Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

DÍA ^9.
DICIEMBRE.
grande prelado : porquo el deleita on el comer veneia con
la lomplanza , los apelilos dt'slioneslos con el cilicio áspero
y con dormir poco : los oíros deseos y guslos desordenados
refrenaba con la continua oración y lección de cosas
sagradas, y cuanto era mas alio el grado á que Dios
le habia levantado, tanto él mas se humillaba : y para no
desvanecerse con la nueva dignidad, lomó el hábito é
inslilulo de los canónigos seglares, procurando cumplir
con las obligaciones de monge y prelado. Sobre todo nació
en el santo prelado un amor y devoción muy exlraordinaria
para con Dios, una compasión para con los pobres tan
grande, que así como ninguna cosa le podia apartar de
la rectitud y justicia , por el zelo de olla que Dios habia
encendido en su pecho; así tampoco no habia cosa que pudiese
hacer en beneficio de los pobres, para remediar
necesidades , que no la pusiese por obra: y con ser innumerables
los pobres que á él acudían, nunca se cansaba
ni le faltaba qué darles; y para poderles dar mas, procuraba
cobrar algunas posesiones y heredades de la Iglesia,
que algunos hablan usurpado, ó por descuido de los arzobispos
sus cntecesorc s, ó por no poder mas contra ellos,
que era genio poderosa. Y aunque los que fueron desposeídos
de las haciendas de la Ig.esia se quejaron al rey,
y procuraron con varias calumnias y falsedades exasperarle
contra el santo pontífice ; no pudieron salir con su
i:itento, por el concepto y estima grande que el rey tenia
do su persona , hasta que se ofreció otra ocasión mas pesada.
Ilabian dos clérigos cometido algunos delitos, y el
uno de ellos,que era canónigo, tratado mal á unos minis-
Iros de justicia real, y el otro, que era un clérigo particular,
habia muerto á un hombre á lo que se decia. Levantóse
un grande alboroto en el pueblo, diciendo que los
clérigos se alrevian á hacer grandes insultos y maldades,
porquo sabían que no los hablan de castigar con pena do
muerte. Y aunque el sanio prelado , para sosegar al pueblo
y quitar el escándalo, los castigó severamente; no
por eso cesó aquella turbación y queja, ánles llegó á oídos
del rey; el cual instigado de los enemigos del arzobispo,
y con pretexto de que hubiese justicia, en su reino
y los malos fuesen castigados , hizo junta de grandes, así
eclesiásticos como seglares, y en ella pidió que se le
remitiesen á él todos los clérigos que comelieseiwk'lüos,
para que por sus justicias fuesen castigados. A esla demanda
el santo prelado se opuso, y con buenas palabras
suplicó al rey que no se dejase llevar tanto del zelo y amor
de la justicia, que hiciese contra la misma justicia y excediese
los límites de su potestad ; y que considerase que
los sagrados cánones y constituciones antiguas de los sumos
ponlífu'cs, concilios y emperadores, orftenabon que
los clérigos fuesen castigados por sus prelados: y que en
caso atroz y digno de muerte, el clérigo que le cometiese
, fuese primero degradado, y después remitido al brazo
seglar, para que solo fuese ejecutor de la muerte que
se le daba ; y que esto se habia usado en la Iglesia de
Dios desde el tiempo de los apóstoles; y que pues esta
Iglesia era la misma que la antigua, era justo que se guardase
lo que siempre se habia usado. El rey porfiaba queá
él tocaba castigar los delitos y hacer leyes , y que iodos
le habían de obedecer; mas el santo prelado con gran libertad
le respondió, que en lanío obedecería á las leyes
que hiciese, en cuanto no fuesen contrar.'as á la ley do
Dios. Enojóse de esto mucho el rey; y todo aquel amor y
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favor que ántes él hacia á sanio Tomás, le convirtió on
odio y aborrocimíento, teniéndole por ingrato y porbombre
que no cumplía con sus obligaciones y con los bi'iielicios
que de él luibia recibido : porque los grandes principes
comunmente no quieren que á ninguna t osa se les
contradiga,y tienen por desacato y menoscabo de su soberana
autoridad, que se les vaya á la mano, aunque sea
en cosas forzosas , como era esta, y que con buena conciencia
no se pueden dejar. Salió el rey de la junta muy
colérico , los obispos que estaban en ella comenzaron á
blandear, y los otros señores á tomar y defender las partes
del rey (tanto puede la ambición y la lisonja), de manera
que solo Tomás quedó solo por defensor y amparo
de la verdad, opuesto á la furia del rey y á lodas b.s máquinas
y ardides desús enemigos; pero muy aparejado á
perder la vida, porque la Iglesia no perdiese su libertad.
Tomáronse grandes medios de promesas y amenazas, de
blanduras y espantos para atraer al santo prelado á la voluntad
del rey: y aunque él al principio se mostró algo
blando, porque no padeciese por su causa todo el clero do
Inglaterra, y porque le habían asegurado quead rey no
queria sino que de sola palabra diese su conscntímienlo;
pero después que vió que le mandaba poner por escrito, y
sellar con su sello los capítulos que el rey habia escrito,
y que ellos eran perniciosos y en perjuicio notable de la
Iglesia , le pesó mucho que le hubiesen engañado , y de
la facilidad que habia tenido en querer dar contento vA
rey , por atajar los dailos que se podían temer. Los artículos
y capítulos que propuso el rey fueron seis. El primero,
que no se pudiese apelar á la sede apostólica sin licencia
del rey : el segundo, que ningún arzobispo ni obispo
pudiese salir del reino, aunque fuese llamado del papa,
sin licencia del rey : el tercero, que ningún obispo pudiese
excomulgar á ningún criado ni ministro del rey,
sin haberlo primero consultado con él: el cuarlo, que no
pudiese el obispo castigar á ningún perjuro y fementido:
el quinto, que la justicia seglar del rey conociese las causas
de los clérigos y los castigos , y los castígase sí mereciesen
castigo : el sexto, que el rey y lus legos tratasen
y juzgasen las causas decimales y eclesiásticas.
Que lodas eran causas peí judiciales á la Iglesia, y contrarias
á lo que en ella so ha usado siempre desdo los
apóstoles acá , y á lo que han hecho lodos los emperadores,
reyes y principes piadosos, como lo probamos en
. el libro del Príncipe cristiano. Pero muchas veces se ongafian
algunos príncipes , pensando que es mengua de su
autoridad sujetarse á la Iglesia , y falla de justicia el no
castigar los delitos de los clérigos que no pertenecen ú
ellos : y no fallan ministros que atizan el fuego, ni prelados
flojos y temerosos, que por no perder la gracia del
príncipe, pierden la de Dios , y huyen como mercenarios
y se dejan arrebatar de la corrienle. No lo hizo así santo
Tomás, que no se dejó vencer de terror ni de halagos para
consentir al rey en cosa tan donosa á la Iglesia , y do
tan mal ejemplo ; ántes fué tanto lo que lloró y se entristeció
por haber dado muestras de quererle dar gusto en
esto,engañado, comodijímos,de lo que de su parte le habían
dicho , que enojándose consigo mismo y queriendo
castigar aquella culpa, se suspendió de decir misa, y no
quiso llegarse al altar , hasta que el sumo pontífice le envió
la absolución, y él se consoló con ella y con saber que
su ¡nlencion habia «ido buena, y on ninguna cosa con-