Tomo Tres Leyenda de Oro -Vidas de Los Martires-

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DIA 7 penuloi1 Graciano para eiilci rai'lt!. líl tianto ubispo, olvidado de lodas las injurias que le habían hecho, y acordándose de la clemencia del Scfior, y compadeciéndose de Italia, condescendió con sus ruegas, y se puso en camino y habló con Máximo: y aunque esta vez fué tratado de él corlosiutinle, entendió sus intentos, y que con nombre de paz quería hacer guerra y engañar á Valentiniano; y así le avisó de ello, y que se recatase de máximo, y le mirase á las manos, mas que ú las palabras que decía. No se recaló Valentiniano; antes envió otro embajador que fué Domnino, creyendo con ruegos y sumisiones impetrar la paz. Dió Máximo buenas palabras al nuevo embajador, que volvió á Italia muy contento, pensando que dejaba asentada la paz: pero luego tras él, vino Máximo con su ejército, y pasó los Alpes ai improviso y entró en Italia tan de repente, que apenas Valenliníano y Justina so pudieron escapar y huir á las parles de Oriente para que Teodosio, que las gobernaba y era consorte en el imperio, los amparase y los librase de las manos de Máximo, como después lo hizo. Hubo en Milán grande espanto por la venida del ejercito de Máximo, y todos á porfía querían salir de la ciudad, y huyendo, salvarse. Hablóles el santo prelado, y exhortólos á hacer penitencia, ensenándoles que ella era el mejor remedio y la mas segura guarda que podían hallar: «¿Para qué (dice) huyes de tu patria? Si quieres ser salvo, huye de tus pecados. Si dejares de pecar, el enemigo es vencído. » PeiK) Máximo, después que buho destruido con su ejército aquella noble parte de Italia, y arruinado muchas ciudades, talado los campos y hécbose sefior de muchos pueblos, viendo que no había quien le resistiese, mitigó su furor y comenzó á ganar con beneficios las voluntades de la gente, y dar á entender que no había venido armado para usurpar el imperio, sino para que la fé católica se conservase limpia y entera, queriendo cubrir su tiranía con capa de religión. Con esto tuvo mas quietud san Ambrosio, y ménos que batallar con los herejes arrianos. Pero mucho mas se confirmó y estableció la fé católica después que el emperador Teodosio venció y mató á Máximo: porque aunque como hombre piadoso y modestísimo, no quiso tomar para sí el imperio occidental, ánles le restituyó á Valenlmíano', pero siempre quedó con grandísima autoridad, y como padre del mismo emperador Valentiniano, que muerta ya su madre Justina, reverenció y obedeció á san Ambrosio. Estando Teodosio en Milán, favoreció por exiremo A los católicos, y persiguió á los arrianos; y san Ambrosio triunfó de ellos, y la religión católica de la perfidia, y de la mentira la verdad. Pero si fallaron los herejes arrianos, no faltaron oíros monstruos que en aquel mismo tiempo salieron del infierno, para turbar con nuevos errores la tranquilidad de la Iglesia: porque Joviniano, monge, y otros que habían eslado cu aquel monasterio (que dijimos haber edificado san Ambrosio en Milán), con la máscara de ayunos y peniluncias, disimulando sus maldades, apostatando de la instiliicion monástica y do la fé católica, comenzaron á enseñar doctrinas nuevas é inficionar las almas de los que las creian: de los cuales dice san Ainhiusio es^ palabras: «Estuvieron con nosotros; pero no eran de nosotros - ayunaban, estaban encerrados en el monasterio: no había libertad para darse á deleites deshonestos, ni h parlerías y contiendas: y como eran delicados, no pudieron sufrir este genero de vida. Salieron del monasterio: quisieron volver TOBIO III. DiciEMinii:. y no fueron admitidos; porque muchas cosas habia yo oido dignas de remedio, y habiéndoselas avisado no se enmendaron. Y por esto como saliendo de sí, comenzaron á verter la ponzoña de que estaban llenos, y á ser un incentivo de todos los vicios.» Esto es de san Ambrosio: el cual de tal manera persiguió á Joviniano y á sus cómplices, que los echó de Milán y de toda su comarca: aunque fueron tan atrevidos que fuéron á Roma, pensando poder engañar con su hipocresía á los fieles; mas por la diligencia de Pamaquío, varón nobilísimo y amicísímo de san Gerónimo, Síricío papa, juntando el clero de Roma, los condenó, y la doctrina que enseñaban; y el mismo san Gerónimo escribió dos libros doctísimos contra ella, y el emperador Honorio, hijo de Teodosio, desterró á Joviniano á una isla apartada. También tuvo san Ambrosio mucho trabajo en tiempo de los dos hermanos emperadores Graciano y Valentiniano en resistir á muchos de los senadores romanos (cuya cabeza era Símaco), que se restituyese en Roma la adoración de sus dioses, y los estipendios que se solían dar ánles á sus sacerdotes y minísiros: y enviaron sus embajadores á los emperadores, para impetrarlo, á los cuales se opuso san Ambrosio, y persuadió á los mismos emperadores que no lo concediesen, y respondió gravísima y declísímamente á todas las falsas razones (pie los gentiles alegaban en contrario. Pero volviendo á lo que ánles decíamos de Teodosio, después de aquella insigne victoria que tuvo de Máxím», tirano, y de su ejército; los que habían seguido el bando de Máximo, temieron ser de él castigado?, y llenos de pavor y temblor, suplicaron á san Ambrosio que les impetrase perdón del emperador; y el santo sacerdote lo hrzocon tan grande piedad y eficacia, que alcanzó del emperador todo lo que quiso; castigando á solos Ires que eran las cabezas, perdonó á lodo el ejército de Máximo, y tuvo cuenta que sus hijas y su madre no padeciesen, envíándoles lo quebabian menester: y dando á los príncipes ejemplo de clemencia, y venciendo la misma victoria con dar la vida á los que ella habia dudo potestad de quitársela: y todo esío por ei consejo é intercesión de san Ambrosio. Aunque no le fallaron algunos encuentros con el mismo emperador, en los cuales no sabe el hombre de que se deba mas admirar, ó de la religiosa humildad y obediencia de Teodosio, ó del valor y constancia en defender la autoridad de la Iglesia, del sanio obispo: porque habiendo ciertos monges, por inslígacion de su obispo, quemado una sinagoga de judíos en un pueblo llamado Calínico, en las pai tes de Oriente, y quejándose gravemenlc los judíos, y haciendo grande instancia para que. fuesen castigados los autores de aquel Incendio; el emperador mandó que á su costa reparasen aquella sinagoga. Súpolo san Ambrosio, y escribió á Teodosio una carta en que lo suplicalKi que revocase aquel mandato, y en ella le dice estas ¡¡alabeas: «Vo te mego, que oigas con paciencia lo que digo: porque sí no merezco que tú me oigas, tampoco seré digno de ofrecer sacrificio por lí, ni á quien tú encomiendas tus deseos y oraciones. ¿Pues tú no oirás al que deseas que sea por ti oído? ¿No oirás al que ahora trata de su causa, habiéndole oido cuando trataba las ajenas? ¿No temes tu mismo juicio, y lo que de él se sigue; quo teniéndome por indigno de sor oído de tí, declaras que soy ¡tidiguo de ser oído por ti? Tanto mas quo no conviene al emperador negar la libertad de hablar, ni al sacerdote no decir lo que siente.» Esto es de san Ambrosio. V aunque 66 m

m no ablandó csla epístola á Toodosio , después LA LIÍYE.NDA hablándole en la iglesia, 1c persuadió lodo lo que quiso, y libró al obispo y á los monges de la pena y casligo que lenian de congoja en que oslaban. Pero mucho mas dificultoso y glorioso para san Ambrosioy para'Teodosio, fué lo que le sucedió cuando el emperador quHO entrar'én la iglesia, y el sanio obispo le cerró la puerta: que aunque es cosa sabida y tan predicada y alabada de tantos y tan graves escrilores; por ser memorable y digna de ser imitada de todos los príncipes cristianos, en suma la referiré yo aquí, llabian los de la ciudad de, Tesaiónica muerto tumultuosamente á un maestre de campo y ministro del emperador. Sintiólo muebo y quísolos castigar; pero después poi las buenas razones que san Ambrosio le dijo, se mitigó. Mas como hay laníos lisonjaros en los palacios de los príncipes, y laníos (pie los ali/an y echan leña en el fuego, no fallaron en el de Toodosio criados y privados suyos que le incitaron á casligar sevcramenle aquella injuria y á volver por su reputación; y en fin le persuadieron á hacer un cruel mándalo, por el cual en espacio de tres horas fueron mueriasen Tesaiónica siete mil personas del pueblo, sin tener cuenta dequién efa culpado y (piién inocente. Afligióse sobremanera san Ambrosio por la sangre que se habia derramado, y por el amor que tenia al que la habia mandado dei ramar; y para que se reconociese é hiciese penitencia de tan grave culpa, un día que el emperador iba á la iglesia, el constanlisimo prelado le salió á la puerta, y con palabras gravísimas y de grande majestad le mandó que no entrase basta que reconociese su pecado é hiciese pública penitencia do él. El emperador le obedeció y se volvió á su casa, y estuvo ocho meses llorando y gimiendo con tan grande seiilimienlo y dolor, que solo el leerlo pone grande admirarion y devoción; porque estando un día Teodosio desbaciéndoce en lágrimas, se llegó á él un gran privado suyo que se llamaha Ruíino, y le preguntó qué era la causa de su dolor; y él, soltando aun mas las riendas y las lágrimas, le respondió eslas palabras: Tú no sientes mis males ni mis daños; mas yo simo y lloro mi desventura, porque considero con cuánta facilidad pueden entrar en el templo de üios los pobres y los criados y rogar al Sefior en él: y que para mí está cerrada la puerta, no solamente del templo sino también del cielo; pues Oisto nuestro Señor dijo á los sacerdotes: Todo lo que atáredes en la tierra, será atado en el cielo. YcomoRuüno le dijese, que él acabaría con Ambrosio que le absolviese, le respondió Teodosio: no lo hará; poique yo conozco (pie es tan justa y tan puesta en razón la sentencia de Ambrosio, que no querrá quebrarilar la ley de Dios por respeto de la potestad imperial. Finalmente, habiendo pasado ocho meses en llanto , llegándose la solemnidad de la pascua de Navidad vino el emperador á la puerta de la iglesia, nó para entrar por fuerza en ella, sino para pedir perdón y misericordia á san Ambrosio: el cual, no sabiendo con qué ánimo venia, le reprendió como á tirano y quebrantador de las leyes eclesiásticas; y d emperador con maravillosa humildad le respondió: Yo no quiero quebrantar las leyes (pie tiene establecidas la Iglesia, ni entrar por fuerza en ella: pero ruégote que me desales y me absuelvas de sus censuras, y que te acuerdes de la demetiria del Señor, y no me encierres la puerla que él abrió á lodos los que se arrepienlen de todos sus pecados. Aquí dijo san m ORO. I,IA 7. Ambrosio: ¿Pues qué penitencia mostráis vos de mi de- ¡ilolan atroz? ¿Quemedicina habéis aplicado á una llaga (angrande y !an diíicullosa de sanar? Eslo tocaá vos (dijo el emperador), el darme los remedios, y á mí el aceptarlos. Y habiendo obedecido á lodo lo que le mandó el valeroso obispo, y siendo absueltoporél, entró el fidelísimo y gloriosísimo emperador en la Iglesia, y postrado en el suelo y mesándose los cabellos é hiriéndose en el rostro y regándola tierra con rios de lágrimas, comenzó á pedir perdón de sus pecados, y decir aquellas palabras del real profeta David : «Mi alma está abrazada con la tierra : viviíicadrne, Sefíor, como lo habéis promelido.» Esta fué la constancia y grandeza de espíritu, nó humano , sino divino que tuvo san Ambrosio: y este el ejemplo quede su devoción y modestia dió Teodosio, del cual dice san Agnstin: «Quiso Dios que Teodosio, emperador, hiciese pública peniiencia delante del pueblo, para que todos lomásemos ejemplo de hacerla cuando fuese menesler ; y que ni el pobre ni el rico, ni el oficial ni el caballero y seilor tengan vergüenza, ni se afrenten de hacer lo que hizo el emperador:» y el mismo san Ambrosio dice: «¡So se avergonzó el emperador de lo que se avergüenzan los pobres: ni después no se le pasó dia que no llorase aquel pecado.» Mas en es!e mismo caso sucedió olra cosa muy digna de nolar, que habiendo entrado el emperador denlro del coro para ofrecer, se quedó en él pata oirmisa : y san Ambrosio le envió á decir que aquél no era su lugar, sino de los sacerdotes; porque la púrpura puede hacer emperadores, mas nó sacerdotes: y el emperador con extremada modestia respondió, que no habia sido alrevimiento el quedarse en aquel lugar sino hacer lo que habia visto que se usaba en Gonslanlinopla, y que hacia gracias al obispo por aquel aviso y corrección: lo cual se le asentó de tal manera en su pecho, que volviendo á Gonslanlinopla, entrando en la iglesia, nunca quiso sentarse en el coro de los sacerdotes, por mucho que Nectario, arzobispo de Conslanlinopla, se lo rogó: antes suspirando, dijo: Apenas he entendido la diferencia que hay entre el emperador y el obispo, y be hallado al maestro de la verdad; porque á solo Ambrosio conozco por obispo digno de esle nombre. Finalmente, el emperador Teodosio, por su gran piedad y por las excelencias y admirables virtudes de san Ambrosio, le honró mucho y le reverenció y obedeció, y por su consejo ordenó muchas cosas provechosas y de grande utilidad para toda la Iglesia católica, y por su ejemplo el emperador Valentiniano quedó tan sujeto y rendido á la voluntad del santo obispo después que murió Justina, su madre, cuanto ántes habia estado adverso por su inducimiento y persuasión : como se ve en la oración que hizo el mismo san Ambrosio, llorando con muchas lágrimas su desastrada muerte, que dió Arbogasles, su gran privado y capilan de su ejército en León de Francia, haciéndole ahogar en la cama como infiel y traidor, por dar el imperio á Eugenio,, su amigo, conlra loda justicia y razón. Mas el Señor, que aunque permite los males no los deja sin castigo, castiga severamenle la traición de Arbcgasles y la tiranía de Eugenio, dando una milagrosa victoria al emperador Teodosio corilra ellos, y haciendo que miserablemenle muriesen á sus manos: y el piadoso emperador, conociendo que aquella victoria tan grande y tan gloriosa no la habia alcanzado con su valor é induslriani por la fuerza y número de sus soldados, sino por las oraciones de san Ambro-

m<br />

no ablandó csla epístola á Toodosio , <strong>de</strong>spués<br />

LA LIÍYE.NDA<br />

hablándole<br />

en la iglesia, 1c persuadió lodo lo que quiso, y libró<br />

al obispo y á los monges <strong>de</strong> la pena y casligo que lenian<br />

<strong>de</strong> congoja en que oslaban.<br />

Pero mucho mas dificultoso y glorioso para san Ambrosioy<br />

para'Teodosio, fué lo que le sucedió cuando el emperador<br />

quHO entrar'én la iglesia, y el sanio obispo le<br />

cerró la puerta: que aunque es cosa sabida y tan predicada<br />

y alabada <strong>de</strong> tantos y tan graves escrilores; por ser<br />

memorable y digna <strong>de</strong> ser imitada <strong>de</strong> todos los príncipes<br />

cristianos, en suma la referiré yo aquí, llabian los <strong>de</strong> la<br />

ciudad <strong>de</strong>, Tesaiónica muerto tumultuosamente á un maestre<br />

<strong>de</strong> campo y ministro <strong>de</strong>l emperador. Sintiólo muebo y<br />

quísolos castigar; pero <strong>de</strong>spués poi las buenas razones que<br />

san Ambrosio le dijo, se mitigó. Mas como hay laníos lisonjaros<br />

en los palacios <strong>de</strong> los príncipes, y laníos (pie los<br />

ali/an y echan leña en el fuego, no fallaron en el <strong>de</strong> Toodosio<br />

criados y privados suyos que le incitaron á casligar<br />

sevcramenle aquella injuria y á volver por su reputación;<br />

y en fin le persuadieron á hacer un cruel mándalo, por el<br />

cual en espacio <strong>de</strong> tres horas fueron mueriasen Tesaiónica<br />

siete mil personas <strong>de</strong>l pueblo, sin tener cuenta <strong>de</strong>quién<br />

efa culpado y (piién inocente. Afligióse sobremanera san<br />

Ambrosio por la sangre que se habia <strong>de</strong>rramado, y por el<br />

amor que tenia al que la habia mandado <strong>de</strong>i ramar; y<br />

para que se reconociese é hiciese penitencia <strong>de</strong> tan grave<br />

culpa, un día que el emperador iba á la iglesia, el constanlisimo<br />

prelado le salió á la puerta, y con palabras gravísimas<br />

y <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> majestad le mandó que no entrase<br />

basta que reconociese su pecado é hiciese pública penitencia<br />

do él. El emperador le obe<strong>de</strong>ció y se volvió á su casa,<br />

y estuvo ocho meses llorando y gimiendo con tan gran<strong>de</strong><br />

seiilimienlo y dolor, que solo el leerlo pone gran<strong>de</strong> admirarion<br />

y <strong>de</strong>voción; porque estando un día Teodosio <strong>de</strong>sbaciéndoce<br />

en lágrimas, se llegó á él un gran privado suyo<br />

que se llamaha Ruíino, y le preguntó qué era la causa<br />

<strong>de</strong> su dolor; y él, soltando aun mas las riendas y las lágrimas,<br />

le respondió eslas palabras: Tú no sientes mis<br />

males ni mis daños; mas yo simo y lloro mi <strong>de</strong>sventura,<br />

porque consi<strong>de</strong>ro con cuánta facilidad pue<strong>de</strong>n entrar en el<br />

templo <strong>de</strong> üios los pobres y los criados y rogar al Sefior<br />

en él: y que para mí está cerrada la puerta, no solamente<br />

<strong>de</strong>l templo sino también <strong>de</strong>l cielo; pues Oisto nuestro<br />

Señor dijo á los sacerdotes: Todo lo que atáre<strong>de</strong>s en la<br />

tierra, será atado en el cielo. YcomoRuüno le dijese, que<br />

él acabaría con Ambrosio que le absolviese, le respondió<br />

Teodosio: no lo hará; poique yo conozco (pie es tan justa<br />

y tan puesta en razón la sentencia <strong>de</strong> Ambrosio, que no<br />

querrá quebrarilar la ley <strong>de</strong> Dios por respeto <strong>de</strong> la potestad<br />

imperial. Finalmente, habiendo pasado ocho meses en<br />

llanto , llegándose la solemnidad <strong>de</strong> la pascua <strong>de</strong> Navidad<br />

vino el emperador á la puerta <strong>de</strong> la iglesia, nó para entrar<br />

por fuerza en ella, sino para pedir perdón y misericordia<br />

á san Ambrosio: el cual, no sabiendo con qué ánimo<br />

venia, le reprendió como á tirano y quebrantador <strong>de</strong><br />

las leyes eclesiásticas; y d emperador con maravillosa<br />

humildad le respondió: Yo no quiero quebrantar las leyes<br />

(pie tiene establecidas la Iglesia, ni entrar por fuerza<br />

en ella: pero ruégote que me <strong>de</strong>sales y me absuelvas <strong>de</strong><br />

sus censuras, y que te acuer<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la <strong>de</strong>metiria <strong>de</strong>l Señor,<br />

y no me encierres la puerla que él abrió á lodos los<br />

que se arrepienlen <strong>de</strong> todos sus pecados. Aquí dijo san<br />

m ORO. I,IA 7.<br />

Ambrosio: ¿Pues qué penitencia mostráis vos <strong>de</strong> mi <strong>de</strong>-<br />

¡ilolan atroz? ¿Quemedicina habéis aplicado á una llaga<br />

(angran<strong>de</strong> y !an diíicullosa <strong>de</strong> sanar? Eslo tocaá vos (dijo<br />

el emperador), el darme los remedios, y á mí el aceptarlos.<br />

Y habiendo obe<strong>de</strong>cido á lodo lo que le mandó el<br />

valeroso obispo, y siendo absueltoporél, entró el fi<strong>de</strong>lísimo<br />

y gloriosísimo emperador en la Iglesia, y postrado en el<br />

suelo y mesándose los cabellos é hiriéndose en el rostro y<br />

regándola tierra con rios <strong>de</strong> lágrimas, comenzó á pedir<br />

perdón <strong>de</strong> sus pecados, y <strong>de</strong>cir aquellas palabras <strong>de</strong>l real<br />

profeta David : «Mi alma está abrazada con la tierra : viviíicadrne,<br />

Sefíor, como lo habéis promelido.» Esta fué la<br />

constancia y gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> espíritu, nó humano , sino<br />

divino que tuvo san Ambrosio: y este el ejemplo que<strong>de</strong> su<br />

<strong>de</strong>voción y mo<strong>de</strong>stia dió Teodosio, <strong>de</strong>l cual dice san Agnstin:<br />

«Quiso Dios que Teodosio, emperador, hiciese pública<br />

peniiencia <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l pueblo, para que todos lomásemos<br />

ejemplo <strong>de</strong> hacerla cuando fuese menesler ; y que<br />

ni el pobre ni el rico, ni el oficial ni el caballero y seilor<br />

tengan vergüenza, ni se afrenten <strong>de</strong> hacer lo que hizo el<br />

emperador:» y el mismo san Ambrosio dice: «¡So se avergonzó<br />

el emperador <strong>de</strong> lo que se avergüenzan los pobres:<br />

ni <strong>de</strong>spués no se le pasó dia que no llorase aquel pecado.»<br />

Mas en es!e mismo caso sucedió olra cosa muy digna <strong>de</strong><br />

nolar, que habiendo entrado el emperador <strong>de</strong>nlro <strong>de</strong>l coro<br />

para ofrecer, se quedó en él pata oirmisa : y san Ambrosio<br />

le envió á <strong>de</strong>cir que aquél no era su lugar, sino <strong>de</strong> los<br />

sacerdotes; porque la púrpura pue<strong>de</strong> hacer emperadores,<br />

mas nó sacerdotes: y el emperador con extremada mo<strong>de</strong>stia<br />

respondió, que no habia sido alrevimiento el quedarse<br />

en aquel lugar sino hacer lo que habia visto que se usaba<br />

en Gonslanlinopla, y que hacia gracias al obispo por aquel<br />

aviso y corrección: lo cual se le asentó <strong>de</strong> tal manera en<br />

su pecho, que volviendo á Gonslanlinopla, entrando en la<br />

iglesia, nunca quiso sentarse en el coro <strong>de</strong> los sacerdotes,<br />

por mucho que Nectario, arzobispo <strong>de</strong> Conslanlinopla, se<br />

lo rogó: antes suspirando, dijo: Apenas he entendido la<br />

diferencia que hay entre el emperador y el obispo, y be<br />

hallado al maestro <strong>de</strong> la verdad; porque á solo Ambrosio<br />

conozco por obispo digno <strong>de</strong> esle nombre. Finalmente, el<br />

emperador Teodosio, por su gran piedad y por las excelencias<br />

y admirables virtu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> san Ambrosio, le honró<br />

mucho y le reverenció y obe<strong>de</strong>ció, y por su consejo or<strong>de</strong>nó<br />

muchas cosas provechosas y <strong>de</strong> gran<strong>de</strong> utilidad para<br />

toda la Iglesia católica, y por su ejemplo el emperador Valentiniano<br />

quedó tan sujeto y rendido á la voluntad <strong>de</strong>l<br />

santo obispo <strong>de</strong>spués que murió Justina, su madre, cuanto<br />

ántes habia estado adverso por su inducimiento y persuasión<br />

: como se ve en la oración que hizo el mismo san Ambrosio,<br />

llorando con muchas lágrimas su <strong>de</strong>sastrada muerte,<br />

que dió Arbogasles, su gran privado y capilan <strong>de</strong> su<br />

ejército en León <strong>de</strong> Francia, haciéndole ahogar en la cama<br />

como infiel y traidor, por dar el imperio á Eugenio,,<br />

su amigo, conlra loda justicia y razón. Mas el Señor, que<br />

aunque permite los males no los <strong>de</strong>ja sin castigo, castiga<br />

severamenle la traición <strong>de</strong> Arbcgasles y la tiranía <strong>de</strong> Eugenio,<br />

dando una milagrosa victoria al emperador Teodosio<br />

corilra ellos, y haciendo que miserablemenle muriesen<br />

á sus manos: y el piadoso emperador, conociendo que<br />

aquella victoria tan gran<strong>de</strong> y tan gloriosa no la habia alcanzado<br />

con su valor é induslriani por la fuerza y número<br />

<strong>de</strong> sus soldados, sino por las oraciones <strong>de</strong> san Ambro-

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