Santidad, Gloria y Prodigios de Santa Teresa de Jesus Tomo I

CARLOS V. (19) PAULO nr
sa de su corazón magnánimo, inspira denuedo á los
demáb:::: (a) »Quando me acuerdo, dice, no hay cosa
jjque delante se me pusiese, por grande que fuese, que
«dudase acometerla. Porque ya tengo experiencia en
sjmuchas cosas, que si me ayudo al principio á deter-
«minarme á hacerlo (que siendo solo por Dios, has-
«ta comenzarlo quiere, para que mas merezcamos, que
«la alma sienta aquel espanto, y mientras mayor, si
3*sale con ello, mayor premio, y mas sabroso se ha-
«ce después), aun en esta vida lo paga su Magestad
»por unas vias, que solo quien goza de ello lo en-
«tiende. Esto tengo por experiencia, como he dicho,
«en muchas cosas harto graves. Y así jamas aconse-
"jaría , si fuese persona que hubiese de dar parecer,
«que quando una buena inspiración acomete muchas
«veces se dexe por miedo de poner por obra, que
»si va desnudamente por solo Dios , no hay que te-
«mer sucederá mal, que poderoso es para todo: sea
«bendito por siempre." Un ímpetu de devoción hace
regularmente comunes unos fervores pasageros en
los novicios, y con freqiiencia intempestivos. Pero
en Teresa un pleno conocimiento de lo mismo que
practicaba , acompañaba á sus fervores juiciosos , y
su animosidad no hallaba término á su mortificación,
que hubiera sido excesiva, si la obediencia no moderase
sus rigores. Sin embargo , en quanto no se
oponía á su salud ninguna mas puntual en la observancia,
ni mas exacta en el coro y oficio divino.
Su buen entendimiento y la ternura de su corazón
3a inclinaron con especialidad á la oración, que tan
temprano hizo su ocupación mas constante y provechosa,
y sus deleytes mas puros en esta vida miserable.
El don de lágrimas que el dolor y amor le
atraxeron de Dios, por quien era uno y otro, iba
a competencia con ei retiro de criaturas, y lección
(|) Su vid. c, 4. n. 1,