Vida Compendiada de Santa Teresa de Jesus
- lyS - mediar aquella desolación, y poniendo sus ojos en Teresa de Jesús, comunicó su pensamiento á los Padres Carmelitas. Todos de consuno convinieron en que nadie podría arreglar mejor aquella desordenada Casa que la prudente Reformadora si la ponían por Priora del monasterio. Mandó, pues, en virtud de este acuerdo, el P. Visitador que la Santa dejára la Prelacia de Medina y se viniera á dirigir la Comunidad de la Encarnación. Asustada Teresa con la novedad, meditaba en su corazón las contradicciones y obstáculos de todo género que encontraría en aquel Priorato. Ademas revolvía en su imaginación el dolor que causaría á sus Hijas el quedarse huérfanas, cuando se estaban formando bajo su dirección y enseñanza. Para dar algún consuelo á su corazón angustiado, acude á su recurso ordinario, la oración. «¡Oh, hija mía, le dice Jesucristo para consolarla: hijas mías, hermanas mías son estas de la Encarnación: tén ánimo, mira que lo quiero yo; que no es tan dificultoso como te parece ; está segura que por donde piensas que perderá esta Casa, ganarán la una y la otra!» Animada quedó la Santa con esta orden de Dios; y saliendo para Avila, ántes de llegar á Arévalo hizo una prevención muy parecida á la que el Salvador del mundo hiciera en la no-
— i79 — che de la Cena con los discípulos. «¡Vé, pues, dijo Teresa á uno de los que la acompañaban; vé á la villa y verás en un soportal á un clérigo paseándose, el cual se llama Alonso Estéban, y dile que mis compañeras y yo necesitamos pasar esta noche en la villa, que nos busque casa ádonde estar». En efecto, todo sucedió como lo había predicho la Santa, y el clérigo proporcionó hospedaje para la noche. Con grandes fatigas y trabajos llegó la Santa Madre á Ávila, y por consolar á sus Hijas, de San José, y no alarmar á las religiosas de la Encarnación, vino á descansar á su querida fundación primera. No es posible describir el sobresalto de las monjas de la Encarnación cuando supieron que se las daba por Priora á la que las había abandonado por pasarse á la descalcéz. Y por cierto tenían, como decía la misma Santa, sus razones para alarmarse; ya porque el demonio les ponía por delante el temor de que las iba á reformar , ya porque se tomaba esta resolución sin consultarlas. En esta persuasión, estaban resueltas á rechazarla, y se habían valido del influjo y poder de ciertos caballeros de Avila para que las favoreciesen en sus intentos. No se ocultaba nada de la oposición de esta Comunidad á Santa Teresa. Sabía que venía á padecer por orden
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pasar esta noche en la villa, que nos busque<br />
casa ádon<strong>de</strong> estar». En efecto, todo sucedió<br />
como lo había predicho la <strong>Santa</strong>, y el<br />
clérigo proporcionó hospedaje para la noche.<br />
Con gran<strong>de</strong>s fatigas y trabajos llegó la <strong>Santa</strong><br />
Madre á Ávila, y por consolar á sus Hijas,<br />
<strong>de</strong> San José, y no alarmar á las religiosas <strong>de</strong><br />
la Encarnación, vino á <strong>de</strong>scansar á su querida<br />
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