Vida Compendiada de Santa Teresa de Jesus
trechaban para ir á Alcalá de Henares á regularizar la observancia regular de un convento de Carmelitas descalzas que había fundado una piadosa mujer, llamada María de Jesús, quien, como ya se dijo, había comunicado con la Santa en Toledo, y tenía un Buleto de Su Santidad para fundar un convento de Descalzas. Púsose la Santa Madre en camino para Alcalá de Henares, y parece que el Señor quería compensar los trabajos de su sierva con grandes consolaciones del cielo y distinciones en la tierra. Doña María de Mendoza, hermana también del Obispo de Avila, luégo que supo que Ja insigne Fundadora iba por Madrid, le ofreció su coche y la quiso acompañar ella misma hasta Alcalá y Malagón. Aceptó la Santa el ofrecimiento, aunque con aquella repugnancia que se deja comprender, y la buena sbñora la recibió en su casa con toda la atención y consideración que se debía á una mujfer que tenía edificados y admirados á cuantos tenían noticia de ella. En esta ocasión se vió la humildad y gran corazón de Teresa de Jesúí, pues las grandes señoras que la aguardaban\por curiosidad y esperaban verla hacer algúh milagro, quedaron muy sorprendidas al oir 4e su boca palabras tan comunes como estas: «jQué buenas calles tiene Madrid!» La Santa,al expre-
— 119 — sarse de un modo tan trivial, y que manifestaba no mucho recogimiento, se proponía rebajar en el espíritu de esas señoras la opinión tan favorable que sabía tenían de su virtud. Estas expresiones, que para las más mundanas fueron ocasión de vituperar su conducta, fueron para las almas elevadas, que apreciaban su valor, una razón más para admirar su heróica humildad. j Si la Santa con esta manera de proceder edificó á los seglares, no ménos cautivó el corazón de las monjas franciscanas de Madrid. En efecto, como la Santa Madre tuvo necesi - dad de perminecer algunos días en la córte, se aposentó en el monasterio de dichas religiosas; 3^ aunque buscaba horas para hacer su oración en retiro, cqmo estaba tan favorecida del Señor, no le fjie posible ocultar los ardores del amor divino que abrasaban su corazón y los éxtasis que padecía. Cuando en las recreaciones y compnicaciones con la Comunidad la veían tan jovial, tan dulce y amable , decían todas á un¿ voz: «Bendito sea Dios que nos ha dejado ^er una Santa á quien todas podemos imitad Ella duerme, come , conversa sin melindrea'con nosotras, y el espíritu que la dirige es ciertamente de Dios». Tales eran las impresio.ies que hacía esta hermosa rosa de
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Estas expresiones, que para las más mundanas<br />
fueron ocasión <strong>de</strong> vituperar su conducta, fueron<br />
para las almas elevadas, que apreciaban su<br />
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Si la <strong>Santa</strong> con esta manera <strong>de</strong> proce<strong>de</strong>r<br />
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<strong>de</strong> las monjas franciscanas <strong>de</strong> Madrid.<br />
En efecto, como la <strong>Santa</strong> Madre tuvo necesi -<br />
dad <strong>de</strong> perminecer algunos días en la córte, se<br />
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3^ aunque buscaba horas para hacer su oración<br />
en retiro, cqmo estaba tan favorecida <strong>de</strong>l Señor,<br />
no le fjie posible ocultar los ardores <strong>de</strong>l<br />
amor divino que abrasaban su corazón y los<br />
éxtasis que pa<strong>de</strong>cía. Cuando en las recreaciones<br />
y compnicaciones con la Comunidad la<br />
veían tan jovial, tan dulce y amable , <strong>de</strong>cían<br />
todas á un¿ voz: «Bendito sea Dios que nos<br />
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imitad Ella duerme, come , conversa sin<br />
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es ciertamente <strong>de</strong> Dios». Tales eran las<br />
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