Vida Compendiada de Santa Teresa de Jesus
— 104 — tos de salud que Teresa de Jesús tanto anhelaba. Entonces infundió el Señor en el corazón de la Santa el deseo de tener también Carmelitas descalzos, como se lo había profetizado San Pedro de Alcántara, y se lo aseguró Jesucristo cuando la dijo: «Espera, hija, un poco, y verás grandes cosas». Vino á España en aquellos días el R. P. General de la Orden del Carmen, que fue por el año de 1566, Juan Bautista Rubes. Este gran Prelado tenía el pensamiento de reformar la Orden, para así dar entero cumplimiento á lo mandado por San Pío v, tocante á la reformación de las Ordenes monásticas. Luégo que llegó á Avila y vió el monasterio de San José en que se había principiado la Reforma , se alegró y dió esperanzas de poder extenderla á los religiosos. Al comunicar con la Santa Madre sobre la fundación de San José, enterado de la Bula que se había obtenido de Su Santidad para sujetar el monasterio á la obediencia del Diocesano, dijo á la Santa que el Breve era nulo , porque se había despachado sin notificarlo y dar parte de él á la Orden , y que teniendo él todas las facultades necesarias para volverlas á la obediencia de la Orden, las recibiría de nuevo. La Santa Fundadora se alegró, porque así
— io5 — salía de aquella angustia que le había causado el Breve, sin poder comprender qué era lo que lo motivaba. En efecto, varias veces había dicho Teresa que no le satisfacía el Breve por completo... Por lo mismo se sujetó de nuevo á la obediencia de la Orden, como se verá más adelante, según mandato del Señor. El Obispo de Avila sintió esta variación; pero oídas las razones que se alegaron, se tranquilizó, y áun se alegró, porque de esta manera se aseguraría más la obediencia regular. Con este motivo pidió al General de la Orden dejase licencia para hacer casas de varones Carmelitas descalzos. Ni la Santa, ni el Maestro Daza, ni Don Julián de Ávila, ni D. Francisco de Salcedo, ni algunos Prelados de religiones, ni áun el mismo Sr. Obispo, pudieron lograr por entónces que hiciera esta concesión. Sólo dió licencia á la Santa para fundar nuevos monasterios de monjas, imponiendo censuras á los Provinciales que tratasen de impedirlo. Díjole últimamente, al despedirse, que se animase á fundar conventos como aquél, y que, cuando fuere ocasión oportuna, le daría también licencia para fundar conventos de religiosos. Consoladísima quedó la celosa Madre Fundadora al recibir estas facultades y esperanzas;
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a<strong>de</strong>lante, según mandato <strong>de</strong>l Señor. El Obispo<br />
<strong>de</strong> Avila sintió esta variación; pero oídas las<br />
razones que se alegaron, se tranquilizó, y áun<br />
se alegró, porque <strong>de</strong> esta manera se aseguraría<br />
más la obediencia regular. Con este motivo<br />
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<strong>de</strong>scalzos.<br />
Ni la <strong>Santa</strong>, ni el Maestro Daza, ni Don<br />
Julián <strong>de</strong> Ávila, ni D. Francisco <strong>de</strong> Salcedo,<br />
ni algunos Prelados <strong>de</strong> religiones, ni áun el<br />
mismo Sr. Obispo, pudieron lograr por entónces<br />
que hiciera esta concesión. Sólo dió licencia<br />
á la <strong>Santa</strong> para fundar nuevos monasterios <strong>de</strong><br />
monjas, imponiendo censuras á los Provinciales<br />
que tratasen <strong>de</strong> impedirlo. Díjole últimamente,<br />
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conventos como aquél, y que, cuando fuere<br />
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Consoladísima quedó la celosa Madre Fundadora<br />
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