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Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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72 LA. LEYENDA DE ORO<br />

nosotros; pues no nos pue<strong>de</strong>n qnilarel mérito <strong>de</strong> la limosna<br />

que les damos por amor <strong>de</strong>l Señor. Vió <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una ventana,<br />

don<strong>de</strong> siempre tenia por recreación el ver dar la<br />

limosna, que un criado suyo refíia con un pobre, que habiendo<br />

recibido su ración, se volvió á mezclar con los que<br />

no habian llegado, para llevar otra. Idos lodos, le preguntó<br />

aparte, por qué se babia enojado con aquel pobre;<br />

y respondiendo, que porque babia llevado ya limosna y<br />

le quería engañar; le dijo el santo : ¿Por eso os enojáis?<br />

¿Qué sabéis vos, si aquel pobre tenia necesidad <strong>de</strong>dos<br />

raciones? Dejaos engañar <strong>de</strong> los pobres, que es logro; y<br />

no es ménes sabroso ejercitar la caridad muchas veces<br />

con uno que una con muchos. Ese pobre, que pensáis vos<br />

que os engaña, pue<strong>de</strong> ser algún ángel que viene á probar<br />

vuestra caridad, como leemos <strong>de</strong> un pobre, que mudando<br />

el vestido, pidió muchas veces limosna á san Gregorio<br />

Magno en el mismo dia; y era un ángel enviado <strong>de</strong> Dios<br />

á ejercitar su caridad. A los pobres vergonzantes socorría<br />

conforme á su necesidad y calidad, dándoles un lanío para<br />

cada mes; y para eslo (enia escritos en una lista los que<br />

había en cada parroquia, y qué familia tenían: á los que<br />

no podían trabajar, daba una limosna ordinaria todos los<br />

dias: á los que podían trabajar y pa<strong>de</strong>cían necesidad, les<br />

daba todo lo que babian menester para hacer algún caudal<br />

con que po<strong>de</strong>r sustentar honradamente su familia: ú<br />

los oficiales pobres daba lo necesario para comprar los instrumentos<br />

<strong>de</strong> su oficio y poner su tienda con que sustentai-se<br />

á sí y á sus hijos: á los que tenían algunos frutos ó<br />

labor <strong>de</strong> sus manos que ven<strong>de</strong>r, y por la necesidad se<br />

velan forzados á ven<strong>de</strong>rlo fuera <strong>de</strong> tiempo y á bajo precio,<br />

les mandaba que no lo vendiesen, hasta que pudiesen<br />

sacar el precio justo; que él los sustentaría mientras tanto,<br />

y daría todo lo necesario, como lo bacía. Sabiendo que en<br />

algunas iglesias <strong>de</strong> Valencia había algunos clérigos sin<br />

mas renta que la misa, y que tenían madre ó hermanas<br />

á quienes sustentar, los llamaba, y <strong>de</strong> su propia mano los<br />

proveía cada año <strong>de</strong> lo necesario; y sí enfermaban ellos ó<br />

sus hermanas, los enviaba á visitar y los proveía <strong>de</strong> médico<br />

y medicinas y el regalo necesario, sin quilaiies por<br />

esto nada <strong>de</strong> la limosna ordinaria. Avisáronle que un clérigo<br />

pobre que tenia su madre y una hermana pobres, lejía<br />

en su casa rasos todos los dias, aun los <strong>de</strong> fiesta, fuera<br />

<strong>de</strong> las lioras que estaba en la iglesia. Llamóle el santo, y<br />

haciéndole el cargo, respondió, que <strong>de</strong> la iglesia no sacaba<br />

mas que un real, y había menester trabajar, aun los dias<br />

<strong>de</strong> fiesta, en aquel oficio que sabia, para sustentar á su<br />

madre y hermana ; pero que era con todo secreto y sin<br />

ningún escándalo. Echóle el santo los brazos a! cuello, y<br />

díjole: Si me fuera licito, besara las manos que se emplean<br />

en trabajo tan piadoso: proseguid; que agradáis<br />

mucho á nuesfro Señor en esto: y para que no trabajéis<br />

los domingos y fiestas, aunque podáis por tan buena causa,<br />

yo os daré lo que habéis <strong>de</strong> ganar esos días; y así lo<br />

hizo todo el tiempo que vivió.<br />

Socorría á caballeros y gente principal, <strong>de</strong> manera que<br />

no hiciesen cosa contraria á su conciencia, ni indigna <strong>de</strong><br />

su estado. Vino un caballero á pedirle algún socorro:<br />

ayudóle luego con una gran cantidad ; pero admirado <strong>de</strong><br />

que aquel caballero pa<strong>de</strong>ciese aquella necesidad, encargó<br />

á una persona familiar suya, que lo supiese. Volvió la<br />

persona, diciendo, que aquel caballero, según tenia alhajada<br />

su casa, no parecía tener necesidad. Preguntó el sannu<br />

18.<br />

to: ¿Y qué habéis sabido délas posesiones ó rentas que<br />

tiene ese caballero? Y respondiendo, que <strong>de</strong> eso no había<br />

sabido cosa cierta; dijo el santo: Pues eso quisiera yo que<br />

supierais; y no sabiéndolo, es cierto que ese caballero<br />

pa<strong>de</strong>ce mucha necesidad; porque á no pa<strong>de</strong>cerla, no viniera<br />

á pedir limosna: <strong>de</strong> las alhajas <strong>de</strong> su casa, antes me<br />

alegro que no las haya vendido; porque esas las pi<strong>de</strong> su<br />

calidad y estado; eslo pi<strong>de</strong> la caridad, prevenir que un<br />

caballero tan principal no caiga do su opinión, pudiéndolo<br />

nosotros socorrer; y asi continuó en ayudarle con su limosna,<br />

dándole por sus tercios ciento y cincuenta escudos<br />

cada año. A otro caballero daba cada mes veinte escudos:<br />

ofreciósele cierta necesidad exlniodinaria, y vino á comunicarla<br />

con el limosnero con gran<strong>de</strong> encogimienlo ; porque<br />

había llevado pocos dias antes sus veinte escudos. Subió<br />

el limosnero al santo, y díjole lo que pasaba, y que,<br />

según babia conocido, se contentaría el caballero con<br />

cien reales. Al punto mandó que se los diese ; y al salir el<br />

limosnero <strong>de</strong>l aposento, dijo: Fulano, dadle doscienlof;<br />

que aunque él pi<strong>de</strong> ciento, quizá por encogimienlo no<br />

pi<strong>de</strong> mas; y ya que se había apartado un corto espacio, le<br />

llamó, y mandó que le diese trescientos, diciendo: Un<br />

hombre honrado, que, recibiendo la limosna ordinaria,<br />

viene por mas, mucha necesidad <strong>de</strong>be <strong>de</strong> tener: y habiéndolo<br />

vuelto á <strong>de</strong>spedir, le mandó llamar, y que le<br />

diese cuatrocientos, que bien los habría menester, y le<br />

dijese, que no por eso <strong>de</strong>jase <strong>de</strong> acudir por la limosna ordinaria<br />

<strong>de</strong> cada mes, y en las necesida<strong>de</strong>s extraordinarias<br />

que se le ofreciesen. A otras muchas personas principales<br />

socorría largamente: y cuando sabia que algunos no tomarían<br />

nada con nombre <strong>de</strong> limosna, se valia <strong>de</strong> varias<br />

tra/as, para hacerles limosna, sin parecer que la<br />

hacia: y hubo caballero principalísimo y pobre, y con<br />

hijas por casar, á quien hizo que por medio <strong>de</strong> un criado<br />

pusiese una parte <strong>de</strong>l arrendamiento <strong>de</strong> sus frutos en mil<br />

ducados, sabiendo que había <strong>de</strong> sacar mas <strong>de</strong> dos mil: y<br />

por mas que se lo <strong>de</strong>cian algunos inteligentes, no quiso<br />

subir el arrendamiento, diciendo, que le <strong>de</strong>jasen que <strong>de</strong><br />

su hacienda hiciese lo que quisiese ; que él sabía lo que<br />

hacia, situando <strong>de</strong> esta manera á aquel caballero mas <strong>de</strong><br />

mil ducados <strong>de</strong> renta cada año. Avisáronle que un caballero,<br />

á quien daba diez escudos cada mes, jugaba, y que<br />

seria bien quitarle la limosna. Eso nó (dijo el santo); que<br />

si él hace mal en jugar la limosna; nosotros hacemos<br />

bien en dársela: y si con ella hace un mal, sin ella hará<br />

muchos. Defendió <strong>de</strong> esta manera al caballero, como solía<br />

á los que le <strong>de</strong>lataban, excusándolos como podía; y luego<br />

le llamó y reprendió ásperamente, y amenazó que lequitaria<br />

la limosna, pues la empleaba tan mal; y el caballero<br />

se enmendó <strong>de</strong> manera, que nunca mas volvió á jugar.<br />

A las mujeres principales socorría con semejantes arlilicios:<br />

y cuando era tanta su autoridad ó calidad, que no podían<br />

<strong>de</strong>scubrir su necesidad ni pedir el remedio, se informaba<br />

<strong>de</strong> quién era su confesor y le llamaba, y tanteando la necesidad<br />

<strong>de</strong> aquella señora, le daba toda la cantidad que ha-^<br />

bia menester, y que viniese <strong>de</strong> tres á tres meses por olro<br />

tanto; y encargaba que no dijese quién se la enviaba,<br />

sino que una persona que le tenia hacienda á cargo,<br />

por no po<strong>de</strong>rlo pagar lodo junto, lo iba pagando por sus<br />

plazos: y <strong>de</strong>cia la verdad á su parecer; porque juzgaba<br />

que la hacienda <strong>de</strong>l obispo no era suya, sino do los<br />

pobres.

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