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m<br />
brc simplicísiino y sontísimo; porque aunquofué paslor <strong>de</strong><br />
ovejas y tenia cuonla con su ganado, <strong>de</strong>bía ser pastor vico<br />
y <strong>de</strong> buen trato y apacible. Era liberal: hospedaba <strong>de</strong><br />
buena gana á ios que pasaban por su pueblo l recogíalos,<br />
regaláímlos y lavábales los piés; y pesábale muebo que<br />
ningim peregrino pasase por allí sin entrar en su casa.<br />
Fué casado, y en teniendo hijo, se apartaron él y su mujer<br />
<strong>de</strong> común consentimiento y vivieron como hermanos. Fué<br />
tan agradable á Dios nuestro Señor la vida <strong>de</strong> Espiridion,<br />
aun en el tiempo que fué casado, que le ¡lustró con muchos<br />
milagros, y por sus oraciones dio salud á nniclms<br />
enfermos <strong>de</strong> varias y peligrosas dolencias, y libró á imich::s<br />
en<strong>de</strong>moniados <strong>de</strong> la tiranía <strong>de</strong> Satanás. Por estos milagros<br />
y por su santa vida le hicieron obispo <strong>de</strong> Trimitnnlo<br />
cu Chipre, y en aqjiella dignidad resplan<strong>de</strong>ció mucho<br />
mas, y obró Dios por su intercesión (antas maravillas y<br />
prodigios, que causó gran<strong>de</strong> admiración en el mundo. Knvió<br />
el Señor por los pecados <strong>de</strong> los homhres una sequedad<br />
lastimosa, y con la sequedad carestía, hambre y pestilencia<br />
: y habiendo perecido mucha parte <strong>de</strong> la gente, y<br />
eslando para perecer laque quedaba, no tuvieron otro remedio<br />
sino acudir á san Espiridion, para que con sus oraciones<br />
aplacase á nnesíro Señor, y con agua <strong>de</strong> sus ojos<br />
Ies alcanzase agua <strong>de</strong>! cielo, llízolo el santo, lloró, oró,<br />
impetró, como otro Elias, lluvia <strong>de</strong>! cielo, y cesó aquella<br />
cídamidad: Pero como no cesaron los pecados, volvió e!<br />
castigo otra vez, porque la tierra no prodneia fruto y los<br />
pobres andaban muertos <strong>de</strong> hambre, <strong>de</strong>salentados v perdidos;<br />
y los ricos apretaban la mano y cerrahau la piierla,<br />
para que los clamores y alaridos <strong>de</strong> ios pobres no entrasen<br />
en su endurecido corazón. Entreoíros un pobre fué<br />
á un rico, suplicándole que se apiadase <strong>de</strong> él y le rernédiase<br />
<strong>de</strong> la mañera que él quisiese. No fué oido: fnése á<br />
san Espiridion: pidióle remedio y consuelo, y el sanio<br />
le dijo: No (econgojes, hijo, ni llores; porque mañana tu<br />
casa estará llena, y este rico que ahora le parece lan bienaventurado,<br />
será miserable y rogará que lomes <strong>de</strong> sus<br />
bienes lo que has menester, y lú le reirás <strong>de</strong> él. Pensó el<br />
pobre hombre que aquellas palabras se las <strong>de</strong>cía el sanio<br />
por cumplimiento y para consolarle; y partióse muy <strong>de</strong>sconsolado<br />
y triste. Aquella misma noche envió nuestro<br />
Señor una agua tan copiosa y una avenida tan gran<strong>de</strong>,<br />
que sacó <strong>de</strong> las trojes <strong>de</strong>l rico lodo el trigo y hacienda que<br />
tenia, y se la llevó por la ciudad. Acudieron pobres á la<br />
rebatiña, y entre los otros aquel que el dia antes había<br />
pedido al rico limosna y no se la había dado, y comenzó á<br />
llevar á su casa y á henchirla <strong>de</strong> ¡os bienes que allí hallaba<br />
: y e¡ mismo rico, viendo su hacienda perdida y que no<br />
la podia remediar; le dijo que llevase lodo lo que pudiese,<br />
riéndose <strong>de</strong> él el pobre, y acordándose <strong>de</strong> las palabras que<br />
san Kspiridion le habia dicho. Perdió este rico el Irigo que<br />
tenia en aquellas trojes ; mas no perdió la dureza <strong>de</strong>l corazón;<br />
porque yendo á él otro pobre (creyendo que estaría<br />
mas blando y escarmentado con la pérdida pasada), y suplicándole<br />
que, dado ó prestado, ó á censo ó cambio, ó <strong>de</strong><br />
cualquier manera que quisiese, se compa<strong>de</strong>ciese <strong>de</strong> él y<br />
le remediase; nunca pudo hacer mella en aquel pecho empe<strong>de</strong>rnido<br />
y mas duro que el diamante: ántes le respondió,<br />
que no le daría ni un grano <strong>de</strong> trigo, ni aun la sombra<br />
<strong>de</strong> un grano si no le Uevabael dinero en la mano. Desesperado<br />
el pobre hombre, acudió á san Espiridion, que<br />
era el refugio <strong>de</strong> lodos los necesitados, y él le dió una bar-<br />
LA LEYENDA DE ORO.<br />
DIA I i.<br />
ra <strong>de</strong> oro para que la diese á aquel merca<strong>de</strong>r avaro en<br />
prendas <strong>de</strong>i Irigo que le vendía. H/zolo así, y viendo el<br />
oro el rico , dió a! pobre iodo el trigo que hubo menester,<br />
para comer y para semhrar. Semhró, y tuvo tan copiosa<br />
cobecha, que vendió su Irigoy pagó al rico: cobró la barra<br />
<strong>de</strong> oro y la restituyó á san Kspiridion, y él la llevó á un<br />
huerto, y haciendo oración á Dios, y suplicándote que<br />
convirtiese aquel oro en lo que ers? ánles, se convirtió en<br />
una serpiente, la cual Dios habia trasmudado en oro parn<br />
remedio <strong>de</strong> aquel pobre hombre, por los merecimientos<br />
<strong>de</strong>l santo obispo. Otra vez fué acusado nn hombre amigo<br />
<strong>de</strong>l santo obispo, conlra toda razón y justicia. Súpolo el<br />
santo, y que el juez le habia con<strong>de</strong>nado á muerte: hizo<br />
oración al Señor y púsose en camino para ir á la ciudad,<br />
don<strong>de</strong> estaba el inicuo juez y se habia <strong>de</strong> ejecutar la sentencia<br />
<strong>de</strong> muerte dada contra el inocente. Para llegar á<br />
ella, era necesario pasar nn arroyo que habia crecido con<br />
las muchas aguas sin po<strong>de</strong>rse va<strong>de</strong>ar: mandó el santo al<br />
arroyo que se <strong>de</strong>tuviese: <strong>de</strong>túvose y pasó, y ánles que<br />
llegase á la ciudad, el juez entendió el milagro y que el<br />
arroyo habia obe<strong>de</strong>cido al sanio; Inego soltó el preso y lo<br />
dió por libre. Andaba siempre á pié: y una vez eslando<br />
muy cansado <strong>de</strong> un camino largo y trabajoso, posó encasa<br />
<strong>de</strong> un buen hombre, que para regalarle le quiso lavar<br />
los piés, y para hacer este olicio piadoso, vinieron otros<br />
que á porfía se tos quisieron lavar. Entre los otros vino<br />
una mujer, que se mostraba mas solícita y <strong>de</strong>seosa <strong>de</strong> hacer<br />
aquel servicio al santo; mas ó!, mirándola con severidad<br />
le dijo: No me loques, mujer; y como ella todavía<br />
porfiase, le <strong>de</strong>claró en secreto su pecado, y que poco ántes<br />
habia caido en flaqueza sensual, y que era indignado<br />
locarle, y que <strong>de</strong>bía convertirse á Dios y l'o- ar sus pecados<br />
(como lo hizo), enmendando la vida y dando buen<br />
ejemplo <strong>de</strong> sí.<br />
Convocóse el concilio <strong>de</strong>lrescientos y diez y ocho obispos<br />
en Nicea <strong>de</strong> Bitínía, por mandato <strong>de</strong> san Silvestre,<br />
papa, y <strong>de</strong>l emperador Constantino Magno; y en él (como<br />
dijimos) fué con<strong>de</strong>nado Arrio. A este concilio no solamento<br />
vinieron los obispos y varones eruditos cristianos, sino<br />
también algunos íilósofos gentiles para ver aquella sagrada<br />
junta, y aquel como teatro <strong>de</strong> sabiduría y majestad.<br />
Entre estos filósofos hubo uno muy agudo y gran disputador,<br />
(pie vino á las manos con muchos <strong>de</strong> nuestros santos<br />
obispos, que eran doctísimos, y la llor<strong>de</strong> aquella junta,<br />
los cuales nunca pudieron convencer al filósofo por su<br />
gra<strong>de</strong> habilidad y viveza, y prontitud en el argüir y disputar.<br />
Vió esto el santo Espiridion, que (como se dijo) era<br />
hombre simplicisimoy sin letras, pidió licencia para dis^<br />
putar con el filósofo ; y como era varón <strong>de</strong> tanta autoridad<br />
no se lo pudieron negar. Entonces él propuso al filósofo<br />
con pocas palabras la suma <strong>de</strong> lo que la fé cristiana cree y<br />
predica <strong>de</strong> la santísima Trinidad, <strong>de</strong> la encarnación, nacimiento,<br />
vida,muerte, resurrección y ascensión <strong>de</strong> Jesucristo<br />
nueslro Re<strong>de</strong>ntor, y <strong>de</strong> los otros misterios y sacramentos<br />
que eremos; y <strong>de</strong>spués le dijo: Filósofo, esto es lo<br />
que los crisí¡anos creemos: lú, ¿qué crees? Quedó asombrado<br />
el filósofo y como fuera <strong>de</strong> sí, y alumbrado <strong>de</strong> la<br />
luz <strong>de</strong>l cielo respondió: Yo creo lo que tú crees, y confieso<br />
ser verdad lo que aquí has dicho: y volviéndose á los filósofos<br />
sus compañeros, que allí estaban a'ónilos y espantados<br />
<strong>de</strong> aquella lan repentina mudanza, les dijo: Cuando<br />
conmigo se ha disputado con palabras y razones, yo