Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

DÍA 30.
El unodió grandes dones al templo de sanio Tomás; y
este olio los robó: Enrique II se postró y humilló y adoró
las santas reliquias: Enrique VIH las desenterró y quemó
y derramó al viento, que es ejemplo lastimoso y que mucho
nos ensefia cuán furioso tirano es el amor deshonesto,
cuando se apodera del corazón de un rey poderoso, y que
la herejía es una furia infernal, que si no se alaja todo lo
destruye y arruina. También podemos sacar de esta vida
de santo Tomás lo poco que hay que fiar en los favores y
privanzas de los príncipes: pues Enrique II tanto le levantó
y después lanío le abatió, aborreciendo con pasión al
que con razón ánles habia amado. Demás de eslo pueden
los reyes y grandes gobernadores de la república aprender
á no meterse en los negocios eclesiásticos, aunque sea
con celo de justicia y do castigar los delitos de los clérigos,
como lo hizo el rey Enrique: pues no es su oGcio sino
ayudar y favorecer, y nó juzgar y mandar en las cosas
que son propias de la Iglesia, y no menos deben estar sobre
sí y no decir palabra, ni dar muestra de lo que quieren
fuera de razón: porque son tantos los lisonjeros que
desean por sus intereses dar gusto á los príncipes, que
loman ocasión para hacer muchas cosas desaforadas
y conlrarias á la voluntad de los mismos príncipes, como
aconteció -al rey Enrique en la muerte de sanio Tomás.
Y si alguna vez, como hombre, fallare el príncipe, entienda
que no pierde sino que gana autoridad para con
Dios y para con ios hombres, en sujetarse á la corrección
de la Iglesia, en humillarse á los ministros espiriluales de
aquel Señor que le hizo príncipe, y levantó sobre los otros
hombres: y que la mayor firmeza y presidio que tienen
los reinos para su conservación, es el respeto á Dios y á
su religión, con la cual se ganan, y sin la cual se pierden.
Mas los eclesiásticos deben mirer mucho cómo viven, y
no dar ocasión á que los seglares (por su mala vidíi: ios
trngan en poco y menosprecien la dignidad sacerdotal:
porque es cierto que el pulso de este cuerpo místico de la
I¿;lesia es el clero, y que al paso que va él van los demás:
y no es justo que siendo él la parle del Señor, y siendo
Dios su parte, se entregue á gustos que no son de Dios, y
que se sirva de aquel grado tan sublime qm Dios 'e
dió, contra el mismo Dios que se 1c dió, y en daño y escándalo
de los prójimos, para cuyo provecho y edificación
se le dió: y los prelados que como pastores vigilantes y
solícitos han de velar sobre su grey, deben castigar severamente
los excesos de los eclesiáslicos sus subditos, pnra
que por un ruin no se pierdan muchos buenos, y no se
dé ocasión de escandalizarse á los flacos y á los príncipes
y magistrados, de no poner las manos en cosas eclesiásticas,
juzgando que no tienen otro remedio y que les corre
obligación de hacerlo para hiéndela república. Pero cuando
los prelados hubieren hecho de su parte lo que deben
acuér-dense que son depositarios del tesoro de Dios y guardas
de jurisdicción y autoridad de la Iglesia, para no consentir
(cuanlo les fuere posible), que se haga conlra su libertad,
como lo hizo el glorioso pontíficesanlo Tomás, dando
su vida por ella, al cual debemos imitar en esto y en
huías aquellas excelentes y admirables virtudes, con que
resplandeció en la vida y mereció alcanzar la corona de!
martirio. Supliquemos á nuestro Señor, que modianle sus
oraciones, sigamos sus pisadas de lal manera, qne lleguemos
adonde él llegó, y g'.cmos de lo que él goza y gozara
en los sighs Jo ¡os siglos. Amen.
DlCiEMBlUÍ.
597
* SA^ DAVID, UKT T FIVOPETA.—Es esle santo venerado
y honrado en Jerusalen en este dia, haciendo particular
mención de él el Martirologio romano en esle mismo
dia.
SAN TKÓFIMO, CONFESOR.—San Pabloen su carta á Timoteo
hace mención de él; envióle el mismo apóstol á predicar
la fé de Cristo, habiéndole ordenado ánles de obispo,
y merced á su predicación dice san Zósimo, papa, la Galia
entera entró en los caminos de la fé.
Los SANTOS CALIXTO, FÉLIX Y BONIFACIO , MÍRTIUES.—
Eneron martirizados en Roma ; pertenecen á los primeros
siglos de la era cristiana.
Los SANTOS DOMINGO, Yúrroa, PRIMIAX, Lmosio, SATUR­
NINO, GRESCENCIO, SEGUNDO T HONOR ATO, MÁRTIRES.—Sábese
de ellos que fueron martirizados en África.
SAN CRESCENCIO, OBISPO Y CONFESOR.—Fué discípulo de
san Pablo, apóstol y primer obispo de Yiena en Francia,
donde hizo mucho fruto con su celo apostólico.
SAN MARCELO, ABAD.—Murió en el año de 483, ó en el
de Í86, después de haber llevado por espacio de sesenta
años el hábito monástico. Su vida fué una serie no interrumpida
de buenas obras.
SAN EBR'ULFO, ABAD Y CONFESOR.—Nació en Biyeux en
KH, oriundo de una ilustre familia. Retiróse de la córte y
tomó el hábito monáslico. Llegó á una edad avanzada,
suspirando siempre por la eternidad, y dió su alma al
Señor en 596.
DIA 30.
LA TRASLACIÓN DE SANTIAGO, APÓSTOL.—Después que el
glorioso apóstol Sanlingo el mayor por mandato del rey
Ilerodesfué degollado en Jerusalen, y el primero de todos
los apóstoles, que con su sangre confirmó y consagró la
doctrina del cielo que habia predicado, algunos discípulos
suyos por inspiración de Dios lomaron su sagrado cuerpo
y le llevaron al puerlo de Jafa y le pusieron en un navio,
suplicando afectuosamente al Señor que los guiase y enderezase
á aquella parte y tierra donde quería que el santo
apóstol fuese sepultado. Fué nuestro Señor servido, que el
navio en pocos dias, atravesando el mar Medilerráneo llegó
á la costa de España, y entrando por el estrecho de Gibrallar
y rodeando sus dos lados de oriente y mediodía, finalmente
aportó á Galicia á la ciudad do Iria Flavia, que
se llama «el Padrón.» Allí pararon los discípulos del apóstol,
y de allí (como afirma la llisloria composlelana) fuó
llevado el santo cuerpo adonde ahora es Composlela, y
puesto en umi arca ó sepulcro de mármol, donde estuvo
encubierto por masde quinientos años (la causa no se sabe),
basta quo en tiempo del rey don Alonso el Casto, Dios le
reveló por medio de muchas luces que se veian de noche
sobre aquel lugar donde oslaba sepultado: y el obispo de
Iria, llamado Teodomiro, avisó al rey don Alonso el Casio,
la merced que Dios habia hecho á España, en descubrirle
aquel precioso tesoro, y darle por patrón y defensor al que
ánles le habia dado por maestro y predicador de su Evangelio.
Vino el rey con gran devoción y diligencia, y visitó
el santo cuerpo y labróle el templo en que esluviese, y
(lióle grandes dones, como parece en el privilegio que la
misma Iglesia tiene, cuya dala es del año de 83?). Luego
comenzó el santo apóslol á mostrar á los españoles su favor
cu las batallas que luvicroa conlra los moros: y diver-