Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

Dfk 16
morir eü uqtK-Ila ciudad ó los ojos de sus Lijos y feli-re- j
ses, y animará todos con su martirio. Y para que el cloro '
y lodo el pueblo entendiese la causa porque él se habia
retirado, les escribió una epístola en que les dice estas
palabras:
«Habiendo sabido, bermanos carísimos, que
lia y órden de prendernos, para que nos lleven á Útica;
por consejo de nuestros amigos me be ausentado, pareciéndome
que es cosa conveniente que el obispo confiese
al Señor en aquella ciudad, donde es prelado, y alegre y
esfuerce todo el pueblo con su confesión ; porque todo lo
que en aquel tiempo, por la gracia de Dios, dice el obispo,
lo dice en nombre de todo el pueblo: poi que sin duda se
disminuiria la gloria de nuestra Iglesia, que es lan gloriosa,
si yo, no en ella, sino en la ciudad de Ulica, por sentencia
de juez muriese y fuese mártir del Seíior. lo que
«•oiilinuamente deseo y pido á Dios, es, que me. dé gracia
para confesar su santo nombre, por mí y por vosotros, en
•ni Iglesia de Carlago y en vuestra presencia, y morir en
vuestros ojos, y de allUolar á Dios.» Todo esto es de san
Cipriano
Cumplió el Señor el deseo de san Cipriano:
porqm; aunque no fué martirizado en la misma ciudad do
Carlago; pero fuélü allí cerca, en un lugar que se llama
Sixti, porque está seis millas ó dos leguas de Cartago,
adonde fué llevado. Allí salió (anta gente dé la ciudad á
verle, que se puede decir que murió en medio de la plaza
de Cartago. Entre los oíros vinieron muchas doncellas
cristianas, por verle y tomar su bendición: yol santo
pastor, no descuidando de sus ovejas, y temiendo que
entre tantos soldados idólaíras y ruido de armas, podia
Peligrar la caslidad de ellas, y suceder alguna desgracia
; habló á los cristianos, y les ordenó que guardasen