Santidad, Gloria y Prodigios de Santa Teresa de Jesus Tomo I

FELIPE II. O ^8) PíO IV.
vigilias , la desnudez , el retiro , el silencio y penitencias
, que antes hicieron temblar los desiertos, perdieron'aquí
la común estimación, que atrahia las bendiciones
de Dios : lloraron los buenos el ímpetu de
un torrente , que no podían detener ; y pasmados se
lastimaban de ver con que pocos pasos se habia avanzado
tanto hacia la anchura. Suscitóse el zelo de Eiías
en los Generales , en hombres eminentes en sabiduría
, en política , en valimiento y en piedad. Mucho
idearon , pero todo se frustro'. Cien años continuos
de esfuerzos y tentativas para reformar la Orden
, no sirvieron sino para desengañar á todos, en
que esta grande obra no se debía atribuir j:ímas al
poder, ni á la ciencia humana ; y Dios , cuya era,
es. arbitro de valerse de los medios mas desproporcionados
al alcance humano , avalorándolos él por sí
mismo para efectuar su intento. En efecto , ¿quien habia
de creer que' aquellos fervores primitivos y duraderos
, competidores y victoriosos en la succesion de
los siglos y variedad de los tiempos, experimentarían
al fin la decadencia de las demás cosas humanas , sujetas
á la vicisitud general de las obras de los hombres
; y según el juicio humano rendidos irreparablemente
al choque repetido de tantos contrarios incansables
que tiene todo lo bueno? ¿Quien creyera que
una muger , una tierna pobre humilde Virgen , sin
salud y hecha el juguete de las enfermedades mas terribles,
no solo opondría diques y barreras bastante fuertes
para detener el total desmedro y caimiento de una
vida y observancia tan edificante en otros tiempos, sino
que plantando por su mano la cruz sobre el Carmelo
(a),)' reproduciendo las virtudes mes extmplares
de los primeros padres > restaurada la regia primitiva,
establecida su perfecta observancia en muchos con-
(a) Esto se expresa itmbcjlicamenfe err el escudo de armas de los Carmelitas Descalzos
cóa la cruz colocada eu el centío , á distinción del de los Calzados que no
i-* tkne.