Santidad, Gloria y Prodigios de Santa Teresa de Jesus Tomo I
FELIPE IT. (^9) PAULO ir. bien temido ; y entrambos destinos creídos y meditados sirven para esto. Teresa había tenido la satisfacción de decir, que su alma por la ternura de su corazón no era para ser llevada por temor. El Señor que la quería perfecta , determino quitarle bien á su costa esta ilusión peligrosa fundada en su complexión natural , y que no solamente viese, sino que pasando á mas experimentase los horrores del infierno. «Estando un día (dice ella misma Cap.32.de su vid.) (a) »>en oración me hallé en un punto toda sin saber co- «mo, que me parecía estar metida en el infierno. Ello sjfué en brevísimo espacio , mas aunque yo viviese «muchos años me parece imposible el olvidarme. Pa- «recíame la entrada á manera de un callejón muy «largo y estrecho, á manera de un horno muy baxo, «obscuro y angosto : el suelo me parecía una agua «como lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muí?chas sabandijas malas en él. Al cabo estaba una con- «cavidad metida en una pared á manera de una ala- «cena 11 donde me vi meter en mucho estrecho. To- »do esto era deleytoso á la vista en comparación de «)o que allí sentí. Esto que he dicho va mal enea- «recido: eso otro me parece que aun principio de en- «carecerse como es no lo puede haber , ni se pue- «de entender como poder decir de la manera que es. «Los dolores corporales tan incomportables, que con "haberlos pasado en esta vida gravísimos, y (cgun «dicen los médicos) los mayores que se pueden acá '}pasar (porque fué encogérseme todos los nervios quan- »»do me tullí, sin otros muchos de muchas maneras ,}que he tenido, y aun algunos, como he dicho, caucados del demonio) es todo nada en comparación »de lo que allí sentí, y ver que habían de ser sin
FELIPE IT. (80) PAULO IV, ?jfin , y sin jamas cesar. Esro no es pues nada en jícomparacion del agonizar del alma, un apretamiento, «una aflicción tan sensible y tan desesperada, y afli- «gido descontento, que yo no sé como lo encarecer. «Porque decir que es un estarse siempre arrancando «ei alma , es poco , porque ahí parece que otro os «acaba la vida , mas aquí la misma alma es la que «se despedaza. El caso es que yo no se como enca- «rezca aquel fuego interior y aquel desesperamíento «sobre tan gravísimos tormentos y dolores. No veía «yo quien me los daba, mas sentiame quemar y «desmenuzar á lo que me parece. Y digo que aquel «fuego y desesperación interior es lo peor estando en «tan pestilencial lugar, tan sin poder esperar consuelo. «No hay sentarse , ni echarse, ni hay lugar, aun «que me pusieron en este agugero hecho en la pared. «Porque estas paredes, que son espantosas á la vista, «aprietan ellas mismas , y todo ahoga : no h.iy luz «sino todo tinieblas escurismas: yo no entiendo co- «mo puede ser esto, que con no haber luz, lo que «á la vista ha de dar pena, todo se vé ::- quiso el «Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tor- «mentos y aflicción en el espíritu, como si el cuerpo silo estuviera padeciendo::: porque no es nada oírlo «decir , ni haber yo pensado otras veces ea diferen- «tes tormentos (aunque pocas , que por temor no se «üevaba mi alma) ni que los demonios atenazean , ni «otros diferentes tormentos que he leido , no es na* «da con esta pena, porque es otra cosa, en íin como «dibujo a la verdad. Y el quemarse acá es muy po- «co en comparación de este fuego de allá. Yo que- «dé tan espantada , y aun estoy ahora escriviéndolo «con que ha seis años , y es así que parece el ca- «lor natural me falta de temor aquí donde estoy. Y «así no me acuerdo vez que tenga trabajos y dolores, sjque no me parezca no nada todo lo que acá se pue- «de pasar, y así me parece en parte, que nos que- «xamos sitx proposito.,,
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bien temido ; y entrambos <strong>de</strong>stinos creídos y meditados<br />
sirven para esto. <strong>Teresa</strong> había tenido la satisfacción<br />
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corazón no era para ser llevada por temor. El Señor<br />
que la quería perfecta , <strong>de</strong>termino quitarle bien á su<br />
costa esta ilusión peligrosa fundada en su complexión<br />
natural , y que no solamente viese, sino que pasando<br />
á mas experimentase los horrores <strong>de</strong>l infierno.<br />
«Estando un día (dice ella misma Cap.32.<strong>de</strong> su vid.) (a)<br />
»>en oración me hallé en un punto toda sin saber co-<br />
«mo, que me parecía estar metida en el infierno. Ello<br />
sjfué en brevísimo espacio , mas aunque yo viviese<br />
«muchos años me parece imposible el olvidarme. Pa-<br />
«recíame la entrada á manera <strong>de</strong> un callejón muy<br />
«largo y estrecho, á manera <strong>de</strong> un horno muy baxo,<br />
«obscuro y angosto : el suelo me parecía una agua<br />
«como lodo muy sucio y <strong>de</strong> pestilencial olor, y muí?chas<br />
sabandijas malas en él. Al cabo estaba una con-<br />
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«carecerse como es no lo pue<strong>de</strong> haber , ni se pue-<br />
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«Los dolores corporales tan incomportables, que con<br />
"haberlos pasado en esta vida gravísimos, y (cgun<br />
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