

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Comunidad entera presenció también un día<br />

un éxtasis que duró por espacio <strong>de</strong> una hora;<br />

durante esta suspensión la llamaron repetidas<br />

veces; mas ella no respondía, y se supo <strong>de</strong>spués<br />

que en aquel mismo momento había<br />

muerto una religiosa en Salamanca, y que la<br />

<strong>Santa</strong>, por favor divino, había asistido en espíritu<br />

á su agonía y á su tránsito feliz.<br />

Otra vez vieron todas las religiosas que,<br />

sin recibir aviso alguno, se retiró <strong>de</strong> la recreación<br />

y se fue al coro á encomendar á Dios á<br />

su hermano D. Lorenzo <strong>de</strong> Cepeda, que murió<br />

en aquella misma hora en Avila en su casa<br />

<strong>de</strong> campo <strong>de</strong> La Serna, según más tar<strong>de</strong> se<br />

averiguó. Otros muchos más favores recibió la<br />

<strong>Santa</strong> Madre en este monasterio, que <strong>de</strong>jamos<br />

sin referir por no ser <strong>de</strong>masiado prolijos. No<br />

se pue<strong>de</strong>n, sin embargo, omitir las apariciones<br />

tan notables que tuvo <strong>de</strong> nuestro P. San Alberto<br />

y <strong>de</strong> Santo Domingo <strong>de</strong> Guzmán.<br />

La primera visita fue <strong>de</strong> nuestro P. San Alberto<br />

el día <strong>de</strong> su fiesta, año <strong>de</strong> 1574, <strong>de</strong>spués<br />

<strong>de</strong> haber comulgado la <strong>Santa</strong>. Vió ésta á Jesu.<br />

cristo á su mano <strong>de</strong>recha, y á San Alberto á la<br />

izquierda: observó que Jesucristo se retiraba y<br />

le <strong>de</strong>cía con amabilidad: «Gózate con mi siervo».<br />

En este momento el glorioso P. San Alberto<br />

le habló sobre la Reforma <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n;

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